Don Draper, el superhéroe posible

Don Draper es el superhéroe posible para los estadounidenses. Y sin embargo, toda Mad Men es la formulación y el intento de responder la gran pregunta: ¿quién eres, Don Draper?
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(Atención: este artículo incluye algunos spoilers de la serie Mad Men.)

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Don Draper es, a su manera, un superhéroe. El superhéroe posible para los estadounidenses. El protagonista de la serie Mad Men —que en los próximos días, después de ocho años, empezará a terminarse— no vuela ni tiene visión de rayos X, pero representa al ser más poderoso que el país más poderoso del mundo puede crear: un individuo que empieza desde la mismísima nada (un pobre huérfano maltratado por su padrastro y criado en un prostíbulo) hasta la cima del dinero y el poder en la ciudad de Nueva York.

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Como todo superhéroe, el nuestro tiene una identidad secreta. Don Draper es también Dick Whitman, el nombre de nacimiento que intentó dejar anclado en la pared de una casa de California (la costa oeste de Estados Unidos, que los neoyorkinos a veces sienten como el otro lado del mundo), el fantasma del que ha intentado huir durante toda su vida. Pero, como sabemos, el doppelgänger siempre se las arregla para presentarse en el momento y el lugar en que menos se lo espera.

Cada vez que se abre una grieta en la superficie de poder y confianza en sí mismo que Draper irradia, ahí está Whitman, dispuesto a exhibir sus flaquezas. El ejecutivo al que no le tiembla el pulso para tomar decisiones que alteran el curso de la vida de los demás, de pronto se siente como el tango de Gardel: tiene miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con su vida.

En la segunda parte de Kill Bill, Tarantino pone en boca de David Carradine aquello de la “mitología única” de Superman. Destaca que todos los superhéroes tienen una doble vida: Batman es el álter ego de Bruce Wayne, Spider-Man es el álter ego de Peter Parker. Pero Superman no es el álter ego de nadie, sino que en su caso es al revés: Superman es Superman y su álter ego es Clark Kent. Y Clark Kent representa la manera en que Superman nos ve a los simples mortales: débiles, inseguros, cobardes.

Así, débil, inseguro y cobarde, es como vemos a Whitman, la cruz de la moneda cuya cara es Draper (es decir, la cruz de Draper). Pero en su caso, ¿quién es álter ego de quién? Ninguno de ninguno, supongo. Los superhéroes posibles no tienen una personalidad secreta y otra simulada, como los de Marvel y DC Comics. Todas sus caras y todos sus demonios están presentes a la vez. Contienen multitudes, como decía otro Whitman.

Por eso, en un sentido el protagonista de Mad Men estaría más lejos de Superman y Clark Kent que del doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Don Draper no puede controlar las irrupciones del otro, del que se oculta (hide, en inglés) bajo su piel. Sin embargo, en varios otros aspectos sí se pueden trazar paralelismos entre el Hombre de Acero y el ejecutivo de Madison Avenue.

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En su afán de protegerse, Draper actúa como Superman. “Cuando piensas en Superman piensas en una capa roja, cuando piensas en Don Draper piensas en su icónico traje gris”, señaló en una entrevista reciente Janie Bryant, diseñadora de vestuario de la serie. “El traje representa masculinidad, pero es también como una armadura para protegerse del mundo y de que los demás lo conozcan”. Igual que Clark Kent, que suele usar un look parecido.

El punto débil de ambos está en el origen. Para Superman es la kryptonita, los restos de su lugar de nacimiento. Para Draper, el superhéroe posible, algo tan prosaico como un secreto que no puede revelar. De alguna manera, también son los restos de su lugar de nacimiento, ya que nace en el momento en que arrebata una nueva personalidad.

Y si bien Draper carece de poderes sobrenaturales, como buen self-made man se construye su propio superpoder: a falta de visión de rayos X, se convierte en un amo de la publicidad. Es decir, hace que las mayorías vean, donde no hay más que productos de consumo comunes y corrientes, objetos maravillosos. Ya que no puede ver a través de las paredes, adorna las paredes para que los demás las vean como él dice que son.

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En uno de los primeros capítulos de la serie, Betty, su entonces esposa, le formula la pregunta: “¿Quién eres, Don Draper?”. Hacia el final de la tercera temporada, él le revela su otra identidad, y esto marca el final de un matrimonio que se venía deshaciendo desde mucho antes. Sin embargo, es un poco ingenuo pensar que esa revelación (la de que Don Draper también es Dick Whitman) contesta la pregunta inicial.

El conflicto se condensa en una escena del quinto capítulo de la temporada 5. Don Draper y Ken Cosgrove son invitados, junto a sus parejas, a cenar en casa de Peter Campbell y su esposa. Las mujeres van a la cocina a buscar el postre y una cañería se rompe. Campbell va a buscar la caja de herramientas, pero Draper se quita la camisa y se agacha junto al caño. Entonces la señora Cosgrove dice: “Miren, es Superman”. Cuando el anfitrión llega con las herramientas, el problema ya está resuelto y el superhéroe recibe el aplauso de todos los presentes.

Pero minutos antes, mientras comían, alguien había hablado de un rifle, y Trudy Campbell dijo que no quería armas en su casa, y la señora Cosgrove la había apoyado: “Menos ahora, con lo de ese Charles Whitmore”. “Whitman”, la corrigió Draper. A medidados de 1966, un ex marine llamado Charles Whitman había asesinado a su madre, a su esposa y a otras 17 personas, y herido a 30 más, en el campus de la Universidad de Texas en Austin.

¿Quién eres, Superman, Whitman, Don Draper? Toda la serie es, a la vez, la formulación y el intento de responder esa pregunta.

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Desde el principio me gustó creer que la ya clásica intro de la serie anticipa la conclusión de la historia: al final Don Draper muere tras caer desde lo alto de un edificio. Con el tiempo me di cuenta de que lo que Matthew Weiner y compañía nos quieren decir es, simplemente, que Don Draper es un superhéroe posible: se lanza desde lo alto de un edificio pero no puede volar. Y en el mundo posible, el mundo real, no hay seres voladores con capa roja y calzoncillos por encima de los pantalones que aparezcan para atraparnos en el aire y evitarnos las caídas.

 

 

 

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(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.


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