El señor del suspense/ 8

North by Northwestes un thriller puro, de una trama lineal subrayada por los créditos diseñados por el gran Saul Bass y apoyada por la música adrede “superficial” del también grande Bernard Herrmann.
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En el año 1959, hacia el final de una década en la que entre una docena de filmes de Hitchcock habrá algunos de asunto y tratamiento a priori importantes (Extraños en un tren, Yo confieso, La ventana indiscreta, De entre los muertos y Psicosis), además de tres entretenimientos de sólo suspense (Dial M for Murder, Atrapar a un ladrón, la segunda versión de El hombre que sabía demasiado) y una soleada comedia macabra adrede sin suspense, en lo cual está su gracia, y con el displicente aunque intenso atractivo erótico de una Shirley McLaine debutante (¿Quién mató a Harry?), el cineasta ya definitivamente hollywoodiano tuvo el capricho de volver al thriller, es decir, al más puro cine de intriga y aventuras. Entonces realizó North by Northwest, un título que corresponde al de un trayecto ferroviario estadunidense que siendo importante en la acción del filme resulta muy poco significativo para los públicos de otras lenguas, y por ello se comprende que los distribuidores en Francia y España se decidieran por títulos más acordes al género del thriller: en Francia La mort aux trousses y en España Con la muerte en los talones, que viene a ser lo mismo que el título en francés… (Pero en México a la película se le asestó un insípido apodo: Intriga internacional).

North by Northwestes un thriller puro, de una trama lineal subrayada por los créditos diseñados por el gran Saul Bass (una sola móvil geometría de líneas sobre fondo de color verde) y apoyada por la música adrede “superficial” del también grande Bernard Herrmann. Es una película meramente narrativa que nos lleva a los espectadores a través de la truculenta trama así como el protagonista es lanzado, en automóvil sin frenos, y cuesta abajo, por una ondulada carretera de montaña.

He aquí la sinopsis del acelerado argumento:

Un equipo norteamericano de contraespionaje (adrede no especificado, como si fuera un Olimpo de pequeños dioses que disponen de los destinos humanos) ha inventado a “Kaplan”, un contraespía huésped en un hotel de lujo con papeles de identidad, ropa y objetos personales, pero sin concreción carnal. “Kaplan” es, ya se puede adivinar, un “McGuffin”, un personaje/pretexto, sin persona que ponerse, pero cuando por azar al publicista Roger Thornbill (Cary Grant) le ponen el saco, es decir: le endosan el personaje, una banda de espías guiada por Phillip Vadamm (James Mason) le hará sufrir una trama de episodios pesadillescos: se le tomará por asesino de un diplomático, se le perseguirá en autos y en tren, se le acosará con los vuelos raseros de una avioneta, se le seguirá desde los rascacielos de Nueva York hasta las monumentales caras pétreas del Rushmore Mount, se le pondrá en un coche literalmente desenfrenado, mientras una agente doble, Eve Kendall (Eva Marie-Saint, rubísima como prefería Hitch a sus heroínas) lo meterá en mayores intríngulis para, tras revelarse como espía del bando bueno, finalmente copular los dos dentro del compartimento maletero del tren. Al final hay un rasgo de humor de los muchos que enriquecen la película: la toma del largo tren penetrando en un túnel, una imagen terminal de la que parece que el mismo míster Hitch dijo (pero se sabe que era un guasón) que es una metáfora del coito.

North by Northwestes una película gallardamente asumida como mero entretenimiento en el mejor modo de mister Hitch. Su encanto reside en ser cine puro, sin “mensaje”, todo él narración, ritmo y variaciones, en el cual el realizador se habrá complacido en complacernos sorprendiéndonos un instante tras otro. La acción alcanza su apoteosis en dos secuencias sucesivas. La primera secuencia es la de la vacía espera del protagonista en la carretera, que un momento en que no sucede nada pero en el que puede esperarse que suceda todo; y la segunda secuencia (luego plagiadísima de mil modos por otros realizadores) es la del acoso de la avioneta fumigadora al inerme y desesperado Thornbill a través de los sembradíos: un momento (tanto más eficaz en cuanto se a Grant, que solía ser un actor muy desenvuelto, aquí se le ve frustrado) y es sobre todo la demostración virtuosa de la teoría hitchcocquiana según la cual el suspense no es un mero modo de tratar el tema, sino que en realidad es el tema mismo.

 (Continuará)

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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