Juan Pablo Meneses, periodista (1)

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“Para ser periodista portátil tuve que matar mi vida anterior”

Juan Pablo Meneses pasa más tiempo viajando que en su casa. Que no es una casa, es un hotel. Por ahora. Tras pasar por Madrid, donde presentó su último libro y su teoría del periodismo portátil en sitios emblemáticos como la Universidad Complutense y Casa de América, habló con Letras Libres en Buenos Aires antes de partir a Chile para escribir cómo viven sus compatriotas la participación de su selección en el Mundial. Y desde allí partía a hacer una gira por todo Perú presentando su último libro, Hotel España, y a dictar talleres. Luego se iba a Colombia, donde visitará varias ciudades, para luego bajar hasta Montevideo y dar otro salto hasta México. Meneses acuñó el término “periodismo portátil” para describir ese tipo de periodismo nómade en el cual no existe la estabilidad sino la supervivencia, aquél en el cual es indispensable buscar el costado menos ordinario de la realidad, para diferenciarse de las noticias del periodismo diario.

¿Cómo se hace “periodismo portátil”?

Viajando con poco, haciendo de los cybers o de los cafés con wifi libre tu oficina, no estando atrapado en la maquinaria administrativa del periodismo de todos los días, saliendo a la calle… Hay que recorrer el mundo contando historias, y no me refiero sólo a cruzar océanos y llenar pasaportes, sino que puede hacerse dando la vuelta a la manzana: ésa es una de las máximas del periodismo portátil. Hoy, siento que el periodismo se está haciendo mucho dentro de las redacciones, por teléfono… En cuanto a los conceptos, el principal es que, para poder sobrevivir contando historias que sean diferentes hay que fijarse en la anécdota dejada de lado por la noticia dura de agencia, del periódico, del día a día. Todo lo que sobra del periodismo diario sirve para que uno escriba una historia.

¿Y cómo llegaste al periodismo portátil?

Trabajé temporalmente en redacciones, pero nunca he sido de planta, he hecho reemplazos y cosas así, aunque siempre sentí que quería estar en otro lugar. Hace más de diez años trabajaba en Chile en una redacción. Recuerdo que le decía al director: “Yo quiero viajar y escribir historias”. “No, ese periodismo ya no existe”… Tanto me dijo que ese tipo de periodismo no existía que yo dije: “Bueno, si no existe el periodismo que quiero hacer, yo lo voy a hacer”. Así nace el periodismo portátil: si el periodismo de hoy no permite que uno viaje, escriba historias, las publique y sobreviva de eso, vamos a hacer un periodismo donde eso no sólo se permita, sino que sea el objetivo fundamental e inicial.

Pero para eso se necesita contar con el dinero necesario para hacerlo…

Obviamente, de decirlo a llevarlo a la práctica hay todo un trecho. Yo lo podía decir, pero no tenía un peso para salir, no tenía cómo viajar, no tenía nada… Afortunadamente, recibí una plata de un concurso de la revista colombiana Gatopardo, y con esa plata me compré un computador, una cámara digital y le dije a mi jefe “Bueno, voy a probar, tres meses, cuatro meses…” Y todavía no volví [risas].

Siempre hablas de sobrevivir más que de vivir…

Es que se trata de sobrevivir: hay que escribir para todos lados y de todos los temas, si no es muy difícil. El periodista que está en un área está muy encerrado en ella y pierde la perspectiva: ahí está la gracia de esta cosa desmontable, transportable o adaptable a distintas situaciones. Cuando uno llega con otra perspectiva, las historias que va a vender terminan interesando, porque llega con una mirada más fresca, con más distancia. Los periodistas deportivos son demasiado amigos de los jugadores; los periodistas políticos son demasiado amigos del poder; los periodistas de espectáculos son demasiado amigos de los músicos y de los actores. Entonces, a veces escriben a partir del odio o el afecto que le tienen a esa gente. Pero nunca hay una mirada distante, que es la mirada del extranjero. El periodismo portátil, este periodismo que agarra los restos, es también un periodismo a partir del desarraigo, uno va por distintos mundos sin ser parte de ninguno. Por eso se puede hablar de distintos mundos.

¿No existe esperanza de hacer algo distinto para los periodistas de redacción?

Sí, creo que el periodismo portátil es una actitud de vida, y puede hacerse desde dentro de la redacción: uno tiene que proponer temas, ideas… Lo que pasa es que cuando uno trabaja en una redacción, termina comprando el combo completo: llegar, sentarse, que te digan qué nota tienes que ir a hacer, qué tienes que preguntar… terminas siendo como un aparato. En cambio, si empiezas a proponer, el editor puede darte un lugar.

