Don Evo versus los pollos

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A Evo Morales las “vivencias y experiencias”, que son una cosa y otra cosa, no hay que confundirlas ni que confundirse, vaya, lo han llevado por el camino de la pasión política a la pasión científica y ha descubierto, es decir: ha vivenciado y experimentado, que el capitalismo ya está sentenciado a muerte porque sus despreocupados súbditos, en lugar de rendir culto a la “madre tierra” y comer las patatas (las papas) con sus respectivas cáscaras, las comen peladas y además holandesas y de granja industrial, de tal modo que casi todos los europeos (que son casi todos ellos capitalistas, por supuesto) resultan calvos, y para acabar de desgraciarse se vuelven jotos, es decir –añadió haciendo una incursión en el lexicón filosófico– “tienen desviaciones en su ser como hombres”, porque comen pollos que “están cargados de hormonas femeninas”; y esas desviaciones en la nutrición, unidas al consumo de alimentos transgénicos, están llevando hacia su final inminente a la parte de la humana especie que vive bajo la bota capitalista.

A continuación de estas rigorosas meditaciones entre genéticas, nutriológicas y políticas, el brillante mandatario y pensador boliviano sacudió leoninamente su abundante cabellera probando así que por no comer pollo ni transgénicos, ah, y también por no beber Cocacola, nunca será imperialista, ni calvo, ni joto, vaya.

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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