Ilustración: Eduardo Ramón

El lenguaje no determina el pensamiento

El cineasta Jay Shapiro reunió en Nueva York a Steven Pinker y John McWhorter para que hablaran de su trabajo sobre la lengua, la cultura y el progreso.
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Steven Pinker: La lingüística es el estudio del lenguaje. Un lingüista no es alguien que habla muchos idiomas. ¿Por qué es interesante la lingüística? La respuesta más sencilla es que el lenguaje es una ventana a la naturaleza humana. Una de las cosas más sorprendentes que hace la mente humana es adquirir el lenguaje. Buena parte de nuestras vidas está mediada por el lenguaje: a través de él explicamos lo que sabemos, compartimos nuestro conocimiento y emociones. El lenguaje también es una manera especialmente rigurosa de entender lo que nos impulsa.

Jay Shapiro: Estoy pronunciando palabras ahora mismo. No tengo ni idea de cómo lo hago. Ocurre, les doy sentido, ustedes las reciben. Como una corriente de cosas que les estoy enviando: puedes subirte a esa corriente y descubrir cosas. ¿Qué descubre la lingüística, si es que tiene sentido esta analogía?

John McWhorter: Tiene sentido. Por ejemplo. Esa corriente llega por el lado derecho de mi cerebro, a través de la amígdala, que decide si te tengo miedo. La escucho, creo sentido, mi boca se mueve como respuesta, es un proceso increíblemente complejo. El lenguaje es mucho más complejo de lo que pensamos. No es simplemente unir adverbios, sustantivos y verbos. Todas las lenguas son más complejas de lo que necesitan. Es algo que puede ser muy difícil de entender. Las distinciones entre él y ella en ruso, o en inglés, no son necesarias para la lengua. Todas las lenguas, todos los dialectos, son algo increíblemente complejo. Ninguna visión científica puede decretar que hay una lengua equivocada o incorrecta.

Hay un mito por ahí que dice que soy un sociolingüista, porque estudio el lenguaje y la sociedad. Es lo que digo en televisión, lo que necesitan los medios, pero no es en lo que pienso cuando me levanto.

Pinker: Lo paradójico es que ni John ni yo somos lo que podría denominarse “políticamente correctos”. Hemos ganado cierta animosidad a lo largo de los años. Escribimos de manera independiente sobre un hecho: algunas formas de inglés estigmatizadas, como la jerga afroamericana –tal y como la denominan los lingüistas–, tienen una enorme complejidad, no son formas degradadas, degeneradas o incorrectas del inglés. Cuando estudias cómo funcionan ves que hay mucha complejidad y belleza. Pero no decimos eso para ser políticamente correctos.

McWhorter: Hace unos años escribí un libro sobre el “inglés negro”, que no es mi tema académico, pero pensaba que había que extender la idea de que es complejo a pesar de que uno lo escucha como un conjunto inconexo de versiones de las palabras reales. Si de pronto llegara un marciano a un barrio donde se habla inglés negro, o jerga afroamericana –nunca me ha gustado esa expresión, es demasiado larga y se abrevia como aave [African American Vernacular English]: parecen las siglas de un accidente–, tendría los mismos problemas para aprenderlo que para aprender el inglés de William F. Buckley.

Shapiro: Uno de los errores o tentaciones de los lingüistas es decir que se puede comprender una cultura a través de su lengua.

McWhorter: Hay una idea que le gusta a mucha gente que dice que la lengua que hablas es como unas gafas que determinan tu pensamiento. Cada una de las siete mil lenguas es su propio viaje de ácido. Está muy extendida, sale en los medios: tu lengua marca cómo ves el mundo. Uno de los ejemplos que se utilizan para explicar esto es la lengua guugu yimithirr, en Australia. Es una lengua fascinante por muchas razones. Una de ellas es que no puedes decir “delante de” o “detrás de”. Para sus hablantes las cosas están o bien al norte o al sur de ti. No sé ahora mismo en qué ubicación estamos, pero supongamos que delante de mí está el norte y detrás el sur. Si me doy la vuelta, seguiría diciendo que el norte está en el mismo sitio. No puedes decir “detrás”. Hay gente brillante que dice que eso significa que el lenguaje está determinando cómo procesas el mundo: para ellos, este lenguaje, como es norte/sur y este/oeste, condiciona tu visión del mundo. Es al revés, son la cultura y la topografía las que determinan tu visión y construyen el lenguaje. El lenguaje no puede hacer eso que dicen. Hay lenguas que se hablan en regiones llanas, de modo que hay una razón por la que hablas de delante y detrás: no hay árboles, tienes que hablar de norte y sur. Cuando llevas a esta gente a la ciudad, dejan de hacer eso. Lo interesante es cómo la topografía puede influir una lengua, y no cómo tu lengua determina tu pensamiento. Pero en la universidad es muy común la otra postura, recuerdo aprenderla de un sujeto que parecía narcotizado, y pensar que era apasionante.

