Mediterráneo árabe

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Pasé los últimos diez días de julio en Sète, un puerto occitano relativamente célebre porque en él nacieron y fueron sepultados el cantautor Georges Brassens y el poeta Paul Valéry, y también porque muy cerca de su embarcadero se ubica el cementerio marino que inspiró el conocido poema homónimo. Fui invitado allí en ocasión del festival de poesía Voix Vives de Méditerranée en Méditerranée, al que acudieron cien poetas: muchos franceses, tres sudamericanos (Sergio Badilla Castillo, de Chile; Enán Burgos, de Colombia; Noni Benegas, de Argentina), y autores provenientes de distintos países del sur de Europa (Claudio Pozzani, de Italia; Jaime Rocha, de Portugal; Patricia Esteban, de España; Afroviti Gusho, de Albania; Ana Ristovic, de Serbia; Iossif Ventura, de Grecia; Zvonko Makovic, de Croacia –por mencionar a unos pocos). Había, además, cerca de 30 poetas de lengua árabe.

Muy pronto me sentí tocado por el temperamento de ese idioma. Fouad (un músico marroquí que pulsaba una peculiar variedad de laúd para ambientar el blues mexicano que yo estaba cantando en un parque llamado Chateau d´eau) me contaba que hay un importante tráfico de pasaportes robados entre su país y el mío porque, dicen, los habitantes de ambas naciones nos parecemos mucho. El parecido, agregaría yo después, no es solamente físico: si no fuera porque teníamos que comunicarnos en inglés, el desvelo irreverente de nuestras charlas en el parque –hasta donde vino a callarnos la autoridad francesa en un par de ocasiones– bien podría haber transcurrido en Kenitra o en Saltillo.

Al festival acudió, era de esperarse, el poeta de lengua árabe que mayor prestigio goza en Occidente: el sirio-libanés Adonis. Gentil y simpático, y sin embargo ligeramente distante, siempre de saco pese al calor insoportable, conversó cinco minutos en su parisino francés con cualquiera que se le acercaba, y debe haberse tomado la foto con media concurrencia. Yo no hablo francés ni tengo cámara de fotos: me limité a elogiarlo con una mímica que él agradeció sonriendo e inclinando ligeramente la cabeza. Permaneció en Sète durante los primeros tres o cuatro días del encuentro; luego se fue.

Otros poetas que acudieron al festival, y cuya obra pude rastrear en la web vertida al inglés, fueron el sirio Monzer Masri y el anglo-iraquí Salah Niazi. No sé si son las traducciones o los textos en sí (en el caso de Niazi, es él mismo quien ha hecho la versión), pero en ambas lecturas percibo esa objetividad discursiva que caracteriza a buena parte de la tradición anglosajona; como si una estilística propia del idioma se comiera (suceso quizás inevitable) cierta zona del poema. Algo similar me sucede al leer a otro de los convidados a Sète: Salah Stétié, poeta libanés de gran prestigio en Francia, y autor cercano (estilística y personalmente) a Yves Bonnefoy. Aunque el link que ofrezco muestra un poema en español, su tono me remite enseguida a la tradición francesa.

Además del encuentro literario y personal con estos poetas, me causó entusiasmo conocer al egipcio Ahmad Yamani.

Se trata, en primer lugar, de un autor de mi generación: nació en 1970. No deja de serme familiar su irónica versión (en el poema que pongo como link) de un tema tan caro a Juan Rulfo y a los mexicanos en general: el cadáver parlanchín. Pero, además, nos une el idioma: Yamani vive en Madrid, habla un español fluido y se dedica, desde hace algún tiempo, a trazar puentes entre nuestra lengua y el árabe. Gracias a su guía pude leer en español a otros autores invitados al festival: el libanés Abbas Baydoun; el iraquí Fadhil Al-Azzawi, un espléndido poeta que vive desde hace años en Berlín, y del cual hay 25 poemas traducidos en el link que subrayo (una fortuna); y, por último, el egipcio Helmi Salem.

La escritura de Helmi (nacido en 1951) muestra, me parece, significativos nexos con la obra de los neobarrocos latinoamericanos y los language poets. Pero no solo eso: mantiene, a la vez, una tensa y beligerante empatía con los tópicos de la lírica árabe tradicional. Una combinación que me resulta a un tiempo familiar y extraña: vigorosa.

El Festival Voix Vives de Méditerranée en Méditerranée contó en su haber, además, con una espléndida selección de conciertos: Sapho, Buika, Daniel Melingo, L´Orchestre National de Barbés, Esma Redzepova, Julia Migenes… La noche final se reservó, sin embargo, para aquilatar de nuevo el palimpsesto entre Oriente y Occidente: una función al aire libre con el grupo tuareg Tinariwen. Guitarras eléctricas poblando la noche del desierto.

– Julián Herbert

http://www.youtube.com/watch?v=hOeEiTUA5qU

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