Un inmenso “qué hubiera pasado si”

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Martín Kohan

Confesión

Barcelona,

Anagrama, 2020, 200 pp.

A Thomas Jefferson se le atribuye la afirmación de que “el árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos”; pero las cosas nunca son tan fáciles, y Franz Kafka advirtió años después de Jefferson, en relación con los profetas armados de su época, que “toda revolución solo deja tras de sí el limo de una nueva burguesía”.

A lo largo de las últimas dos décadas, Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) ha estado escribiendo de modo consecuente acerca del periodo de la experiencia revolucionaria en Argentina y de su trágico final, así como sobre las implicaciones (no solo) morales de la violencia política en el “limo” de la burguesía argentina. Kohan es un ensayista formidable, y sus textos, también los de ficción, suelen poner en cuestión ideas establecidas, como las distinciones entre cultura “alta” y cultura “baja” (Segundos afuera), el adentro y el afuera de las instituciones destinadas a la educación y al castigo (Dos veces junio, Ciencias morales), víctimas y victimarios (nuevamente Ciencias morales, su novela ganadora del Premio Herralde de 2007), la acción política y la inacción. Confesión también gira en torno a estas cuestiones, y su centro es la historia de Mirta López, una adolescente de la localidad bonaerense de Mercedes que se enamora de un joven algo mayor con el que comparte una vecindad relativa y un entusiasmo quizás excesivo por la religión católica: su enamoramiento no es correspondido, sin embargo, y el joven acaba casándose con otra mujer, cosa que los lectores argentinos de esta novela saben de antemano, ya que el muchacho, quien al acabar los estudios comienza una carrera militar, es el futuro teniente general del ejército Jorge Rafael Videla, responsable principal del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y del posterior “Proceso de Reorganización Nacional” que hundió la economía argentina, sumergió a la mayor parte de la población en el terror y dejó al menos treinta mil desaparecidos.

Un inmenso “qué hubiera pasado si” se proyecta sobre Confesión sin que su autor lo haga nunca explícito. ¿Qué hubiera pasado si la infatuación amorosa de Mirta López (de quien, además, se nos dice que es la abuela del narrador) hubiera sido correspondida? ¿Se habría inclinado Videla por la profesión militar, como lo hizo? ¿Y habría podido desarrollar una carrera fulgurante sin la hija de un embajador a su lado, su esposa Alicia Raquel Hartridge Lacoste? ¿La tragedia argentina podría no haber tenido lugar? ¿O haberse visto reducida en sus dimensiones? Los tres miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que el 18 de febrero de 1977 estuvieron a punto de acabar con la vida de Videla dinamitando la pista de la que despegaba su avión (la historia es real) también creían que la sangre de los tiranos acaba con la tiranía, como afirmó Jefferson; también, que todavía era posible cambiar la historia. Narrada en la segunda sección de la novela, la historia de cómo, con extraordinario arrojo y gran pericia técnica, los tres hombres instalaron los explosivos bajo la pista de aterrizaje desplazándose por debajo de la ciudad de Buenos Aires también constituye la excusa para un interrogante del tipo de “qué hubiera pasado si”.

A ese interrogante Kohan parece responder en la tercera sección de su novela, en la que una partida de cartas entre una ya anciana Mirta López y el narrador conduce a una confesión de enorme importancia acerca de por qué razón y cómo uno de sus hijos (y tío del narrador) fue secuestrado y desaparecido durante la dictadura: lo que se revela a lo largo de la partida (que Kohan narra con su habitual sentido del ritmo, que aquí adopta en varios pasajes la cadencia repetitiva de la plegaria) es que la mayor de las desgracias puede ser el producto del más grande de los amores y que el destino individual de las personas, incluso el de los tiranos, importa relativamente poco frente a las grandes masas de ideas políticas y religiosas que, a la manera de los ríos subterráneos que los integrantes del ERP recorren para realizar su operación, vertebran una sociedad, algo que el tiranicidio niega reiteradamente y con resultados nunca del todo satisfactorios. Al reunir vida pública y privada, Kohan refuta una vez más la distinción entre ambas, como en sus novelas anteriores: es un truco, pero la buena literatura está llena de ellos. Y, en cualquier caso, el juego que el narrador y su abuela juegan al final del libro se llama truco y es uno de los juegos más populares del Río de la Plata. ~

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicó 'Mañana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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