Pinker: Uno de los fallos lógicos recurrentes tanto en la academia como en el lenguaje común es creer que el lenguaje determina cómo piensas. La comparación que se hace es siempre entre nuestra cultura y otra cultura. Hablamos inglés u otra lengua europea, que están muy relacionadas entre ellas, y ellos hablan otra lengua. Se cree que si hay diferencias en la manera en la que la gente se comporta, piensa, recuerda, percibe, estas se explican por las diferencias en la lengua. Pero lo que la gente no suele razonar es que hay que tener en cuenta una cultura particular, un ecosistema, una lengua y unas diferencias cognitivas. ¿Por qué piensas que es la lengua la que causa las diferencias cognitivas, en vez de las enormes diferencias en ecología y estilo de vida? Aunque vivas en un ambiente en el que hay direcciones cardinales prominentes, norte, sur, este y oeste. También hay este tipo de lenguajes en áreas donde hay valles o cordilleras, donde cada vez que sales fuera tienes ese sistema de coordenadas enfrente de ti. Por otra parte, hay lenguas que no dan mucha importancia a la izquierda y la derecha, como las nuestras, porque no son lengua con escritura, en las que tienes que estar atento constantemente a las distinciones entre izquierda y derecha, porque así es como leemos. En general, la mayoría de animales confundimos la izquierda y la derecha. Hay una razón profundamente ecológica para esto. La gravedad distingue entre arriba y abajo. No hace falta lenguaje, cultura; es física. Para cualquier organismo que se mueve, ir hacia delante es diferente a ir hacia atrás. Pero no hay nada que diferencie realmente la izquierda de la derecha, excepto en artefactos humanos como las letras del abecedario o los coches. Si cogemos una fotografía y la colocamos boca abajo, uno la ve y detecta que está boca abajo. Pero si la colocamos frente a un espejo y la invertimos, a no ser que tenga algo escrito, probablemente no nos daríamos cuenta. El mundo parece igual si lo invertimos frente a un espejo. Esto está integrado en nuestros cerebros: confundimos la izquierda y la derecha, nunca confundimos arriba y abajo. La mayoría de lenguajes no distingue entre izquierda y derecha, así que no es muy sorprendente que las culturas no escritas no tengan distinciones entre izquierda y derecha o atrás o adelante tan claras como las nuestras.

Aunque hay una isla concreta en la que la gente también emplea los puntos cardinales de uptown, downtown y crosstown. Esa isla es Manhattan.

Shapiro: ¿Es cierto que la lingüística es una parte de la psicología evolutiva? Soy del este de Pensilvania, y siempre me ha parecido extraño que en inglés no haya una palabra oficial para el plural de you (“tú”). Usamos youse en el este de Pensilvania, pero mi madre, que es de Pittsburgh, dice yinz. ¿Cumplen alguna necesidad estas palabras?

McWhorter: El lenguaje es como los gatos. Los gatos siempre están arrastrando cosas, encajándolas. Eso es lo que hace la gramática. Si hay huecos que cubrir en términos semánticos, el lenguaje tiene maneras de saber con qué llenarlos. A menudo el lenguaje quiere que haya un “tú” singular y otro plural. En inglés, por motivos que nadie comprende del todo, la forma you derrotó a thou hace mucho tiempo. Y más o menos se ha mantenido así, pero una lengua no suele querer quedarse así, por eso surgen y’all, youse, yinz y demás. Nos reímos de esas expresiones porque vivimos en sociedades occidentales con determinadas visiones prescriptivas que nos dicen que esto es “incorrecto”, aunque no hay razones científicas.

Hay lenguas que no tienen una distinción entre pronombres singulares o plurales, solo la hay entre I y we, por ejemplo, pero hay otras lenguas en las que hay una sola palabra para “él”, “ella”, “eso” y “ellos”, en Nueva Guinea.

Pinker: Se ha dicho que, al menos en el inglés estándar conversacional, la segunda persona del plural más usada es you guys, que no es exactamente una segunda persona del plural pero se está moviendo en esa dirección. Una de las razones por las que el lenguaje se ve como parte de la biología evolutiva tiene que ver con Noam Chomsky (fue su cumpleaños en diciembre, cumplió noventa años; en la película Captain Fantastic celebran el Día de Noam Chomsky en vez de Navidad). Chomsky dijo en los setenta –y me influyó mucho cuando era estudiante– que la lingüística es un subgénero de la psicología cognitiva. No es exactamente cierto. Uno puede pensar que el lenguaje cubre la necesidad humana de comunicarse, y eso ha sido casi totalmente cierto durante largos periodos de tiempo.

