Cartas sobre la mesa (abril)

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Sobre “España y la conquista de China”, de Hugh Thomas (núm. 125)

Interesantísimo texto de Thomas, que nos da una idea muy acertada del poderío y las ambiciones que llegó a tener el Imperio español en el siglo XVI. También son muy atractivas las ilustraciones de Raúl Arias, aunque en apego a la historia hay que señalar que el barco que navega sobre un dragón es un velero del siglo XIX, mucho más grande y moderno que los galeones, carabelas y carracas que Magallanes y otros exploradores y conquistadores utilizaron en sus extraordinarias aventuras. ~

– Gabriel Moyssen

 

Sobre “El regreso de Robin Hood” de Martín Caparrós (núm. 125)

Hace poco mi hija me regaló un Kindle. Leo desde los cinco años y para los diez, todo lo que caía en mis manos. Ahora esto es soñado: está preparado para los viajes, en vez de llevar tanto peso. Justamente, a vos te leí por primera vez en Larga distancia, en el 93, creo. ~

– Marta Melean

 

Sobre “‘Esto funciona así’: Anatomía de la corrupción en España” (núm. 125)

Un estudio muy interesante. Pero como ya viene siendo habitual, se dejan de lado una serie de cuestiones que tocan directamente el corazón del problema:

No se hace explícita –o solo de forma tangencial– la gran importancia que tiene el que una “fuerza superior”, el ciudadano, no controle a los políticos. Se menciona que debe haber mecanismos de control, pero eso no es más que una manera de decir mecanismos que no dependan de la gente de forma directa, sino de las instituciones. Y ese es el error. Una institución, de facto, es una abstracción sin poder coercitivo –más que en último caso–. Ya demostró Zimbardo hace tiempo que cualquier persona (entre las que obviamente se encuentran los políticos) adopta su rol. Dado que es lo que se espera de él, y nadie le controla, llegará a las más bajas cotas de moralidad a la hora de actuar …

Se genera una dinámica de grupos (o de subgrupos, más bien, ya que son muy reducidos) que elimina o diluye la responsabilidad de los actos gracias al “todos lo hacen”. Estupendo mecanismo para autojustificarse, que vemos presente en todos los ámbitos de la sociedad.

No basta con la “transparencia” que siempre se menciona. A todos los ayuntamientos y políticos se les llena la boca hablando de ella. Qué más nos da conocer el sueldo de unos y otros, y las empresas de unos y otros, si luego por detrás tienen testaferros y empresas en las Caimán. Es necesario control absoluto de las instituciones por parte del ciudadano.

Entra en juego también el hecho de someterse a una autoridad mayor que uno mismo: la autoridad del experto (el corruptor) y la de la mayoría (“todo el mundo lo sabe”). Al dar por hecho que todo el mundo lo hace, se mete a uno mismo en un bucle del que es difícil salir. No hay mayor fuerza para modificar el comportamiento que cuando alguien se cree que hace algo de forma libre pero en realidad está manipulado por fuerzas ajenas a él, como ya demostró Jean-León Beauvois.

Respecto a los niveles de confianza de los que se habla, es imposible generar confianza si el ciudadano no ve que tiene la posibilidad de hacer algo (y obviamente no me refiero a ir a votar una vez cada cuatro años). Si se tiene la sensación de que no hay manera efectiva de que, de modo personal, no institucional, las opiniones del ciudadano valgan algo, este se siente poco implicado y desamparado, dando lugar a otros muchos problemas.

A la afirmación de Charrón y Lapuente de que cuando la percepción de la mayoría es que “el sistema funciona así”, los actores invertirán esfuerzo en mejorar su red de contactos, cabría añadirle que no se menciona que funciona así precisamente por el debilitamiento de las estructuras sociales. Ante la falta de orientación vital en un mundo donde nada es prefijado (en contradicción con épocas pasadas, donde cada uno tenía su papel en la vida bien definido, con sus ventajas e inconvenientes), se ha dejado en manos de cada uno la búsqueda de aquello que nos hace llegar a ser “felices”, eliminando las estructuras en las que se desenvolvían los diferentes actores (ya que son estructuras comunitarias), y dejando únicamente como posibilidad para protegerse contra los caprichos del destino las redes de contactos.

Mientras el sistema de control no incluya la participación activa e informada de los ciudadanos, es imposible que funcionen. Ojo: he dicho informado, y no abrumado de información (la sobrecarga de información es un mecanismo estupendo para eliminar la capacidad crítica, como ya mencionó Kapuściński –entre muchos otros). ~

– Alberto

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