Genio, talento, inteligencia

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El arcón de Pessoa es inagotable. Mi propósito de reseñar Pessoa revisitado, de Edouardo Lourenço (Letras Libres, mayo de 2007), me ha llevado lejisímos. Comme il faut!

Copio algunos fragmentos de Eróstatro y la búsqueda de la inmortalidad (edición de Richard Zenith, Emecé, 2001), otro de los libros hechizos de Pessoa cuya existencia ignoraba y que el superpoeta escribió a fines de los años treinta.

La celebridad puede ser buena o mala; a este segundo tipo se lo puede llamar notoriedad. Las ideas cambiantes acerca del bien y del mal a veces complican el problema y llegan incluso a superponerse. Donde unos ven a un asesino, otros ven a un hombre audaz. Donde unos ven a un mártir, otros ven a un tonto. La dificultad de esa cuestión ha sido expresada –sin querer ser expresada– en la famosa frase de Proudhon: “Después de los tiranos, no conozco nada más detestable que los mártires”. (p. 54)

El genio es inteligencia abstracta individualizada –la encarnación concreta, temperamental […] de una facultad abstracta. El talento es inteligencia concreta abstraída; no está ligado, como el genio, al individuo, excepto en la medida en que todo lo que pasa en el individuo está ligado a él porque es suyo. El ingenio es la inteligencia concreta individualizada y, excepto en el calor de la cosa individualizada, tiene la apariencia y los gestos del genio. Ésa es la razón por la que es tan fácil confundir un gran ingenio con el genio verdadero. El talento, en cambio, está en medio de ambos y se opone por naturalerza a ambos. (p. 56)

Un hombre que posee simultáneamente un gran genio y una gran inteligencia, pero poco talento (como Shakespeare), o un gran genio y un gran talento pero poca inteligencia (como Milton), no acumula en su propio tiempo, o en el tiempo que le sigue, los resultados del genio y los resultados de la otra cualidad. Es que estos distintos elementos intelectuales se encuentran mezclados por coexistir en el mismo hombre, y sobre la sustancia de la inteligencia o del talento se derrama el veneno sagrado del talento; la bebida es amarga aun cuando conserve algo de su sabor habitual. (p. 57)

Ruina y desaparición de Aldous Huxley. En el siguiente párrafo, Pessoa no sólo demuestra su inteligencia (siguiendo su propia clasificación) sino, además, profetiza. En efecto, pocos como Huxley caminan tan adelantados hacia el olvido. Pero faltan 920 años. Dice:

Hay tal vez más sabiduría, o sabiduría mundana, en un solo libro de Aldous Huxley que en todo Spenser. Pero Spenser será recordado aun cuando nadie lo lea, dentro de mil años; Aldous Huxley no será leído ni recordado. (p. 59)

El genio no reside en los accidentes, sino en el carácter representativo de esos accidentes. Todo hombre ha contado, al menos, un buen chiste en la vida; no por ello es un hombre de ingenio. El chiste fue del momento, no del hombre. Todo hombre ha tenido, al menos una vez en la vida, una idea feliz, y no por ello es un pensador. La idea fue del destino más que propia. Un rostro inundado de alegría puede asumir una belleza que no posee. El borracho de la esquina puede estar recostado contra la pared de tal manera que parecerá un mendigo.

En la capacidad de distinguir entre lo accidental y lo representativo yace la fuerza y la virtud de la crítica. (p. 61)

Es como para seguir citando eternamente.

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es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile


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