El Nobel, momentos críticos

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Kjell Espmark, miembro de la Academia Sueca y secretario del Comité, entre 1988 y 2005, que otorga el Premio Nobel de Literatura, es autor de una defensa oficiosa de la historia y de la utilidad del galardón. En El Premio Nobel de Literatura. Cien años con la misión (Nórdica, Madrid, 2008), encontramos los siguientes juicios y aseveraciones que Espmark, historiador literario nacido en 1930, hace tras consultar (como juez y parte), los archivos de la institución:

– Es una ironía de la historia, admite Espmark, que a una pequeña academia literaria provinciana, detestada por haberse opuesto a los grandes modernizadores escandinavos (Ibsen, Brandes, Strindberg), le haya tocado en suerte dirimir, durante ya más de un siglo, el premio literario internacional más influyente.

– Buena parte de las discusiones de los académicos suecos han consistido en dirimir la justa interpretación de las palabras que el filántropo Alfred Nobel ofreció como guía para los jurados. Nobel hablaba del “ideal” o del “idealismo” que deberían profesar los ganadores, palabras interpretadas, durante la primera década del premio, como un respaldo a los escritores opuestos a lo moderno, identificado con el materialismo filosófico, el anarquismo o el sensualismo. Por ese motivo, León Tolstói, anarquista cristiano y enemigo del zar, no ganó el primer Nobel, omisión que provocó la primera ola internacional de indignación de las muchas que se han estrellado contra Estocolmo. De los primeros quince premios, sólo se le reconoce universalmente mérito a la academia por la elección de Kipling (cuya reaparición en el canon, aclara Espmark, ocurrió a mediados del siglo XX), la de Tagore (por tratarse, aunque se le premió en base a sus autotraducciones al inglés, del primer no europeo) o la de Maeterlinck en 1911.

-Al estallar la Primera Guerra Mundial se optó por el pacifismo y la neutralidad: en 1915 se premió a Romain Rolland, en una decisión tenida entonces por muy atinada.

-La primera buena época del Nobel fue durante la primera postguerra, en la que se premió al suizo Carl Spitteler (uno de los pocos descubrimientos del Nobel según el hipercrítico George Steiner), a Knut Hamsum, a Anatole France, a W.B. Yeats, a Shaw y a Thomas Mann (el único que ha sido propuesto al premio una segunda vez, en 1948, posibilidad que no está excluida de los estatutos).

-El premio de 1927 concedido al filósofo Bergson está autorizado por el testamento de Alfred Nobel pues éste aclaró que los ganadores podían ser también, “escritores no literarios”, como los críticos Georg Brandes y Émile Faguet, que estuvieron a punto de ganarlo o Mommsen, ganador en 1902 y Russell en 1950. El controvertido premio a Churchill en 1953 ha merecido la autocrítica académica pero no por duda en los méritos prosísticos del británico sino por ser, en aquel momento, primer ministro. Se decidió entonces no volver a premiar políticos en activo, lo cual perjudicó a André Malraux.

-Espmark defiende a su academia de las críticas históricamente disparatadas, como las que lamentan la omisión de Proust y Kafka, escritores de interés únicamente local al momento de morir precozmente.

-La peor época del premio, según lo reconoce el sueco, fueron los años treinta, donde no sólo se galardonó a los “bestsellerescos” Sinclair Lewis y Pearl Buck sino que se consideró seriamente dárselo a Margaret Mitchel, la autora de Lo que el viento se llevó.

-Gabriela Mistral se llevó en 1945 el premio destinado a Paul Valéry, que murió inoportunamente. Y estuvieron a un tris de ganarlo, entre los autores de lengua española, Unamuno, Ortega y Ramón Menéndez Pidal. Espmark cree que el premio a García Márquez fue precipitado pues privó a autores de mayor edad de la oportunidad.

-Los premios compartidos a nadie dejan satisfecho, invariablemente delatan un mal trabajo del jurado. No se otorgan desde 1974, cuando lo compartieron dos escritores suecos. En 1967 Borges estuvo a punto de ser premiado junto con Miguel Ángel Asturias. Espmark reconoce que las declaraciones del argentino a favor de las dictaduras militares le granjearon la antipatía de la mayoría de los académicos. Pero a su vez sólo reconoce un veto político documentado, contra el “bolchevique” Maxim Gorki, en 1928.

-Los grandes momentos del Nobel ocurren durante la segunda postguerra, en que el premio se asocia a Eliot, Faulkner, Mauriac, Camus, Hemingway, Jiménez, Pasternak, Quasimodo, Perse, Sartre. Éste último se lo ganó a Auden. Y es cierto que Sartre, en 1975, mandó preguntar por el dinero del premio que había rechazado diez años atrás. Aquella época, finalizada con el premio al escritor oficial soviético Shólojov, logró conjuntar el prestigio del Nobel con la tradición literaria moderna.

-De los premios que a Espmark le tocó dar como presidente del comité (Mahfuz, Cela, Paz, Gordimer, Walcott, Morrison, Oe, Heaney, Szymborska, Fo, Saramago, Grass, Xingjian, Naipaul, Kertész, Coetzee, Jelinek y Pinter) no dice mayor cosa, salvaguardado en los cincuenta años que deben permanecer bajo reserva las deliberaciones, material del que se sirvió para escribir El Premio Nobel de Literatura.

(Publicado previamente en El Ángel de Reforma)

Alfred Nobel

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es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile


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