Mancera y la izquierda colaborativa

Da gusto que el nuevo Gobierno del Distrito Federal se ha deshecho de inmediato del berrinche para dedicarse, mejor, a gobernar de la mejor manera.
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Toda oposición enfrenta una disyuntiva después de una derrota electoral: colaborar o confrontar. En Estados Unidos, el partido republicano parece haber apostado, de nuevo, por el segundo modelo. Se equivoca. En México, la izquierda se ha fracturado en dos corrientes cuyo principal desacuerdo es precisamente la adopción de estrategias distintas frente al status quo de nuestra vida política. El grupo que ha optado por antagonizar al Presidente y a todo aquel que ose reconocerlo es de todos conocido. No tiene mucho caso dedicarle, por ahora, mucha más tinta. El modelo de confrontación tiene costos muy altos y límites claros: no entiendo la insistencia malsana en replicarlo en el nuevo sexenio.

Prefiero reflexionar sobre nuestra otra izquierda. Durante el sexenio de Felipe Calderón, la izquierda colaborativa se perdió, de manera comprensible aunque injustificable, en la bruma del 2006. Marcelo Ebrard, por ejemplo, tuvo que esperar hasta los estertores de su mandato para deshacerse de la exigencia de repudiar a Felipe Calderón. Uno intuye que, en su fuero interno, lamentó tener que postergar inútilmente la estabilidad de la relación entre su gobierno y el de Calderón: la propensión de Ebrard es mucho menos confrontacional de lo que mostró durante su sexenio en la capital.

Da gusto que el nuevo Gobierno del Distrito Federal se ha deshecho de inmediato del berrinche para dedicarse, mejor, a gobernar de la mejor manera. Miguel Mancera ha comenzado estupendamente. Para muestra, su gabinete. En muchos rubros, el equipo de trabajo de Mancera es mejor —más osado, más innovador— que el del propio Peña Nieto. Ha sido un acierto sumar al nuevo gobierno capitalino a funcionarios eficaces de la administración anterior, como Ahued y Moreno Brizuela. También es digna de aplauso —aunque electoralmente pragmática— la inclusión de Carlos Navarrete. La presencia de Chertorivski y Drucker garantizan sensatez y —uno espera— arrojo. Lo mismo puede decirse del histórico nombramiento de Cuauhtémoc Cárdenas. En suma, la vocación de Miguel Ángel Mancera parece estar clara: hacer un buen trabajo en la capital que tan bien conoce, pero también demostrar el calibre de equipo que puede reunirse alrededor de una figura que representa a la izquierda colaborativa —que no manipulable, que no rendida— que nos hacía tanta falta.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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