Cómo ganar un debate

Para ganar un debate, un candidato debe exponer su proyecto, embestir cuando sea necesario y responder con gran firmeza a los ataques en su contra para luego revertirlos.
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Debatir es un arte. Lo ha sido desde hace miles de años. Desde Cicerón hasta Churchill, las carreras de los grandes políticos de la historia se han forjado en el escenario del debate. Con la salvedad del debate legislativo de primer mundo, la máxima expresión del debate político ocurre, hoy en día, en los encuentros entre candidatos presidenciales. Ese tipo de debate sigue siendo un arte. Pero es más una ciencia.

En Estados Unidos, los aspirantes a la presidencia pasan semanas enteras de adiestramiento. Como un boxeador que se prepara para una pelea de título mundial, el candidato enfrenta a un sparring con un estilo retórico similar al de su rival (o rivales, en el caso mexicano). El entrenador le enseña trucos para defenderse, pero también para atacar. Hay asesores de imagen, de vestuario, de comunicación verbal y no verbal. Como los boxeadores y sus campamentos de altura, muchos candidatos se retiran durante varios días para concentrarse. Nada se deja a la improvisación.

Hay varios grandes maestros de debate en EU de los que se puede aprender lo básico. Después de todo, el debate es casi un deporte competitivo en las preparatorias y universidades estadunidenses (y de otros países, claro). De ahí han salido hombres como Brett O’Donnell, quien comenzara como entrenador universitario y luego fundara una empresa especializada, desde la que entrenó a George W. Bush y, en 2012, a Mitt Romney. O como Todd Graham, quizá el mayor especialista del tema en EU. Graham tiene una fórmula con la que ilustra lo que debe hacer un político para ganar un debate. La resume bajo las siglas AARP: “argumentar”, “atacar”, “responder” y “presencia”.

Graham explica que lo primero que tiene que hacer un candidato en un debate es persuadir mediante argumentos. Pero no basta con la oratoria de altos vuelos (aunque no creo que nos den ese gusto el domingo). Para argumentar de manera eficaz, resulta clave contar con datos, información dura y —factor clave— alguna anécdota que aterrice el argumento. Por ejemplo: “La economía está mejorando, estas son las cifras y, para ilustrarlo, aquí está la historia de ‘x’”. Una vez que ha argumentado, el candidato deberá estar listo para atacar. Pero el ataque tiene su ciencia: deberá ser preciso, breve y, en la medida de lo posible, redondo, dejando poco espacio para una escapatoria. Y de ahí a la siguiente clave: responder. Ésta es, quizá, la más importante, sobre todo para el puntero. De acuerdo con Graham, de nada sirve defenderse si el político atacado no sabe transformar esa defensa en un contraataque. Graham le llama la estrategia del “paso hacia atrás, pivote hacia el frente”. En pocas palabras, se trata de defenderse y, cuanto antes, ir hacia delante. El candidato atacado debe tomar el argumento en cuestión y revertirlo, sin chistar, contra su oponente. Hace poco, Graham ilustraba esta variable con Romney. Cuestionado con firmeza durante un debate por ser “solo un gerente empresarial” sin capacidad de liderazgo político, Romney defendió su historial en la iniciativa privada e inmediatamente tomó el mismo argumento para explicar cómo no hay mayor líder que aquel que encabeza una compañía. Así, dice Graham, “Romney redefinió el debate”. Pero mucho ojo: si Romney solo se hubiera defendido sin contraatacar después, habría demostrado debilidad, pecado capital en un debate. La última variable de Graham es también fundamental. Graham ha explicado que, en un debate televisado, es tan importante la presencia como lo que se dice. Hay que “verse presidencial”. Tener una presencia impecable y segura en cámara puede incluso contrarrestar un discurso mal estructurado.

En suma, para ganar un debate, un candidato debe exponer su proyecto, embestir cuando sea necesario y responder con gran firmeza a los ataques en su contra para luego revertirlos. Todo esto, con absoluta serenidad y seguridad, transmitiendo fuerza y don de mando. No es poca cosa. Por eso es de suponerse que los candidatos a la Presidencia de México atraviesan ahora por un entrenamiento intenso, quizá en manos de figuras similares a O’Donnell o Graham. Si no es así, el público lo notará el próximo domingo. En un debate, como en una pelea, la falta de preparación no se puede ocultar.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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