El ateo en el spa

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HITCHENS

¿En qué clase de nerd psicótico me estoy convirtiendo? Hoy compré la edición de octubre de Vanity Fair no porque en la portada Nicole Kidman se esté abriendo la blusa, sino porque en esa misma portada se anuncia la crónica (con fotos) del tratamiento rejuvenecedor al que se sometió… Christopher Hitchens. Y es que ese provocador profesional lleva ya años afinando nuestras dioptrías para ver más y mejor algunos paisajes de la política, la religión, la literatura, el periodismo y la vida misma. Pero es más que un simple “epateador” (su reiterada defensa de la invasión a Irak parecía el culmen del suicidio político): es un periodista de raza, mitad Orwell y mitad Thurber. Tenemos que reírnos mientras nos destruye. Es tan incómodo que hasta sus amigos prefieren mantenerlo a distancia (y sus lectores, garantizada esa distancia, nos sentimos sus amigos, de tal manera que llamarle “The Hitch” es ya de mal gusto). Era muy conocido, pero hoy, envuelto en la bandera del ateísmo, es célebre. Así pues, sus editores en Vanity Fair (donde Hitchens tiene una columna), conscientes de que ahora el tema es él, lo mandaron a un spa a ver si se podía hacer algo con su alcoholismo, su tabaquismo y su protuberante panza. Aquí tienen la crónica resultante, y aquí un fragmento traducido al vuelo:

“El problema de los vicios es que se fortalecen mutuamente. Y, tal y como un banco no te presta dinero a menos que seas demasiado rico para necesitarlo, el ejercicio es un pasatiempo sólo para aquellos que ya son esbeltos y físicamente aptos. No resulta tan divertido cuando tienes una marcada tendencia a respirar asmáticamente y vomitar –y una panza que chapotea adentro de la ropa holgada. En mi caso, la mayoría de mis vicios están conectados con la única manera que conozco de ganarme la vida. Para poder seguir leyendo y escribiendo, necesito la energía narcotizante del whisky y la concentración intensa, de corto plazo, que la nicotina suministra. Estar encorvado sobre un libro o un teclado, en esa condición mixta de ensoñación y agudeza, es mi mayor alegría.”

– Julio Trujillo

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