Sobre el dossier “La tentación del populismo” (núm. 160)

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Sr. director:
Mi primera impresión al leer estos ensayos es la bella edición y la coherencia temática que no es común encontrar en las revistas académicas. Además, la traducción, en particular del ensayo de Cas Mudde, autor más cercano a mí, por parte de Marianela Santoveña, es sobria e impecable. Por otra parte, creo no exagerar que en nuestra vida intelectual mexicana no circula en estos días un ensayo tan polémico y apasionado como el de Guy Sorman, quien nos recuerda una tradición cultural que escribió a contracorriente de los autoritarismos del siglo XX:

 

Pero ¿no es la virtud de la democracia confiar el poder a los mediocres con la única condición de que ese ejercicio del poder esté limitado en el tiempo? Sin duda, y en último lugar, la defensa y la ilustración intelectual de la democracia liberal deja mucho que desear: nos faltan los Karl Popper, los Friedrich Hayek, los Raymond Aron, los Milton Friedman, los Octavio Paz que afirmen la superioridad espiritual y operacional de la democracia (Letras Libres, abril de 2012).

 

Más adelante Sorman fustiga: “Además de los populistas étnicos y revolucionarios inquieta el espacio mediático y político que han conquistado los ‘tontos inútiles’ en tiempo de ‘crisis’.” (Ibídem.)

Por otra parte, Ernesto Laclau ha argumentado que el populismo encarnado en el discurso del líder articula un conjunto de demandas insatisfechas de los ciudadanos. Para articular dichas demandas, el líder asume en su discurso la construcción de “pueblo”, y de esta manera unifica las demandas fragmentadas del mundo social. Cas Mudde observa con escepticismo que la presencia del líder sea un rasgo distintivo del populismo; no obstante, Enrique Krauze, más cercano a la idea de líder de Laclau, escribe en su ensayo:

 

Para llevar a cabo su proyecto, el populista utiliza como vehículo fundamental la palabra amplificada en la plaza pública. Los demagogos existen desde los griegos, pero los populistas son producto de la sociedad industrial de masas y del megáfono. El populista se apodera de la palabra y fabrica la verdad oficial. Una vez investido en intérprete predominante o único de la realidad (o en agencia pública de noticias), el populista aspira a encarnar esa verdad total y trascendente que las sociedades no encuentran –aunque a menudo aspiran a ella– en un Estado laico… (Letras Libres, abril de 2012).

 

En esta idea del líder populista se aproximan el filósofo de tradición marxista Ernesto Laclau y el historiador liberal Enrique Krauze. Así, el dossier de Letras Libres de abril es una invitación a tender un diálogo, desde distintas áreas de estudio, sobre el rostro siempre oculto de la democracia moderna: el populismo. ~

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