Debates medievales hispánicos

La dialéctica –la habilidad de componer silogismos y atacar los del contrario, el arte de razonar con habilidad– era la herramienta básica para buscar y encontrar la verdad. Un profesor medieval debía ser capaz de defender sus postulados en contienda pública: eran pensadores y disputadores.
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Los debates literarios hispánicos de la Edad Media dejaron pocas muestras textuales de su paso –unos nueve textos hasta donde sabemos. Esto no se debe a que fueran un género poco apreciado. Por el contrario, se trata de obras que gozaron de gran éxito no solo en el ámbito hispánico sino en el resto de Europa occidental. Las causas por las que se conservan escasos testimonios escritos es quizá una prueba de su gran difusión: eran tan populares que nadie se dedicó a preservarlos. Muchos de ellos vivieron solo de boca en boca.

Los debates medievales de toda Europa son obras donde se enfrentan dos personajes en conflicto. Pueden ser personas, animales, plantas, religiones –sus representantes–, eminencias históricas o literarias, objetos, estaciones del año o figuras alegóricas. De esta manera, a lo largo de diversas disputas, contienden cristianos y judíos, la rosa y el lirio, el clérigo y el caballero, el vino y el agua, la justicia y la misericordia, un papa y su respectivo antipapa, el alma y el cuerpo, entre otros.

Estos personajes pelean dialécticamente, en algunos casos para demostrar quién tiene la supremacía en sus respectivos campos;  en otros –el alma contra el cuerpo, el vicio contra la virtud– están irremisiblemente orillados a confrontarse. En diversas ocasiones hay un árbitro del enfrentamiento, cuya intervención no siempre cierra definitivamente el caso ni falla necesariamente a favor de alguno de los contrincantes. La disputa tiene más peso por sí misma que la búsqueda de una solución.

Si bien, el origen inmediato de los debates literarios hispánicos está en los debates  medievales latinos –desde el siglo IX–, se trata de una tradición más antigua. Y entre sus fuentes y antecesores pueden contarse los diálogos platónicos y los bucólicos encuentros de virgilianos donde dos buenos pastores cantan alternadamente.

No obstante, el origen del esquema dialéctico que permea en tantos debates hispánicos hay que buscarlo en otro terreno: las universidades medievales.  El programa de estas universidades  incluía entre los saberes obligatorios de los estudiantes las habilidades adquiridas en el ejercicio del trivium –habilidades en gramática, retórica y dialéctica–, seguido por el quadrivium   –música, astronomía, aritmética y geometría.

La dialéctica –la habilidad de componer silogismos y atacar los del contrario, el arte de razonar con habilidad– era la herramienta básica para buscar y encontrar la verdad. Un profesor medieval debía ser capaz de defender sus postulados en contienda pública: eran pensadores y disputadores. Los alumnos se ejercitaban también en el arduo arte de la disputa: se organizaban discusiones escolares para solucionar quaestiones (una quaestio se origina cuando dos partes hablan sobre el mismo asunto asumiendo posturas contrarias).

Las disputas seguían reglas precisas: el maestro presentaba una quaestio, los  estudiantes tomaban alguna de las dos posturas y discutían. Un alumno más avanzado respondía los comentarios. Al final, el maestro aclaraba los puntos más relevantes, hacía una síntesis de lo comentado y establecía una determinatio. Es de notar que los universitarios no mostraban su erudición solo en estos respetables debates. Solían armar justas dialécticas por las causas más triviales, por ejemplo, determinar cuál de sus novias era más bella.

La influencia del terreno jurídico también fue importante. En la retórica empleada en asuntos legales y políticos hay discursos en los que se discute la duda o la certidumbre de algún caso. Si se presenta un caso dudoso referido a acciones pasadas, se trata de un tema judicial: encontrar qué se hizo y quién es el responsable. Si se trata de una duda acerca de situaciones futuras, estamos frente a un asunto deliberativo: ¿qué debe hacerse y qué debe evitarse? Si se trata de un tema sobre el que hay certidumbre, se trata del género demostrativo, en el que se lauda o vitupera algún hecho o personaje.

Fue un paso casi natural que la terminología y la estructura en general de los debates universitarios y legales permearan hacia textos que ahora catalogamos como literarios. Los debates literarios tuvieron éxito no solo porque calcaban los procesos de instituciones importantes, sino porque también reflejaban la cosmovisión del hombre medieval: un mundo dividido en parejas de contrarios, un mundo en el que el paraíso y el infierno eran tan ciertos y tan opuestos como la lana y el lino de uso diario, tan indudables y enfrentados como el agua y el vino que corrían a lo largo de sus vidas.

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