El mono nuclear

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La acción de Greenpeace en la central nuclear de Cofrentes (Valencia), el martes 15 de febrero, en la que una veintena de miembros de la organización ecologista, vestidos con monos azules y naranjas, cubiertas las cabezas con cascos amarillos y tapadas las bocas con respiradores, se colaron de madrugada en el recinto, escalaron una de las torres, desplegaron pancartas contra la energía nuclear y, solo después de lograr sus propósitos, fueron detenidos, resulta espectacular.

Al margen de lo que se opine sobre la energía nuclear, y sobre el problema de la energía en general y sobre las emisiones de CO2, y sobre el problema de la energía en España, un país con una dependencia brutal de los combustibles fósiles, que compra a precios elevados, es evidente que el grupo ecologista ha demostrado que la seguridad en esa central es un completo desastre.

Si en vez de tratarse de unos activistas “políticos”, que protestaban por la ampliación concedida por el gobierno del plazo de explotación de la central nuclear, hasta el año 2021, se hubiera tratado de miembros de un grupo terrorista, ahora estaría escribiendo de catástrofe, víctimas, tragedia, muertes, llanto… y no tendría que recurrir ahora al aspecto más folclórico del asunto para reclamar seguridad en unas instalaciones tan sensibles.

Greenpeace ha hecho evidente (Europa Press ha colgado imágenes de la acción en Youtube) que el acceso a la central de Cofrentes es fácil, y que cualquiera con intenciones violentas puede hacer rápidamente un roto de consecuencias inimaginables.

Sin embargo, no he visto cómo se producía una cascada de dimisiones por la demostración que ha hecho Greenpeace del sistema chapucero de vigilancia, empezando por los responsables de seguridad de la central y siguiendo por los inspectores públicos que pagamos entre todos para que velen por nuestras vidas, que aunque estén más tristes que un luto en este tiempo de crisis aún nos sirven para darnos unas alegrías de las que aún son gratis.

-Félix Romeo

(Imagen tomada de aquí.)

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(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.


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