Aislacionismo

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Desprovisto de tensión, propósito o sentido,

desperté en la tarde del último día en el calendario.

 

“Tengo miedo de todo, pues, evidentemente,

todo me puede hacer daño.”

 

¿Es esta una proposición negociable?

 

¿Decido tener hijos por temor a la muerte

o decido no tenerlos por temor a aclarar sus dudas sobre la muerte?

 

Y al fracasar, oírlos llorar, luego sentir nostalgia

por los días en que yo también ponía a prueba la templanza de mis padres.

 

Sospecho que la gente me cuenta sus problemas por ser yo incapaz de entenderlos.

De verdad. Es como confesarle un crimen a una tapia…

separados por un callejón de distancia,

con el sonido de una ventisca comiéndoles la mitad del rostro.

Soy incapaz de entenderlos, pero tengo la mirada triste. Mi perro

también tiene la mirada triste. Pero yo sí escucho. Soy un escucha excepcional.

Pero nada entiendo. Y cuando acaban, les digo:

“Existe la posibilidad de que todos tus males sean imaginarios,

incluidos tu consciencia y el cuerpo que la apuntala. Voy por otra cerveza.”

 

“… que sean dos”, me dicen,

acaso para sentirse unidos

al desliz incontenible de una fuerza mayor. ~

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