Las fronteras del Brexit

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La carretera que conduce de Dundalk a Newry podría ser cualquier otra de Irlanda. Solo veinticinco kilómetros (catorce millas) separan estas dos ciudades, un trayecto que en coche son quince minutos y en autobús media hora. Y sin embargo, esta carretera de apariencia normal y tranquila tiene dos particularidades que la distinguen de cualquier otra.

La primera es que las señales de tráfico cambian de kilómetros a millas cuando te acercas a Newry. La segunda es que este camino de veinticinco kilómetros fue una vez uno de los más peligrosos de Irlanda y uno de los escenarios más sanguinarios de The Troubles, el conflicto que desgarró a Irlanda e Irlanda del Norte durante casi treinta años.

En 1987, uno de los jueces más importantes de Irlanda del Norte y su esposa fueron asesinados en un atentado con coche bomba perpetrado por el ira (Ejército Republicano Irlandés) en esta misma carretera. Kilnasaggart Bridge, que atraviesa el camino entre las dos ciudades, es uno de los puentes que más sufrieron durante el conflicto. La razón de esta violencia inusitada en un recorrido tan corto radica en la situación de ambas localidades: mientras que Dundalk es parte de Irlanda, Newry pertenece a Irlanda del Norte, y por lo tanto a Reino Unido.

Hasta 1998, varios controles fronterizos dividían el trayecto entre las dos poblaciones. Gracias al Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que puso fin al conflicto entre ambos países, la frontera desapareció. Hoy en día, solo las señales de la carretera que cambian de kilómetros a millas y viceversa recuerdan a los viajeros que Newry y Dundalk pertenecen a dos países distintos.

Diecinueve años después, este camino podría convertirse de nuevo en frontera tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea.

Cuando el Reino Unido abandone la ue, Irlanda, junto al muy diferente caso de España, será el único país europeo que tenga una frontera terrestre con un territorio de la Union Jack. Según un estudio del gobierno irlandés, ahora mismo existen 200 puntos fronterizos entre Irlanda de Irlanda del Norte. Se estima que 177.000 camiones, 208.000 furgonetas y 1,85 millones de coches viajan entre ambos países cada mes. La frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, ahora mismo invisible, es de 500 kilómetros.

Esta línea divisoria fue establecida en 1921 por los británicos. Tras la guerra que condujo a la partición de Irlanda, seis de los 32 condados irlandeses pasaron a formar Irlanda del Norte como parte de Reino Unido. Al comenzar The Troubles a finales de los años sesenta, los controles entre ambos países se convirtieron en una verdadera pesadilla para aquellos que querían cruzar de un lado al otro. Esto afectaba principalmente a las ciudades que, como Dundalk y Newry, se alzaban a pocos kilómetros de la frontera.

El posible regreso de los controles a raíz del Brexit es uno de los problemas que más preocupan tanto al gobierno británico como al irlandés de cara a las negociaciones. La mayoría de los políticos británicos e irlandeses, al igual que la Primera Ministra Theresa May, ha expresado su intención de conservar una frontera abierta entre ambos países tras el Brexit. Bruselas también ha mostrado su interés en mantener el statu quo.

De momento, ninguno de los líderes políticos ha sabido explicar cómo reconciliar esta frontera abierta con el fin de la libre circulación de personas que pide el Gobierno británico.

Dundalk

Garret Carr ha recorrido la frontera irlandesa de punta a punta durante dos años. En su libro The rule of the land: Walking Ireland’s border ha documentado sus viajes por los pueblos y ciudades a ambos lados de la línea divisoria. “La abolición de los controles ha sido esencial para el proceso de reconciliación”, afirma en una conversación telefónica. “Para la mayor parte de los irlandeses y norirlandeses ha dejado de ser un desafío a su identidad. Si te conviene que exista debido a tus opiniones políticas, puedes decir que todavía hay una. Y si no quieres que exista, puedes decir que ya no hay frontera. Ambas afirmaciones tienen algo de verdad.”

Para el escritor, la partición de Irlanda creó no solo dos identidades –la República de Irlanda y la parte de Reino Unido llamada Irlanda del Norte– sino también una tercera, compuesta por las personas que viven en estas regiones fronterizas. “Estas personas tienen más en común entre ellas que con la gente de Belfast o Dublín”, afirma. “Para empezar son astutas, saben utilizar la frontera. Algunas viven en un lado pero mandan a sus hijos a colegios que están en el otro. Alguien puede vivir en Irlanda pero utilizar el NHS (Servicio Nacional de Salud) de Irlanda del Norte. Es un lugar muy práctico.”

“Las personas que viven en estas zonas suelen ser muy discretas. Hay una cierta atmósfera de sospecha y precaución. Esto es un legado directo de The Troubles, cuando había mucha criminalidad y contrabando. La gente aprendió a meterse en sus propios asuntos.”

Dundalk es una de estas ciudades en las que el recuerdo de este pasado sigue muy presente hoy en día. Al igual que Newry, su vecina más cercana, la economía de la ciudad se vio gravemente afectada durante el conflicto debido a su proximidad con la frontera. Gracias a la incorporación de Irlanda a la Unión Europea y al fin de los controles fronterizos, la financiación y los trabajos volvieron a Dundalk. Paypal o la cervecería Harp Lager son algunas de las compañías que han abierto sedes en esta ciudad en los últimos años.

