Hirsi Ali contra el fatalismo

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Ayaan Hirsi Ali

Reformemos el islam

Traducción de Iván Montes, Irene Oliva y Gabriel Dols

Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2015, 288 pp.

Los libros de Ayaan Hirsi Ali, su propia figura física –víctima de la ablación a los cinco años, huida de un matrimonio forzoso en la juventud, amenazada de muerte y vigilada en la edad adulta–, van al núcleo de lo que durante el último cuarto de siglo ha pasado al primer plano de los enemigos de la civilización: el islamismo. Y aquí enseguida muchos matizarán: el enemigo no es la religión islámica, sino el islamismo radical. Sobre este punto es, precisamente, donde a menudo se ha centrado Hirsi Ali, y en particular en esta obra última, Reformemos el islam. Los libros de Hirsi Ali contienen una parte testimonial muy poderosa, y saltan de lo autobiográfico a las ideas, y de las ideas a los testimonios de otros. Van de sus experiencias vividas a la filosofía, que descubrió en las universidades holandesas y que en su caso significó una vía de liberación: su figura nos recuerda que, antes que un ejercicio intelectual para relativistas, cínicos u ociosos, la filosofía se refiere a algo tan real como poder salir a la calle siendo mujer con la cara descubierta, o no.

Hirsi Ali, seguidora de la tradición orwelliana, se hace incómoda no solo para sus enemigos oficiales, que reclaman su muerte, sino para muchos de quienes supuestamente deberían defenderla. Buena parte de la derecha la considera demasiado atea y volteriana, mientras que la izquierda la tiene por una liberal de derechas que ya en su día tuvo que apartarse de los socialdemócratas holandeses por no compartir su política multiculturalista, un supuesto respeto hacia la diferencia cultural que, en cierto modo, no hace sino condenar a quienes, como ella, buscan precisamente el refugio de la ley y de la razón.

La tesis de Reformemos el islam vendría a ser que no bastan las medidas militares o policiales para combatir el integrismo islámico, sino que hay que emprender un combate masivo en lo ideológico y en lo doctrinario, igual que, según ella, para acabar con la Guerra Fría y vencer al totalitarismo comunista fue preciso un desgaste continuo en el campo de las ideas y en las concepciones de lo que debe ser una vida buena. Es falso –y esta parte es muy interesante, tal y como aparece en el libro– que el integrismo islámico se deba solo a cuestiones socioeconómicas, como a menudo se pretende hacer creer, y para prueba de ello bastaría atender a cómo otros grupos religiosos que comparten el mismo tramo socioeconómico no se dedican a inmolarse en los mercados. Según la autora hay, pues, una parte doctrinal en el islam, un germen violento e incompatible con la modernidad, a la que debemos prestar la atención debida, y no quedarnos en el tópico de decir que el islam, como cualquier otra religión, es “una religión de paz”, pensando que únicamente son el problema los integristas. Hirsi Ali ha insistido una y otra vez en que el problema no son los integristas, sino el islam. Llegados a este punto, la autora da un giro con esta obra y propone que, igual que Lutero reformó el cristianismo en el siglo XVI, abriendo las puertas a una concepción más abierta de la religión, algo que germinaría en un liberalismo económico y en un progreso ensalzador de la individualidad –Max Weber está en el trasfondo de algunas de estas ideas–, el islam requiere hoy de una reforma. A imitación de lo que hizo Lutero, la propia Hirsi Ali propone una serie de “tesis”: “1. Garantizar que Mahoma y el Corán se prestan a la interpretación y a las críticas; 2. Dar prioridad a esta vida, no a la vida después de la muerte; 3. Limitar la sharía y poner fin a su preponderancia con respecto a la ley seglar; 4. Poner fin a la práctica de ‘ordenar lo que está bien, prohibir lo que está mal’; 5. Abandonar el llamamiento a la yihad.” Estas tesis son el esquema de las materias que la autora va tratando en el libro. En todo caso, al lector se le plantea una cuestión, una duda: ¿puede presentarse como reformadora del islam una persona que se ha declarado no creyente y que se ha convertido en la apóstata más célebre de este credo? ¿Puede esta persona influir realmente entre los creyentes musulmanes? En principio parece difícil, aunque, por otra parte, el libro es extraordinario en los testimonios y reflexiones que recoge. En cierto modo es como si Hirsi Ali, después de pasar por un ateísmo de corte europeo, en la línea de su maestro Herman Philipse, hubiese interiorizado una actitud menos beligerante hacia la religión, propia del liberalismo común de los Estados Unidos, su nuevo hogar. No serían las religiones en sí el enemigo, sino ciertos aspectos de los credos religiosos. De manera que “entre la apostasía y el yihadismo” Hirsi Ali propone para los musulmanes una “tercera vía”, núcleo de este libro.

Reformemos el islam está lleno de enfoques novedosos y provocativos, y no solo para los lectores musulmanes. Así, se enfrenta a los que tratan de anular su mensaje buscando causas psicológicas, diciendo que es una traumatizada, o sociológicas. Su defensa de la individualidad va, como he dicho, de las ideas a los hechos, como cuando describe el acoso al que es sometida por algunos estudiantes musulmanes en sus cursos de Harvard, o el rechazo de otras universidades occidentales hacia ella por considerar que puede resultar ofensiva para algunos creyentes. ¿Por qué a Occidente le parece inaceptable el régimen del apartheid, ya desaparecido, pero encuentra razones para disculpar la segregación de las mujeres en el mundo musulmán?, se pregunta la autora. ¿Por qué todos reconocemos la labor de Solzhenitsyn, mientras que nos parecen “no representativos” los nombres de los disidentes musulmanes? Y, contra todo fatalismo, escribe: “Yo no creo, como otros, en el ‘atraso’ congénito de los árabes o los musulmanes, ni tampoco en el de los africanos o los somalíes, dicho sea de paso […] Soy universalista. Creo que todo ser humano posee el poder de la razón, además de conciencia. Eso incluye a todos los musulmanes como individuos.” ~

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(Huesca, 1968) es escritor. Su libro más reciente es La flecha en el aire. Diario de la clase de filosofía (Debate, 2011).


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