La Madre y los seis alegres bohemios

¿Qué sabemos del autor del famosísimo "brindis del bohemio"? 
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Entre los seis bohemios que, en una noche de invierno y en torno de una mesa de cantina beben “copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo” (¿y nada de tequila?) y brindan por el año ido y el que viene, por la esperanza, por la inspiración y por (¡claro!) las mujeres, se levanta Arturo, el bohemio “más puro, de noble  corazón y gran cabeza”, e, introduciendo en la escena de francachela un icono de virtud, dice que también brinda por la mujer, pero no por una de las que ofrecen interesada y hasta mercenariamente sus hechizos, sino “por  la mujer que le arrulló en la cuna”, es decir: su versión íntima de la Madre universal que le motiva una tirada de versos llenos de ternura y carentes de la más leve intensidad lírica:

“Por la anciana infeliz que sufre y llora

 y que del cielo implora

que vuelva yo muy pronto a estar con ella

 por mi Madre, bohemios, que es dulzura

 vertida en mi amargura/

y en esta noche de mi vida, estrella…”

Acaso en el cercano Día de las Madres todavía se oirán, dichos desde muchas voces de gran empaque (como fueron oídos durante décadas desde los años cuarenta), todos los heptasílabos y endecasílabos de ese tal vez no más leído pero acaso más declamado poema de la literatura mexicana: “El brindis del bohemio”, escrito nadie sabe cuándo por Guillermo Aguirre y Fierro y publicado en libro en 1942.

Soy el primero en advertir las demasiadas incertidumbres del anterior párrafo: “tal vez”, “acaso”, “nadie sabe cuándo”, pero qué puedo hacer sino registrar la digamos fantasmidad de ese autor ausente tanto del tomo Iº del Diccionario de escritores mexicanos de la UNAM (1ª edición, de 1985) como del floripondioso y muy informativo y entretenido libro de Julio Sesto (no Sexto, pues no es un Papa):La bohemia de la muerte / Biografías y anecdotario pintoresco de cien mexicanos célebres en el arte, muertos en la pobreza y el abandono, y estudio crítico de sus obras (2ª edición, 1958).

Del autor del más frecuentado poema mexicano dedicado a la Madre, y quizá a cualquier tema mexicano y/o universal, solo hallé lo que resume esta sucinta ficha en la enciclopedia Milenios de México, de Humberto Musacchio (edición de 1999):

“Aguirre y Fierro, Guillermo, n. en San Luis Potosí, SLP, y m. en el DF (1887-1949). Ejerció el periodismo a partir de 1901 en ElDemófilo, de San Luis Potosí, y dirigió El Tecolote en Aguascalientes, así como El Heraldo Independiente y El noticioso (1913). En 1915 se refugió en El Paso. En 1937 se estableció de nuevo en San Luis Potosí y fue director de Vanguardia. En la ciudad de México colaboró en Últimas Noticias. Autor del poema ‘El brindis del bohemio’, que forma parte de su libro Sonrisas y lágrimas.”

Pero, pese a la pequeñez biográfica del autor, el poema “El brindis del Bohemio” (que muchos considerarían meramente recitable en una pausa sentimental de “cuates” de cantina), ha alcanzado la quizá perennidad de una ilustre antología: la del afilado poeta y crítico tan exigente, tan inmune a la cursilería bohemística, como Gabriel Zaid,  que incluyó esa especie de romance modernista en su ya clásico Omnibus de poesía mexicana y lo defendió en un ensayo de su libro Leer poesía.

Para Zaid “El brindis del bohemio” es un poema que “se deja leer” gracias a su visualidad, su narratividad, su limpieza prosódica, su movimiento, su precisión y amplitud escenográfica y su variedad de puntos de vista que lo hacen casi cinematográfico, y concluye declarando que lo eligió “porque me gusta desvergonzadamente”… y ese es muy su derecho.

Pero debo decir que sigo asombrado de que a tan buen poeta y crítico le guste tan impúdicamente “El brindis del bohemio”, que, sí, tiene muchas virtudes digamos técnicas, pero que (según yo, insisto) es tan huérfano de poesía como el “Nocturno a Rosario, “poema inepto y machacón” de Acuña. 

Tanto en su celebración de ese tonto y sucio heroísmo  sublimizado: la bohemia, como en su convencional y cursi imaginería de la Madre, el poema del minibiográfico Aguirre y Fierro me parece (¡mis disculpas, Gabriel!) una involuntaria parodia de poema. Muy bien pudo ser recitado por el pomposo y risible don Susanito Peñafiel y Somellera (maestramente actuado por Joaquín Pardavé) en México de mis recuerdos, la divertida comedia porfirianólatra de Juan Bustillo Oro filmada en 1943, un año después de la publicación en libro de “El brindis del bohemio”.

(Publicado previamente en el periódico Milenio)

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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