Acercamientos al arte actual

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1. ¿Es el arte actual una actividad similar a la investigación científica, una búsqueda intelectual esencial para nuestra sociedad? ¿O forma parte del entretenimiento y del ocio?

Rafael Argullol: En algunos es una búsqueda esencial; en otros, es producción y espectáculo. Los entes subvencionadores (desde los Estados a la institución más modesta) comparten la segunda perspectiva.

Eduardo Mendoza: El término arte no puede separarse de la búsqueda intelectual, o ya no estamos hablando de arte, sino de otra cosa. Lo anterior no excluye que el arte, en la medida en que proporciona un placer estético, sea una forma de entretenimiento. En esta dualidad está su esencia. En cuanto al ocio, no sé qué significa: si es el tiempo muerto entre dos actividades, se puede rellenar con el arte, con dormir una siesta o con mirar por la ventana. Si, por el contrario, es la parte de la vida que no hemos de hipotecar por dinero, sino que podemos utilizar a nuestro antojo, ahí el arte sí encontraría su lugar idóneo.

José María Parreño: Mejor que con la ciencia, podemos comparar el arte actual con la filosofía. De hecho, creo que entenderíamos algo más de lo que está pasándole si lo consideráramos algo así como filosofía por otros medios o sobre otros soportes —distintos del tradicional, que es la escritura de libros—. Como tal filosofía, su “utilidad” es meramente especulativa. También, como tal, es en realidad accesible a los profesionales del ramo y a un público de curiosos muy especializados. Gran parte de los problemas que existen en torno al arte actual se deben al insidioso fomento de su popularidad, al empeño de los poderosos en que a todos nos importe o nos interese. En esa misma medida, ha acabado por formar parte del espectáculo.

2. ¿Podemos seguir hablando de un arte progresivo y otro retrógrado? ¿Qué caracteres definirían un arte progresivo?

Rafael Argullol: Progresivo sería para mí el arte que no rehuyera el reto de la complejidad y además lo hiciera, quizá paradójicamente, desde la claridad.

José María Parreño: Progreso y retroceso son dos términos que no me parecen adecuados para valorar una obra de arte, a no ser que la contemplemos desde una perspectiva política. En el ámbito meramente artístico dudo que haya una progresión como tal. Lo más moderno no es lo más reciente y en ocasiones el arte avanza de espaldas a la novedad. Aunque sea tópico decirlo, se trataría más bien de distinguir entre obras de arte buenas o malas —una distinción hoy en día bastante problemática—. Un factor que contribuye a la confusión, uno de los rasgos del arte actual, es que ha acogido en su seno tanto las obras que, por así decir, derivan de forma orgánica de su tradición como las que la niegan y se burlan de ella. Es como si la Iglesia canonizara tanto al creyente como al blasfemo, por considerar que innova las formas de la fe.

3. El arte actual, ¿representa a nuestra sociedad? ¿O sólo a cada artista individual?

Rafael Argullol: En el sentido que la ciencia pueda ser “representativa” de nuestra época, el arte de ahora concierne únicamente al artista individual.

Eduardo Mendoza: La misma respuesta de antes: si es arte, ha de representar al artista individual y también a la sociedad, en la medida en que ha de tener algo de universal en lo particular.

José María Parreño: En mi opinión, creo que una “buena” obra de arte actual debe expresar el espíritu de nuestro tiempo. Además, debe tener un componente sensible y no meramente intelectual. Y debe transmitir algo que no pueda reducirse a su descripción. Gran parte del arte actual, como es filosofía en tres dimensiones, no cumple estos requisitos.

4. ¿Cómo explicaría a un grupo de estudiantes el posible interés de visitar exposiciones de arte actual? ¿O no merece la pena?

Rafael Argullol: Les diría que pueden ser interesantes aunque no sean conmovedoras. Pero también les prevendría de las que no tienen interés.

5. Casi todas las ciudades de cierta importancia (o no) tienen Museo de Arte Contemporáneo. ¿Lo cree justificado? ¿Por qué?

Rafael Argullol: Nunca he creído que el “arte contemporáneo” goce del poso y distancia suficientes para dar pie a museos de arte contemporáneo. “Contemporáneo” y “museo” son antitéticos. Antítesis que empeora si los museos son de propiedad pública.

Eduardo Mendoza: Si el arte contemporáneo forma parte del discurso intelectual, y creo que es así, es natural que todas las ciudades tengan o quieran tener un espacio donde este discurso se pueda desarrollar. De hecho, una ciudad no es o no debería ser otra cosa que un ágora con dormitorios. Que el gasto público que supone un museo se justifique o no, o el lugar que este museo deba ocupar en la escala de prioridades, dependerá de las circunstancias.

