Lamentamos el error

En los medios impresos mexicanos es una costumbre terrible el transcribir información sin verificar.
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El texto apareció publicado el 27 de enero de 2008 en las páginas de El Universal: “El gobierno del estado anunció el reforzamiento de la vigilancia en la entidad para evitar el efecto ‘cucaracha’, luego de la detención, en el Distrito Federal, de Arturo Beltrán Leyva, uno de los lugartenientes del narcotraficante, Joaquín El Chapo Guzmán Loera”.

En realidad, la nota se refería a la detención de Alfredo Beltrán Leyva realizada seis días atrás en Culiacán, a 1,043 kilómetros de la ciudad de México. Arturo era su hermano, pero él no fue capturado, aunque murió 23 meses después, durante un enfrentamiento con elementos de la Marina en Morelos.

Reciclada periódicamente por decenas de diarios en Europa, Sudamérica y México, existe una nota que informa del hallazgo por parte de la policía de un documento con supuestos símbolos usados por bandas de ladronespara poner en alerta a otros sobre dónde dar un golpe, que tan fácil es robar o no en una casa, las características de las personas que allí viven, sus hábitos o algún dato necesario para ingresar. Así llegamos hasta el mito de la inexistente pandilla guatemalteca Sangre, que puso en alerta en 2005 a medios y autoridades mexicanas, y que no era sino una de esas leyendas que volvió a tener vida gracias a mensajes falsos de alarma vía correo electrónico.

Detrás de la difusión de la información falsa o inexacta hay periodistas que están yéndose de cara con historias ridículas; periodistas que creen en cosas como la existencia de un sindicato mundial de ladrones de casa-habitación que comparten el mismo código; reporteros que publican sin tener un solo caso documentado; hay medios sin filtros que garanticen la información llegue depurada a las manos de los lectores o que corrijan el trabajo de reporteros descuidados o incapaces verificar información que se supone les es cercana.

No hace mucho, Scott R. Maier, un profesor de periodismo y comunicación en la Universidad de Oregon dio a conocer un ejercicio que mostraba que menos del 2 por ciento de los errores que cometen los diarios son rectificados. Después de elegir diez diarios, analizaron textos publicados en primera plana, así como de las secciones metropolitanas, de negocios, vida y estilo, excluyendo notas deportivas, artículos de opinión, columnas y reseñas, para un total de 3,600 textos periodísticos.

El paso siguiente fue contactar a las fuentes primarias de las notas y de este modo constatar si había errores en la información publicada, pero sólo se tomaron en cuenta errores sustanciales, omitiendo las irrelevancias. Aun así, se detectaron 2,615 errores en 1,220 textos, lo que significa que casi la mitad de éstos contenían uno o más errores. ¿En cuántos casos se rectificó? Sólo en 23. Por supuesto, un medio no puede rectificar si no es consciente del fallo, pero Maier se encontró con que 130 de las fuentes consultadas hicieron contacto con el diario para señalar el equívoco, y sólo cuatro casos se vieron traducidos por lo menos en una fe de erratas.

Otro hecho significativo ocurrió el 29 de marzo de 2009, cuando apenas habían pasado unas horas de la muerte del compositor francés Maurice Jarre. Los obituarios en los medios reproducían una frase para la posteridad: "Mi vida en sí misma ha sido en un largo soundtrack. La música fue mi vida, la música me dio la vida y la música es cómo seré recordado. Cuando muera, habrá un vals sonando en mi cabeza que sólo yo podré escuchar".  

Un mes después Shane Fitzgerald, un estudiante irlandés de sociología reconoció ser el autor de la cita y haberla atribuido a Jarre en Wikipedia. Los medios web que usaron el material inventado en sus obituarios corrigieron el error en sus versiones online, sin asumir ninguna responsabilidad por el material difundido. Sólo el rotativo inglés The Guardian admitió el hecho y dio una larga explicación al respecto.

El experimento de Fitzgerald puso en evidencia el uso de Wikipedia como fuente primaria de muchos periodistas. Pero hay algo más: los administradores de Wikipedia retiraron la cita un par de veces ante la ausencia de referencias que acreditaran la fuente de la que se había tomado la frase del compositor; los periodistas no pusieron ni por un momento en duda su autenticidad.

Los datos importan, aunque la inmediatez de la noticia hoy sea un argumento en contra de varias empresas periodísticas para difundir especulaciones. Como cita el periodista español Xabier Fole, hubo un tiempo que el periódico formaba parte de la educación del ciudadano y muchas generaciones aprendieron a conocer el mundo que les rodeaba gracias a la habitual lectura del diario. Una labor mínima de fact checking debería evitar que un medio difunda datos erróneos fácilmente comprobables, justamente porque la credibilidad viene de ofrecer al público material que no pueden encontrar en ningún otro lugar. Sentir que se está informado, que merece la pena pagar por lo que un reportero o columnista escriben construye una percepción de excepcionalidad periodística que se forja con los años, a base de tomarse muy en serio al público, subraya Fole.

Lograr que la información que se publica diariamente sea precisa y confiable, obliga a los editores de diarios a mantener el rigor y la honestidad como primera norma de trabajo. Pero el medio mexicano es peculiar; continuamente las empresas periodísticas recortan gastos y personal entre reporteros y editores, con lo que consiguen también mermar la calidad del periódico y de las historias.

La tarea de generar valor informativo queda en manos de columnistas que transcriben información “tal como les fue entregada” o que dan vuelo a versiones escuchadas en programas de farándula, sin informar nada en realidad, sin que sus textos tengan un genuino cable a la realidad y sin un sistema de rendición de cuentas efectivo que exija a los editores, redactores y reporteros a reconocer que se ha defraudado al lector y a decir con todas sus letras “lamentamos el error”.

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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