Caminando por la ciudad, queda claro que el regreso de la frontera es una posibilidad que preocupa a muchos de los habitantes de Dundalk. James, de veintiocho años, trabaja en Bookmakers, una casa de apuestas. “El regreso de la frontera sería un desastre para mí, la mitad de mis empleados viven en Newry”, explica. “Pero creo que será inevitable tras el Brexit, si realmente quieren evitar la libre circulación de personas entre Europa y Reino Unido.”

El retorno de los controles fronterizos también sería un problema para Mark, de 37 años, y para su tienda de música a pocos metros del centro de la ciudad. “Muchas de las personas que vienen a mi negocio son de Newry, porque ahí no tienen una tienda de música”, explica. “Así que te puedes imaginar lo poco que me interesa el regreso de la frontera.”

Mark opina que los controles fronterizos serán inevitables después de que Reino Unido abandone la Unión Europea. “No creo que la frontera sea tan horrible como en los años setenta u ochenta, pero si de verdad quieren controlar la inmigración no les va a quedar otra”, afirma. Sin embargo, no cree que esto vaya a afectar gravemente el proceso de paz. “El problema será con las tarifas y la libre circulación de personas, no creo que vuelva la violencia”, dice el dueño de la tienda de música. “Tal vez si el Brexit hubiese ocurrido hace diez años… pero ahora hay una nueva generación. Nadie quiere que vuelvan The Troubles.

Johnny, de 71 años, ha vivido los peores momentos del conflicto fronterizo. Durante cuatro generaciones, su familia ha sido dueña de la pescadería Johnny Morgan, situada en el centro de la ciudad. Johnny se considera un irlandés republicano, y afirma que le gustaría ver una Irlanda unificada algún día. “Me gusta la frontera flexible que tenemos ahora porque así parece que Irlanda está de nuevo unida”, afirma.

El pescadero no tiene muchas esperanzas de que el gobierno británico vaya a evitar el regreso de los controles tras el Brexit. Johnny recuerda que en los años setenta el viaje de Dundalk a Newry podía llevar entre dos y cuatro horas. “Primero tenías que pasar el control de los irlandeses, y luego el de los británicos. Los soldados registraban el coche y tenías que declarar todos los bienes que habías comprado. Muchos soldados británicos aprovechaban para quitarnos cosas. No me gustan mucho los ingleses”, añade.

Johnny afirma que podría escribir un libro sobre sus experiencias con la frontera. Aunque se muestra reticente a entrar en detalles, sí que cuenta una anécdota. “Me acuerdo de que una vez cuando era niño mi padre y yo fuimos a Newry en su furgoneta. Una vez en el pueblo mi padre compró un neumático y lo colocó en la rueda del vehículo. Cuando cruzábamos la frontera de vuelta teníamos que declarar todo lo que habíamos comprado en Irlanda del Norte, pero a mi padre se le olvidó o no quiso declarar el neumático. A lo mejor pensó que no se darían cuenta. Pero vaya que sí se dieron cuenta.”

“Los soldados británicos nos desmontaron la rueda y mi padre tuvo que caminar de vuelta a Dundalk para pedirle a su hermano que le prestara otra. Me acuerdo perfectamente, estuve esperando en la furgoneta durante varias horas hasta que volvió.”

Newry

Entre semana, los autobuses de Dundalk a Newry salen cada dos horas, desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. Durante The Troubles, esta ciudad al otro lado de la frontera era un área predominantemente republicana, por lo que recibía muy poca financiación por parte del Gobierno probritánico en Belfast. Al caer la frontera la ciudad comenzó a resurgir, gracias en gran parte al comercio transfronterizo y al peso de la libra. En el referéndum de junio de 2016, esta ciudad votó firmemente en contra del Brexit.

“En Newry no queremos Brexit. Puede que el Brexit les convenga a los de Inglaterra, pero aquí las cosas irían muy mal”, dice Ronnie, un charcutero de unos cuarenta años desde detrás del mostrador de su tienda. “Los controles fronterizos serían fatales para la economía. Espero que si debe haber Brexit nos dejen tener un sistema parecido al de Noruega”, añade.

Ronnie afirma que al igual que la mayor parte de habitantes de Newry, él se siente irlandés. Newry es una ciudad católica, lo que explica por qué la mayoría de sus habitantes se consideran irlandeses: según la Agencia de Estadística de Irlanda del Norte, un 89,6% de sus habitantes proviene de una familia católica, mientras que solo un 9,4% son de origen protestante.

En un banco del centro de la ciudad se sienta John, un hombre de unos 55 años cuyo verdadero nombre probablemente no sea John. Afirma que en Newry puedes identificar a la comunidad protestante por la zona en la que viven, sus nombres, y a veces por la apariencia. “No siempre, pero a veces. Por ejemplo John, Michael y Patrick son nombres irlandeses. Samuel y Marvin son protestantes”, explica. “Ahora vivimos en paz. A veces se vuelve un poco tenso, sobre todo alrededor del 11 o 12 de julio, cuando las marchas de los protestantes atraviesan la ciudad. Pero hoy en día lo peor que puede pasar es que un chiquillo católico le tire una piedra a algún protestante.”

John se refiere a las marchas de la Orden de Orange, una fraternidad unionista que cada 12 de julio atraviesa los barrios y ciudades católicos en Irlanda del norte para recordar la victoria del rey protestante Guillermo III de Orange sobre el rey católico Jacobo II en 1690.

¿Volvería la violencia con los controles fronterizos? “Puede pasar, esto es Irlanda”, dice el hombre del banco. “Pero yo quiero vivir en paz. Si preguntas a la gente de Newry todos te dirán lo mismo. Todos queremos ver una Irlanda unida. Pero preferimos vivir en paz.” ~

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