Ilustración: Martín Elfman

Asfalto

Con asfalto se construyó la Torre de Babel, se embalsamaron cadáveres en Egipto y se impermeabilizó la cestilla en que Moisés flotó por el Nilo. En México lo llamamos chapopote. Este ensayo viaja a través de su etimología. 
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El asfalto es una sustancia negraviscosa y pegajosa que se encuentra en depósitos naturales, a flor de tierra. Hay rastros de su uso desde hace siete milenios. Forma parte del petróleo crudo, que en algunos lugares brota en manantiales y empezó a extraerse (construyendo pozos) desde el siglo IV (en China, con tubería de bambú).

El petróleo se usó como combustible (crudo) hasta que el sabio persa Al-Razi produjo keroseno por destilación en un alambique, en el siglo IX. Actualmente, la destilación fraccionada del petróleo crudo produce parafinas, lubricantes, gasolinas, diésel, combustóleo y muchas otras cosas. El asfalto queda como residuo.

Según el Génesis (11:3), la Torre de Babel fue construida con ladrillos armados con asfalto. Según el Éxodo (2:3), la cesta de papiro donde abandonaron al recién nacido Moisés fue impermeabilizada con asfalto, antes de ponerla a flotar en el Nilo, entre los juncos de la orilla. En algunas traducciones, en vez de asfalto dice betumen o betún.

Según Alain Rey (Dictionnaire historique de la langue française), el asfalto fue llamado también baume de momie (bálsamo de momia) porque se usó en Egipto para embalsamar. Según Vitruvio (De architectura, VIII, III, 8): “Hay en Babilonia un lago muy extenso llamado Asfaltites, que tiene asfalto en la superficie, con el cual Semíramis construyó los muros de ladrillo que rodeaban la ciudad.” Según Rémi Siméon (Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana), el chapopotli es una “especie de betún oloroso que se usaba como incienso. Las mujeres se lavaban los dientes con él.”

Hay cierta confusión entre alquitrán, asfalto, betumen, betún, bitumen, brea y chapopote (o chapapote). Se refieren a sustancias semejantes, cuando no la misma. En todos los casos, se trata de mezclas de hidrocarburos cuyo origen geológico es vegetal: material orgánico que los movimientos tectónicos hundieron profundamente entre las rocas. La presión y el calor durante millones de años lo fosilizaron como petróleo (aceite de piedra).

En su Dictionnaire philosophique, Voltaire dedica un capítulo al asfalto. Dice que la palabra asphalte es de origen caldeo (así se creía entonces). Que el asfalto suizo es de mala calidad, como se vio al usarlo para recubrimientos en Ginebra: duró menos de un año. Y que el bueno es del lago Asfaltites, aunque los turcos ya no lo explotan.

Los romanos llamaron Asfaltites al mar Muerto, porque en sus orillas había depósitos de asfalto que usaban como material de construcción. El asfalto se usó para construir caminos desde los caldeos, hace más de cinco milenios, aprovechando la técnica de los muros. El asfalto une los materiales pétreos y los fija, en vez de que se desparramen con el paso de los vehículos y la lluvia.

Una ventaja adicional del asfalto en los caminos es que ayuda a no resbalar. A los griegos les pareció tan importante que lo nombraron por esa cualidad. Según Chantraine (Dictionnaire étymologique de la langue grecque) asphaltos quería decir: que no es resbaloso. Deriva de sphallo, verbo que, en forma activa, significaba derribar, meter una zancadilla, hacer caer, hacer fracasar, engañar; y en forma pasiva: tropezar, tambalearse, caer, equivocarse. También se usó en un sentido moral (caer o hacer caer en falta), de igual manera que en español se llama lúbrico al gesto y lubricante al aceite que (a diferencia del asfalto) facilitan el desliz.

Se ha creído que el verbo latino fallo deriva de sphallo, aunque Ernout y Meillet (Dictionnaire étymologique de la langue latine) tienen dudas. En todo caso, sus significados son afines. De fallo (falsum, fallere) derivan falacia, falaz, falible, falla (también la geológica), fallecer, fallido, falsa (portada interior de un libro), falsar, falsario, falsedad, falsear, falsete, falsía, falsificar, falso, falta, faltante, faltar, falto (de). Pero no fallar y fallo de un juez, que derivan de hallar. Tampoco las fallas (hogueras) de Valencia, del latín fax (tea).

Heidegger (Parménides) explica que en griego la verdad (alétheia) tenía un nombre negativo: lo no velado, lo descubierto (como asphaltos es lo no resbaloso y anormal es lo no normal). Y que lo opuesto era pseudos, lo que oculta, cubre, disimula, engaña. Que los romanos tradujeron pseudos al latín como falsum, lo cual introdujo una perspectiva distinta (la vertical del poder): no lo que encubre y engaña, sino lo que hace caer. Peor aún, en latín lo contrario de falsum es verum, derivado del griego eruma (lo que cubre y defiende como un escudo). Verum es lo que se mantiene arriba y se impone, lo que rige, lo recto. Así nació la verdad como lo correcto, no lo revelador.

Pisar en falso y falsearse un pie es pisar mal o donde no se debe y acabar con un esguince de tobillo. Un impostor que actúa con falsedad puede hacer caer en trampas (no físicas). Construir una hipótesis falsable (que puede ser sometida a prueba) no es engañar, sino contribuir a la verdad. Pavimentar con asfalto es mejorar los caminos y reducir derrapes y caídas. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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