Concupiscencia en la Cámara

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El diputado del Partido del Trabajo (PT) Porfirio Muñoz Ledo debutó (one more time) ante el poder legislativo ordenándole que “presente su dimisión formal a quien ostenta la investidura presidencial”.

Luego de girar esa orden con calidad de urgente, el experimentado político priista, perredista, parmista, panista, petista dio órdenes de que “se debe cancelar la esquizofrenia política”.

Luego de éste que es, sin duda, el más espectacular reestreno de un diputado al servicio del pueblo, el Lic. Muñoz Ledo ordenó a sus compañeros diputados que reduzcan su concupiscencia.

El hecho de que sólo pidió reducir la concupiscencia, pero no abolirla, provocó intensos debates.

Otro diputado del PT, el Sr. Fernández Noroña, mandó traer de la Biblioteca de la Cámara el diccionario de la Real Academia de la Lengua, para que se leyera en la tribuna la definición y encontrarse con lo siguiente:

Concupiscencia.

(del lat. concupiscentia)

En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

Los señores y señoras diputados/as comenzaron a debatir sobre si sólo hay que desear menos “bienes terrenos”, o si francamente hay que dejarlos de desear.

Tampoco saben qué hacer con los “bienes terrenos” que ya tienen, ni si por ya tenerlos desde antes –y por tanto, haberlos deseado– cuentan como concupiscencia.

O si para dejar de desear “bienes terrenos” conviene convertirlos en “bienes inmuebles” y, de esta manera, alejar a la concupiscencia.

La discusión alcanzó tal grado de intensidad que tuvo que ser nombrada una Comisión Especial sobre Concupiscencia Legislativa.

Esta Comisión decidirá

1. Cuántos “bienes terrenos” son deseables sin concupiscencia.

2. A partir de cuántos metros cuadrados los “bienes terrenos” suponen concupiscencia.

3. Cuándo los “bienes terrenos” han dejado de ser deseables por haberse convertido en “bienes inmuebles”, y

4. Si los “bienes inmuebles” siguen siendo “terrenos”, con o sin concupiscencia.

Lo mismo sucedió al discutir el “apetito desordenado de placeres deshonestos”.

¿Cuánto deseo de placeres deshonestos es republicano y cuánto ya no lo es?

Y el deseo de placer deshonesto que no es republicano ¿qué es? ¿Acaso es deseo católico, o reaccionario, o antirrevolucionario?

Y ya entrados en discusiones, ¿qué se debe entender por “placer deshonesto”?

Por ejemplo, si cuando desea ayudar al pobre, un diputado presenta erección, su deseo ¿es honesto o es desordenado? ¿es concupiscente o es revolucionario?

Es decir, si el placer es “honesto”, ¿se le puede desear sin concupiscencia?

Y si el placer es deshonesto, pero ordenado, ¿sigue siendo deseable?

Y luego, si el legislador no es católico ¿tiene derecho a la concupiscencia?

Y en caso de ser católico ¿a cuánta concupiscencia tiene derecho?

Y si no es católico, ¿por qué habría diputados con derecho a la concupiscencia mientras otros diputados han sido despojados de ese derecho?

Y, para terminar, si los placeres y apetitos deshonestos y desordenados se instalan en un “bien terreno”, ¿hay que conseguir una licencia, o basta el fuero?

Etcétera.

Muñoz Ledo muestra la cantidad adecuada de concupiscencia.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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