Dos poemas

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Arp incognita

Nada vivo encontramos por ahí; nada, quiero decir, que se traicione. En ninguna parte descubrimos estas estercoladuras, estas suciedades que el reino animal, que es el nuestro, deja detrás de sí. Nada tampoco de estos orgullos ni de estos desastres a los que estamos acostumbrados. Es una bella tierra pura, mineral, bañada por la luz y por un viento tranquilo. Formas singulares se desplazan allí, se encajan, se emocionan, se apaciguan, se separan en silencio, deslizándose en la superficie del tiempo –pesada esfera pulida, oscura y apacible. Formas dulces e imprevisibles, figuras sin rostro, sin accidentes, sin neurosis –mundo liso, armonía que nos rechaza. Arp Incognita. ~

Acantos

Los acantos adornaban el silencio azul del sur. Grandes faldones de memoria se perdían en el mar, y tú. Y de ti me asombraba, y no te reconocía más entre los bustos abatidos a los que el tiempo les había bebido los labios, corazón devorado por la noche.

Supe entonces que los desastres ya no podrían conmoverte. Te habías vuelto el lugar de estos palacios desiertos de bóvedas derrumbadas. Yo había muerto y no lo sabía. ~

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Versiones de Aurelio Asiain.

 

 

 

 

Hace años colaboré en la traducción de un librito precioso de Claude-Michel Cluny hoy inasequible: Los Osoletas (México, Ediciones Heliópolis, 1995). Es, en realidad, la primera parte de un libro más amplio: Poèmes du fond de l’œil, al que también pertenece el primer poema de esta página. El segundo es el poema que abre el millar de páginas de sus Poesías reunidas. –a. a.

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(La Grandville, 1930-París, 2015), fue narrador, ensayista, crítico, diarista y uno de los poetas más importantes de la literatura francesa contemporánea.


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