Rebumbio

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Se me desordena el oído medio, voces zarrapastrosas

    señalan a una vez

    direcciones opuestas,

     y todo en cuestión de

    segundos (pongamos,

    treinta).

 

Del oído al mundo se me propone escalar (bastón)

    (zurrón) (botijo con

    agua de manantial)

    la loma: paciencia,

    paciencia, que he

    de llegar al Monte

    Sumeru, loto,

    lotofagia, la visión.

    Ya iba a echarme

    a escalar cuando

    se me propone

    comprar al segurete

    acciones en la Bolsa

    de Valores de Nueva

    York, seré en cuestión

    de meses, va y

    en semanas, un

    Potentado: entonces,

    y solo entonces,

    arrea y trepar la

    loma.

 

Voz andrajosa me anima a comer salmón del mar

    noruego, caviar del Baikal,

    un tinto centenario de

    Burdeos (¿un tinto con

    pescado?) (ser milloneta

    implica arbitrariedad).

    Voz estropajosa, oído

    medio, puedo hacer

    lo que quiero, Dios

    (otro centenario) (tinto,

    en sangre) de mi lado.

 

Cara voy a pagar un día mi desfachatez.

 

Por Dios, si no soy yo, son esas zarrapastrosas

    voces desordenándome

    el oído medio, no dan

    cuartel, qué voy a

    hacer, que si el espíritu traza

    un camino de perfección,

    que si el dinero, la buena

    mesa mandan, ah llana

    es mi habla, llano mi

    pensamiento, solo que

    el oído medio, no bien

    termina de proponerme

    vida franciscana y ya

    se lanza a cantarme

    las preces del harén:

    las ostras frescas con

    un toque de limón:

    lavarme con agua

    de rosas.

 

¿Y yo; y yo? De nada sirve taparme los oídos, Ulises

    también sucumbió. Intento

    concentrarme, y me centro

    en ser no yo: lo soy: y lo

    veo trepar (bastón)

    (cuenco del mendicante)

    rumbo (torii) a la entrada

    del monasterio; me abren,

    entro, me siento (no yo)

    en el refectorio donde

    celebran el natalicio de

    Buda que celebro: los

    monjes con su cuenco

    de arroz hervido, tiras

    de verduras en salmuera,

    onza de vino de arroz

    mastican en silencio

    (rumor de encías): y yo,

    digo, y no yo, baikales

    y mares noruegos, me

    voy a la cama con la

    vecina, o mejor, con su

    criada, ah no, todavía

    mejor a la cama con

    la hija de mi vecina o

    con la hija de su criada. ~

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