6. ¿Cree usted que las artes deben recibir una ayuda económica por parte de la administración del Estado? ¿Por qué?

Rafael Argullol: La ayuda económica decisiva es a la educación pública. La única que podría gozar de mecanismos imparciales. Con la suma de todas las subvenciones habría dinero para una real reforma (o revolución) educativa.

Eduardo Mendoza: Sí. El arte siempre ha dependido del patrocinio del poder, privado o público. Algunas manifestaciones marginales pueden prescindir de esta dependencia, pero en general la libertad del artista me parece una utopía, por no decir un engaño. Una de las características del arte es trascender esta subordinación.

José María Parreño: En el fomento del arte por parte de los poderes públicos hay un intento soterrado de control ideológico. Desaparecen los contenidos artísticos de los planes de estudios, no hay bibliotecas suficientes (en general, pero menos aún especializadas en arte) y, al tiempo, proliferan los centros de arte contemporáneo pagados con fondos públicos. La oferta crea la demanda de contemplar el arte y de comprenderlo —además, estos centros prueban su utilidad mediante el número de visitantes— y simultáneamente se eliminan los medios que facilitarían su interpretación y su crítica. Es decir, el arte se ha convertido en moda, en objeto de consumo, en signo de distinción —véase su creciente utilización por la publicidad— y no en un medio de formación de la sensibilidad o de ampliación de la experiencia.

7. ¿Qué cree que sucedería si dejara de recibirlas?

Eduardo Mendoza: Supongo que varias cosas. Parte del arte desaparecería, otra parte pactaría con el mercado. A lo mejor también pasarían cosas buenas. De momento, nos quedaremos sin saberlo.

8. Le parece posible la enseñanza de las artes en la actualidad? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo debería ser esa enseñanza?

Rafael Argullol: Recuperaría la enseñanza técnica y pondría a los “aprendices” en contacto con la ciencia. Con el tiempo quizá resucitara una idea renovada de “taller”.

Eduardo Mendoza: Me parece posible la enseñanza de todo. Y necesaria: nadie nace sabio. El cómo es más complicado.

José María Parreño: En el artista —pero también en el médico— deberían confluir oficio y vocación. Dejar de lado cualquiera de los dos ingredientes produce malos resultados. En la actualidad es evidente que la enseñanza artística ha abandonado la transmisión del oficio y está a punto de dejar de considerar necesaria la vocación, creyendo que ser artista es una profesión liberal cuya elección es libre. Pero ser artista no es una profesión.
     Creo que el Estado se embolsa miles de millones y se los gasta en cosas absurdas cuando no vergonzosas, así que gastar dinero en arte no me parece lo peor. Pero, repito, destinaría ese dinero no tanto —no sólo— a subvencionar una élite de expertos —creadores y gestores— y construir una colección de edificios, sino a formar al público, en beneficio del cual se supone que está hecho todo lo demás. Creo a machamartillo en los buenos efectos del arte o las artes en la sociedad. Creo que el contacto habitual con obras de arte destila en nosotros el gusto por la proporción, lo verdadero y lo sutil. Habría que aclarar qué es “contacto habitual” y, de nuevo, qué es “obra de arte”, desde luego, pero lo dejo para otra ocasión.

9. ¿Lee usted las crónicas de los críticos de arte en los suplementos culturales de los diarios? ¿Cuáles?

Rafael Argullol: Más cuando informan que cuando condenan o elogian. Es cierto que la arbitrariedad ha acabado siendo insoportable.

Eduardo Mendoza: No leo ninguna revista específicamente de arte. Pero leo las crónicas que se publican en las revistas culturales o de interés general, que sí sigo.

José María Parreño: Leo las crónicas de los críticos de los suplementos (alguna de alguno de algunos).

10. ¿Le ha interesado algún artista vivo durante los últimos diez años? ¿Le ha seguido la pista?

Rafael Argullol: Sí. Muy pocos, aunque seguramente es culpa mía.

Eduardo Mendoza: Sí, varios. No, no he seguido la pista de nadie, pero dada la difusión del arte contemporáneo, más bien son los artistas los que siguen la pista del público interesado.

José María Parreño: Me apasiona media docena de artistas vivos (de los que están en circuitos comerciales) y estoy muy satisfecho de haber comprado algunas obras —de otros que no vale la pena mencionar, pues sería muy raro que los conociera el lector, salvo que fuera su amigo o familiar—. ~


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