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Sobre la ficción enciclopédica

Desde la aparición de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob y de Los raros de Rubén Darío, el subgénero de la ficción enciclopédica se ha desarrollado hasta nuestros días. En esta nota se hace una breve revisiónd de algunos de los libros más relevantes de esta tradición.
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Una mala lectura indica que el espíritu enciclopedista se afianza cuando Rousseau escribe una carta dirigida a sus mejores amigos en la que, festivo, comunica que ha encontrado el remedio perfecto para que el llanto de sus hijos no interrumpa sus jornadas de estudio: los había regalado a un orfanato.

La tradición moderna de las ficciones-enciclopedia, o ficciones-catálogo, o ficciones-diccionario empieza en 1892 con las Vidas imaginarias de Marcel Schwob y con Los raros de Rubén Darío. Se trata de libros cuyo acercamiento a la realidad pasa por el filtro de estas tres estructuras que Rousseau y compañía aprovecharon para la sistematización del conocimiento.

Primera idea: las ficciones-enciclopedia se construyen en el espacio indeterminado entre historia y ficción.

Como casi siempre, el primero en alertar sobre las posibilidades artísticas de la novedad fue Alfonso Reyes. Sus Retratos reales e imaginarios (1920) juegan con la presentación de personajes reales –Antonio de Nebrija, Baltasar Gracián, Napoleón I– en situaciones que ninguna crónica verificable podría sostener; la realidad necesita de la imaginación para hacerla memorable. Reyes también ofrece dos características que marcarán el desarrollo de este subgénero: estilo autorreferencial y carácter itinerante del escritor.

Segunda idea: las ficciones-enciclopedia reflexionan explícitamente sobre el proceso de creación y buscan un lugar que enmarque el carácter desterritorializado del escritor.

El segundo en la lista es Borges con su Historia universal de la infamia (1935) y –en colaboración con Margarita Guerrero– con el Manual de zoología fantástica (1957). Los infames de Borges agregan ironía, mientras que sus criaturas enfatizan la disyunción entre literatura e historia debido al elemento fantástico. En ambos casos, la realidad se narra desde una perspectiva doble. En la Historia, adaptando los ambientes representados al mundo referencial del lector (calles de Nueva York descritas como si se hablara de La Boca, por ejemplo); en el Manual,  desvirtuando el concepto de referencialidad al ofrecer lo mismo citas de libros e invenciones propias como parte del mismo corpus de seres imaginarios.

Las Historias de Cronopios y de famas (1962) de Cortázar y el Museo de la novela de la eterna (1967) de Macedonio se emparentan más con el catálogo que con la enciclopedia. Menos preocupados por las relación entre ficción e historia, estos libros inauguran en el subgénero la alternativa del proyecto absurdo como elemento desestabilizador de la realidad. El “Manual de instrucciones” de Cortázar, como proemio a las “Ocupaciones raras”, ofrece paso a paso los elementos para descodificar el mundo alucinante de los cronopios, las famas y las esperanzas. Este libro no se puede pensar sin el capítulo de la “Conquista de Buenos Aires” del Museo Macedoniano: una embestida sin sentido para conquistar la capital del país. Esto, además de lo que en ambos libros encontramos acerca de la ejecución como fin y como programa literario, y no como medio para alcanzar ningún objetivo.

Tercera idea: la ficción enciclopédica entra en tensión con la estructura que semeja, en la medida en que enfatiza que todo catálogo, por el simple hecho de serlo, implica una alteración de la realidad. La taxonomía como género literario.

La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso (1969) y El libro de los abrazos de Eduardo Galeano(1989) comparten una visión y un tono cáusticos sobre la historia latinoamericana y la creación artística. En el primero, el género de la fábula se reformula y el lector puede presenciar un museo de historia natural donde, animalizado, el ser humano desfila de la mano de sus más perfeccionados defectos. En el segundo, el género testimonial fragmenta una realidad que, por sus mismos vicios, impide cualquier tipo de orden. Como ningún otro escritor de las ficciones catálogo, Galeano enfatiza las fisuras que impiden agrupar el mundo de manera coherente.

Cuarta idea: La necesidad de orden de las ficciones enciclopédicas responde a la conciencia de la que realidad está desmembrada. Su estructura es una pelea constante con el mundo.

La síntesis de las cuatro ideas expuestas está en La sinagoga de los iconoclastas (1972 en italiano, 1982 en español)de Juan Rodolfo Wilcok y en La literatura nazi en América (1996) de Roberto Bolaño. La tensión principal de estos libros consiste en oponer la necesidad de un centro a las infamias, los absurdos, los exilios y los proyectos artísticos de sus personajes. En Wilcok y Bolaño encontramos la fusión de los tres tipos de estructura de estas ficciones: la enciclopedia, el catálogo y el diccionario.

En Siluetas (1992 y 2010) de Luis Chitarroni y en Evocación de Mattias Stimmberg (1995) de Allain-Paul Mallard hay un énfasis en la relación que existe entre biografía, escritura y ficción. El libro de Mallard es el único catálogo en la lista que reconstruye la vida de un solo personaje, iconoclasta donde los haya, que reúne todas las características de todos los libros hasta ahora tratados. Chitarroni, de manera inversa, esboza viñetas que, reunidas, ofrecen al lector un retrato de varios rostros.

Gente del mundo (1998) de Alberto Chimal y Flores (2000) de Mario Bellatin son los extremos de las ficciones enciclopedia. Mientras el primero se hermana con la tradición de las ficciones fundacionales, el segundo está más emparentado con los relatos del apocalipsis. Los textos de Chimal son pequeñas historias de pueblos que existieron en un tiempo mítico. El libro de Bellatin retrata el presente a la manera de una pintura de naturaleza muerta. El estilo de Chimal seduce; el de Bellatin narra el horror con un tono aséptico y neutro. Chimal juega con la memoria y la imaginación. Bellatin, con lo marchito.

Quinta idea:  Las ficciones enciclopédicas oscilan entre el espacio imaginario del mito y el espacio imaginario del presente.La catalogación de las cosas necesita necesariamente de un testigo –incluso apócrifo– que valide la selección.

Por último, las Vidas para leerlas (1998) de Guillermo Cabrera Infante y Los malditos de Leila Guerreiro (compiladora) son textos más cercanos a la crónica y nos remiten al inicio de esta serie. El libro de Cabrera Infante es un homenaje a Schwob y los amigos que lo acompañaron desde el inicio de la época revolucionaria y hasta su exilio en Londres. El proyecto de Guerreiro vuelve los ojos hacia Rubén Darío y nos presenta  textos sobre oscuros escritores latinoamericanos.

Última idea: Desde su principio, la ficción enciclopédica se preocupa por la vida de un personaje. Su afán totalizador implica el reconocimiento del individuo como ejemplo de su entorno.

 

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Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.


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