Jornadas norcoreanas (primera)

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Mi dictador favorito entre todos es el Secretario General del Partido del Trabajo, Comandante Supremo del Ejército del Pueblo Coreano y Presidente del Comité de Defensa Nacional de la Republica Popular Democrática de Corea, más conocido –por disposición suya- como el Querido Líder, camarada Kim Jong Il.

Es el paradigma del dictador: sólo le rinde cuentas a un difunto (su señor padre), está rodeado de una sumisa y poderosa nomenklatura y tiene a sus órdenes un ejército de un millón 200 mil soldados (sin contar a la “Guardia Roja” y a la milicia, que le agregan otros 4 millones) dirigido por miles de generales que ostentan un promedio de catorce kilos de medallas en la fachada (uno de ellos su hijo Ok Kuk-Ryol). Es el cuarto ejército más numeroso del mundo, que consume un presupuesto de 6 mil millones de dólares anuales (la quinta parte de su PNB). Como se puede observar aquí, es además el ejército más sincronizado del mundo y el único que puede hacer el hipnótico “paso del amanecer florido”, una mortífera mezcla del “paso de ganso” nazi y el can-cán.

Además, el Querido Líder tiene otras características obligatorias del gran dictador: es imposible que se equivoque, sabe lo que su pueblo necesita aún antes de que lo necesite, de niño fue líder del “Sindicato de la Niñez Coreana”, tiene una maestría en economía política marxista, le gusta purgar cuadros, cada cinco años es unánimemente reelecto, se murió en 2008 pero revivió, está enamorado de Elizabeth Taylor, es misterioso y secreto, es un importante filósofo, poeta, novelista, ensayista, coreógrafo, compositor, científico, economista, inventor, escultor, gourmet, experto en internet, director y guionista de cine, director de ópera, compositor de óperas (tiene seis), director de revistas musicales y desfiles que tienen un mínimo de 100 mil elementos; sólo viaja en ferrocarril (atendido por seis jóvenes damas disfrazadas de mecánicas ferrocarrileras); juega golf y la prensa norcoreana reporta que suele hacer tres o cuatro hoyos en uno en cada ronda; tiene una colección con todas las películas norteamericanas filmadas en la historia y en ocasiones le da por mirarlas simultáneamente; sólo bebe whisky y sólo come langosta de París, Moscú y Hong-Kong; le ordena a su pueblo sonreír siempre, usa lentes oscuros y es chaparrito. Ah, y es muy popular (aunque dice The Onion que últimamente sus índices de aprobación han bajado al 120%). Ah, y tiene algunas bombas atómicas.

Iremos viendo en estos días algunos de sus honorables logros. Para empezar (aunque la bolita vaya un poco fuera de sincronía) cantemos todos el Himno de la Defensa Nacional, un pegajoso himno a-go-gó que, entre otras cosas, manifiesta la determinación de sus soldados por lograr que “honorables medallas brillen en mi pecho”.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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