Borges y las partículas que se bifurcan

Si los fantasmas existieran, el de Borges sería una figura perfecta para rondar por el CERN. 
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In memoriam JEP, borgeano a su manera

No lejos del CERN se encuentra el cementerio des Rois o de Plainpalais, donde se halla enterrado el escritor argentino. Parado frente a su tumba recuerdo la ocasión en que visitó la Capilla Alfonsina en la colonia Condesa de la Ciudad de México, evento al que fui invitado como becario de literatura del INBA.

El pequeño camposanto es como una pieza de Borges, de Pacheco o de Reyes, cuidada, exigente, donde cuesta trabajo separar la intencionalidad de la improvisación. O como un experimento del CERN. La tumba misma no sólo evoca las cuitas de un hombre atormentado por la ceguera personal y social, sino las de un visionario maltratado por su corta vista. Un rebelde de un infinito anterior en medio de la turba.

La forma de la lápida recuerda las piedras rúnicas, cuya inscripción es casi ininteligible, a menos de que uno sepa inglés primitivo o nórdico antiguo. Y es que Borges se vio obligado a pasar en esta ciudad parte de su juventud, ya que en 1914 su familia había tenido el mal tino de mudarse a Europa, cuando sobrevino la Primera Guerra Mundial. Fue aquí donde también aprendió un poco de latín y se aficionó a las historias primigenias de Irlanda e Islandia. Años más tarde, huyendo como Voltaire de la represión moralista, se refugió con su cómplice, María Kodama, en la ciudad donde Tomás Calvino también encontró abrigo y pudo expresarse.

Camino por Grand-Rue, que luego se convierte en Rue de la Cité. En esta calle vivió Borges hasta su muerte. Alguna vez se pensó que la antimateria era un perfecto “reflejo” del mundo material, esto es, que si reemplazabas todos los átomos por antiátomos, nadie notaría la diferencia. Pero esto no es verdad, ahora los físicos piensan que ese reflejo es imperfecto, lo cual pudo haber llevado al desequilibrio entre materia y antimateria en nuestro Universo.

Semejante juego de espejos estuvo en mi cabeza desde que leí a Borges, poco antes de conocerlo. Se lo he preguntado a algunos de los investigadores de CERN y sienten que, si existieran los fantasmas, el de Borges sería una figura perfecta para “acechar” los experimentos que corren por aquí. Durante su vida (1899-1986) sucedieron la mayor parte de los descubrimientos que nos han permitido hacernos una idea coherente del Universo en el que vivimos y su funcionamiento. Al igual que Picasso en la pintura, quien interpretó sin saberlo los nuevos conceptos del espaciotiempo einstenianos, Borges rescató para la literatura las posibilidades de transitar por la escalera del Universo.

El físico Alberto Rojo, quien escribió el libro Borges y la física cuántica (SXXI Argentina), asegura que “todo el mundo percibe que su fama (la de Borges) es un universo en constante expansión. Por ejemplo, la biblioteca de la Universidad de Michigan (donde Rojo trabaja) tiene más de quinientos libros sobre él, pero pocos saben que era un hombre accesible que hablaba igual con un notable como con un desconocido”.

A mí me consta. En la Capilla Alfonsina estuvo dispuesto a hablar con un puñado de becarios aspirantes a escritores, sombras desconocidas para él, sin duda, como las que veo moverse cuando cruzo las calles laberínticas y pobremente iluminadas del viejo Ginebra. También me he topado con citas de Borges en textos científicos y de divulgación: "La biblioteca de Babel" se suele utilizar como ejemplo para ilustrar las paradojas de los conjuntos infinitos y la geometría fractal. Rojo nos indica que hay referencias a la taxonomía fantástica del doctor Franz Kuhn en "El idioma analítico de John Wilkins" (según él, favorito de neurocientíficos y lingüistas), así como invocaciones a "Funes el memorioso" para presentar sistemas de numeración. También consigna que "El libro de arena" fue citado en un artículo sobre la segregación de mezclas granulares.

Rojo nos recuerda que "El Jardín de senderos que se bifurcan" es el relato donde Borges propone, sin saberlo, una solución a un problema de la física cuántica todavía sin resolver. Publicado en 1941, se anticipa a la tesis doctoral de Hugh Everett III, publicada en 1957 con el título “Relative State Formulation of Quantum Mechanics”, y que Bryce DeWitt habría de popularizar como "The Many-Worlds interpretation of Quantum Mechanics”.

La pregunta central, que resume el problema de la medición en la incertidumbre de Schrödinger, puede ser formulada de la siguiente manera: Si tanto las galaxias como los átomos están sometidos a las leyes cuánticas; y si el átomo está en una superposición de estados antes de la medición y en uno bien definido después, ¿cuál es el mecanismo por el cual el átomo "elige" un estado y no otro?

El consenso generalizado es que la solución de este dilema excede la mecánica cuántica, nos ilustra Rojo, una de las teorías de la física con mayor poder explicativo y predictivo. La única "solución" a la paradoja estaría en la teoría de Everett que, si bien propone una salida coherente, es demasiado rebuscada para algunos físicos, quienes la acusan de "placebo verbal", "extravagante" y de cargar "mucho equipaje metafísico".

Llegamos a la encrucijada: o aceptamos que la mecánica cuántica es incompleta o tomamos la teoría de los mundos paralelos de Everett y DeWitt, en cuyo caso el mundo sería el laberinto de Ts'ui Pên, quien, según Borges, “creía en una serie de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos.”

 

 

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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