Narrativas apocalípticas y el futuro feo

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Desde hace casi una década el Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) organiza el SITAC, un simposio internacional para discutir diferentes aspectos de teoría del arte contemporáneo. Este año el tema fue Teoría y Práctica de la Catástrofe. Como parte satelital del SITAC se imparten también clínicas, cursos a caballo entre un taller y un seminario, que buscan seguir explorando el tema principal del simposio de manera más dialógica y acotada. Cuando me invitaron a impartir una de las clínicas decidí tomar como eje la idea de que nuestra visión de mundo se forma a base de narrativas, y que actualmente dicha visión se alimenta cada vez más de narrativas apocalípticas.

1. Nuestras representaciones de la realidad siempre se han nutrido en mayor medida del conflicto que de la calma. Con relación al pasado, Hegel decía que los periodos de paz son páginas blancas en la historia. En cuanto al presente, los dichos periodísticos son elocuentes: “Las buenas noticias no son noticias”. En inglés se asegura que: “If it bleeds it leads”; entre más sangrientos sean los hechos que cubra la nota, más posibilidad tendrá de aparecer en primera página, algo que hemos comprobado recientemente en México donde los encabezados muestran cada vez más descabezados. A la vez, cada vez se escuchan con mayor frecuencia cantinelas pesimistas, como la del “estado fallido”, que ponen en duda la viabilidad del futuro.

2. Lo mismo sucede en la ficción, así sea una obra de Shakespeare, Los Soprano o una telenovela: para involucrarnos en la historia de los personajes necesitamos que les vaya mal. Aristóteles resaltaba en su Poética que la tragedia funciona cuando logra mostrarnos la desgracia de gente como nosotros y Denis de Rougemont dictaminó que el amor afortunado no tiene historia: Romeo y Julieta dándose la mano al principio de la obra, sin obstáculos por delante, cancelan por completo la posibilidad de la obra. Cuando el futuro forma parte de la trama tiende a ser distópico, apocalíptico o inexistente, como lo muestran las mejores obras de anticipación. En literatura resulta evidente en los escenarios planteados por Huxley, Orwell, Zamiatin o McCarthy. En el cine es casi un requisito para cualquier cinta de ciencia ficción, como Cuando el futuro nos alcance, Terminator, Matrix, Wall-e y un cada vez más largo etcétera.

3. Tal vez el mejor ejemplo sobre cómo recurrimos a la narrativa para explicar la realidad sea la catástrofe misma. A la sombra de la debacle surge un caudal de historias generalmente contradictorias. Pongamos como ejemplo la epidemia de influenza A(H1N1) que cimbró principalmente a México en 2009. Durante el acmé de la epidemia el miedo nos hacía proclives a creer con mayor facilidad alguna de las descabelladas historias que buscaban hilar los eventos narrativamente y dar con su causa: que si se trataba de una conspiración del FMI o de las grandes compañías farmacéuticas; que si se vinculaba con la reciente visita de Barack Obama a México; que si venía del espacio exterior.

Aun a la distancia es un tanto perturbador comprobar qué tan distintas pueden ser las versiones sobre lo que sucedía. Compárense esta nota y esta otra de El Universal. La primera buscaba acallar los rumores infundados sobre la epidemia. A la vez, y con solo dos días de diferencia, negaba algo que se había tratado como una nota seria en el mismo diario: la posibilidad de que el virus de la influenza hubiera llegado del espacio exterior. Para quienes no den crédito, aquí hay otra nota adicional de la BBC que cubre la misma teoría científica nueve años antes. Como si no fuera suficiente, a mediados de 2010 el British Medical Journal dio fundamentos para el complot de Big Pharma: publicó que los mismos asesores que recomendaron a la Organización Mundial de la Salud elevar la alerta sanitaria al grado de pandemia tenían vínculos laborales con las compañías farmacéuticas que más se beneficiaron de esta crisis. Como se puede ver, a veces las teorías conspiratorias más descabelladas y las explicaciones objetivas pueden llegar a ser indiscernibles.

4. Es posible que nuestra fijación por el conflicto en recuentos fácticos y ficticios tenga bases biológicas: En nuestro largo pasado evolutivo entender el conflicto y sus causas ha tenido un impacto considerable para nuestra supervivencia. Evitar la muerte y buscar reproducirse son las pulsiones humanas más fuertes. De ellas depende el imperativo vital de mantener los propios genes en el mundo tanto como sea posible. En La Biblia el tránsito humano sobre la Tierra comienza en el Jardín del Edén y termina con el Apocalipsis, lo que resulta significativo para mostrar nuestra tendencia por idealizar el pasado y temer al futuro; imaginarlo feo. Esta tendencia puede ser un recordatorio de lo evidente, la catástrofe individual y colectiva que nos aguarda, el mismo conflicto primordial que inspiró al Gilgamesh, la narrativa más antigua que conservamos: al final, todos vamos a morir.

– Gonzalo Soltero

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(Ciudad de México, 1973) es autor de cinco libros de narrativa. Su libro más reciente es la novela Nada me falta (Textofilia, 2014).


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