Con respecto al concepto del extranjero que defiendes, muchas veces a quienes no son naturales de un país se le reprocha el criticar cosas de ese país…

Sí. En mí caso no es algo que yo haya decidido, en el fondo: siempre sentí que tenía una mirada de extranjero, incluso cuando vivía en Chile. Eso es lo que yo rescato del periodismo que me gusta hacer. Hay muchos periodistas que proponen en las redacciones sólo temas de bares y playas donde ellos van, obras de teatro que a ellos les gustan, bandas de rock que ellos escuchan: es siempre estar en el mismo mundo. Lo que yo propongo es tratar de abrirse. Obviamente, la gente que está dentro de ese escenario, de ese país, de ese círculo al que nosotros vamos a entrar, nunca va a estar conforme. Ahora he presentado Hotel España en muchos países, y hay gente que me dijo “Me gustó mucho el libro, pero creo que debiste haber escrito un poco más de nuestro país”. Todos quieren que de su lugar se hable un poco más, un poco mejor, y terminan pensando que ellos son ese lugar. Entonces, siempre te lo van a criticar, pero yo creo que la mirada del extranjero es fundamental a la hora de hacer buenas historias. Incluso si uno quiere contar la historia de su propia familia, tiene que contarla como un extranjero. No hay que tenerle miedo a los conflictos y a las crisis, a hablar de cosas complejas. Obviamente, cuando uno es extranjero y se manda una burrada, hay que aguantarse las críticas.

¿Es difícil conciliar la vida familiar con la laboral en este tipo de periodismo?

Sí, muy difícil. Una vez estaba dando una charla en la Universidad Católica de Chile, en Santiago. Cuando el profesor pasa al turno de preguntas, una chica que me dice: “¿Y tu te pudiste casar, con esta vida?” [risas]. En mi último libro, Hotel España, trato un poco de explicar cómo se lleva la vida diaria con esta vida de trabajo. En mi caso se llevaron muy mal: Hotel España parte de que un día me di cuenta de que llevaba tres años viviendo en un hotel dedicado exclusivamente a contar historias: si uno se dedica tres años exclusivamente a ensayar tiros libres, al final seguramente le va a salir algo bueno. Aunque es difícil compatibilizar este tipo de periodismo con una vida familiar convencional. Pero el mundo está lleno de distintas opciones de vida y esta supongo que será otra.

¿Vivías en un hotel porque querías huir del compromiso de un alquiler y todo eso?

Eso terminó siendo, aunque yo lo hacía por una cosa práctica. Yo me vine acá por una chica, y cuando me separé, no tenía dónde irme, y me fui a un hotel. Y de repente me di cuenta de que el hotel está buenísimo: si tenía que viajar a otro lugar, cerraba la puerta y no seguía pagando. Hasta que me di cuenta de que llevaba tres años en eso. Pero yo no siento que uno tenga que elegir una cosa o la otra.

Es interesante el concepto de gira artística que le has dado a las presentaciones de Hotel España en distintos países, como si fueras una estrella de rock…

[Risas] Es que la gira de Hotel España es como parte del mismo libro. Si yo hago un libro de viajes por toda Latinoamérica, y lo presento sólo en Buenos Aires, no tiene mucho sentido: lo voy a presentar en varios países. ¿Lo presento sólo en las capitales? Tampoco tiene mucho sentido. El proyecto Hotel España es todo lo previo y todo lo que ha seguido después: es ir, por ejemplo, a Guanajuato, una ciudad muy grande que yo no conocía, y que al libro te lo presenten sus diputados y autoridades, y que te cuenten que hacía 40 años que un escritor no mexicano no iba a presentar un libro a Guanajuato. O llegar a Chiapas y que te digan ¿cómo alguien viene a presentar un libro a Chiapas? Esta gira la organizo yo, no me la organiza la editorial. Porque precisamente, si yo organicé mi vida portátilmente, tengo que aprovecharla de alguna manera. Entonces se generan unas redes. Cuando yo estaba en Barcelona, me llamaron para ir a Huesca a dar un taller. Como tengo agenda abierta, de alguna manera, se aplica este concepto. Esta gira ha partido así: llevar el libro a lugares que están fuera del sistema. ¡A muchos lugares yo mismo tengo que llevar el libro! Porque hay muchos libros, pero en las capitales: en las ciudades chicas no hay.

Tienes una página web de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil, varios blogs de tus libros y en sitios donde colaboras, ¿los haces solo, o trabajas con colaboración?

Casi todo solo. Algunos no, como el blog de Clarín, el de Etiqueta Negra, o el de Emeequis. Pero los blogs de los libros y la página de la Escuela los hago yo. Aunque ya estoy tratando, de a poco, de delegar. Al principio, para el blog de la Escuela, hablé con diseñadores y programadores, me pasaron presupuestos, pero un programador de Clarín me dijo: “Hoy en día puedes hacer todo tú, y gratis. Y eso tiene mucho que ver con lo que tú haces”. Y es verdad. Ahora, lo que pasa es que se le olvidó decirme cómo podía hacer todo gratis. Y tuve que buscar todo yo. Pero al final, la web de la Escuela me costó diez dólares, que es la compra del dominio… Bueno, me costó diez dólares más diez años de periodismo portátil. Y haber sacrificado mi vida anterior, que fue cuando maté mi vida anterior, la que tenía en Santiago. Esa vida se murió y empezó otra.

– Feliciano Tisera

Foto: Leonardo Faccio

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Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.


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