Historia antigua

Grupos de estudiantes de secundaria abarrotaron las presentaciones de libros en la Feria de Minería. ¿Qué hay detrás de esto? Literatura, fútbol y una reflexión sobre la ficción en la escuela.
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1. Historia antigua

Para aprobar su materia, el profesor de español me pidió que durante dos semanas hiciera un seguimiento de medios. En teoría, la tarea consistía en que yo pudiera reconocer el valor del periódico y desarrollara las competencias necesarias para acercarme a tan valiosa fuente de información. En la práctica, el asunto consistió en comprar el diario durante quince días, ir a la sección deportiva y buscar alguna nota del equipo de fútbol favorito del maestro – el atlante (¿?)–, recortarlo y pegarlo en mi cuaderno. A modo de resumen de las notas, incluí tal cual los pies de página de cada foto, los balazos y el título de cada reportaje. Saqué siete.

2. Historia reciente

En la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jorge Volpi dio una conferencia en la que discutió el valor y la pertinencia de incluir la ficción como materia en las escuelas. La promoción de la lectura tendría que empezar, según el escritor, con la promoción y el fomento de la ficción. Pensar(nos) de otro modo.

3. Actualidad

Quien haya asistido a presentaciones de libros en la Feria Internacional de Palacio de Minería que recién ha terminado, quizá habrá notado la presencia de cierto grupo fácilmente identificable: grupos de adolescentes disfrazados de estudiantes de secundaria. Los jovencitos aterrizaban en cuanta presentación había, escogían un lugar seguro entre el público y, al más puro estilo de visita al museo, abrían sus cuadernos, afinaban el lápiz y procedían a transcribir cuanta cosa se decía desde los micrófonos.

He aquí la transcripción de lo que alcancé a copiar de las notas de una estudiante a mi lado (los acentos son míos):

Novela erótica

Tres escritores presentan

Trata sobre un pueblo y unos niños

Iniciación sexual

Uno del público pregunta qué inspiró al autor

Otro pregunta por qué antes la historia era un cuento y ahora no

La novela la venden afuera

 

¿Para qué? Acordemos primero que una presentación de libro, al menos una convencional, no es el mejor espacio de fomento a la lectura. Si lo fuera, quizá alguno de estos visitantes correría a comprar el libro que por azar le ha tocado reseñar. ¿Difiere mucho este ejercicio de campo con el de ir a copiar contraportadas de libros? No. Para los estudiantes lo más importante es entresacar algo, siete frases que comprueben que han estado allí. Una fotografía. El billete de entrada a la Feria. Esto es todo lo que se han llevado.

La idea no es mala, aclaro, pero no funciona. En teoría, lo que debería importar sería acercar a los niños a la ficción, no al calor de Palacio de Minería, ni a las filas interminables para entrar, ni a una presentación de la que apenas pueden reproducir el título del libro. La ficción, la curiosidad, trasciende estos actos oficiales.

Tal parece que esta organización colectiva de estudiantes se encuentra en el medio de dos proyectos cuya existencia no debería pasar inadvertida. El primero, la Confederación Nacional de Lectores, proyecto macedoniano que en su Museo de la novela de la Eterna le otorga al lector el papel central en la ficción. El segundo, la Fábrica Nacional de Discursos, máquina que produce y reproduce una y otra vez la voz oficial, la historia oficial, el monotematismo oficial y contra la cual Eduardo Galeano escribe en El libro de los abrazos.

Este colectivo de cámaras fotográficas, bolígrafos y cuadernos no está formado por lectores. Sus maestros quieren que lo sean. Para eso, los mandan a escuchar y registrar actos oficiales cuya mayor cualidad es la de hacer tiempo. ¿Hacia que lleva esta contradicción? A los sietes en la boleta (un punto por frase), y a que los estudiantes conozcan a la perfección la alineación del equipo de fútbol sin haber jugado o asistido nunca un partido.

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Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.


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