Pero no es completamente cierto porque, para funcionar, no solo hace falta que el lenguaje sirva para expresar un pensamiento. Tiene que convertirse en un conocimiento compartido, en el sentido de que toda la comunidad tiene que aceptar tácitamente que esa es la manera de expresar determinado pensamiento. Si eres el único que usa una palabra o construcción quizá no valga la pena usarla. Hay determinadas innovaciones que se hacen “virales”, se convierten en memes y se integran en la comunidad lingüística, y eso hace que el lenguaje cambie. Pero no entendemos que hay una parte de ese proceso que es caótica, impredecible y contingente. El hecho de que necesitemos algo no nos garantiza que podamos, en primer lugar, materializar una solución y, en segundo, hacerla viral para que forme parte de la lengua. Hay una gran cantidad de cosas que sería muy útil que pudiéramos expresar, pero no sabemos cómo, quizá porque no hubo alguien suficientemente inteligente como para innovar la forma o, si lo consiguió, no se volvió viral.

McWhorter: Es el elemento del azar. Es una de la cuestiones más complicadas de comprender. Pero muchas veces la respuesta es el azar. Esto nos lleva de nuevo al debate del lenguaje y el pensamiento. La gente suele pensar: lo que está en el lenguaje refleja algo sobre la gente. Pero es más común, como pasa con los géneros tan locos en idiomas europeos, en los que la luna es femenino pero los barcos no, que no haya nada cultural detrás, es solo un accidente que acaba arrastrándose como las latas atadas al coche de los novios en la boda de El cazador. Así es como funciona el lenguaje. Los bebés adquieren casi cualquier cosa, y cuando nos damos cuenta del caos que han adquirido es demasiado tarde y están ya en la universidad.

Pinker: Hay muchas variaciones entre lenguas, pero básicamente es imposible hacer una correlación con la cultura. Son accidentes históricos congelados. Esto tiene que ver, creo, con el requisito de que el lenguaje sea, al mismo tiempo, comunicativo y convencional. Son dos requisitos de diseño para una lengua, y a menudo están en tensión.

La versión radical de la hipótesis del determinismo lingüístico, a veces denominada Sapir-Whorf por el nombre de los lingüistas que la hicieron famosa, no tiene sentido. La mente no puede operar con una lengua particular como medio interno. El sistema operativo de la mente no puede ser el inglés, por varias razones. Imagina tu conocimiento del mundo. Espero que al salir de esta charla pienses que has aprendido algunas cosas. Si te reto a que me digas una frase textual que hayamos dicho nosotros tres no podrías de ninguna manera hacerlo. Pero recuerdas lo esencial. Un fenómeno muy poderoso de la memoria humana es que la memoria de lo esencial, del contenido, del significado, es mucho mayor que la memoria de la forma. Por eso el “lenguaje del pensamiento” no puede ser el inglés, francés, saramaka o japonés.

Aprendí esto porque estaba interesado en cómo los niños adquieren por primera vez el lenguaje. Llegas al mundo y no tienes ni idea de qué lengua hablará tu comunidad, si es japonés, inglés o yidis. Tienes que aprender sobre la marcha cómo funciona una lengua. Y no es como la criptografía, no consiste en escuchar largas corrientes de sonido y buscar patrones sobre cómo un sonido va detrás de otro, como los informáticos que escriben códigos. Sabemos que esto no es así porque los niños no pueden aprender una lengua simplemente a partir de la propia lengua. Si una pareja tiene un niño y lo colocan frente a la televisión, con la esperanza de que aprenderá inglés, descubren que no funciona así. Los niños no pueden aprender el idioma de la televisión, porque no están en ese mundo. Los niños descifran el código del lenguaje ajustando lo que oyen con su propia comprensión de la situación, con todo el resto de su mente. Entienden el mundo físico, lo que otra gente probablemente quiere decir. La adquisición del lenguaje es un ajuste entre la señal, el blablabla, y una valoración cognitiva del mundo, lo que mamá y papá probablemente están intentando decirme, en un contexto. Sin una cierta habilidad de representar el mundo previa al lenguaje, no sería posible siquiera adquirir el lenguaje.

El lenguaje no puede ser el sentido del pensamiento. Si fuera así los bebés serían incapaces de pensar y por lo tanto incapaces de adquirir el lenguaje.

Veamos ahora las distinciones que hay en cada palabra. Son distinciones demasiado gruesas como para realmente representar la manera en la que pensamos. Un ejemplo del informático Drew McDermott: Ralph es un elefante. Ralph tiene colmillos. Ralph vive en África. Frases tan sencillas como estas las podemos comprender perfectamente. Pero también vemos que los colmillos de Ralph son solo de él, no son los mismos colmillos que los de otros elefantes. Sin embargo, el África en la que vive Ralph sí es la misma que la de los demás elefantes. Esta y otros cientos de distinciones lógicas no se encuentran en las palabras, sino que forman parte del entendimiento natural de que hay un sentido detrás de esas palabras. Una de las razones por las que los ordenadores todavía no entienden muy bien es que no hemos conseguido duplicar las distinciones conceptuales y semánticas de las que nuestra mente es capaz e integrarlas en un software. El lenguaje es realmente la punta del iceberg con respecto a las distinciones conceptuales que nuestra mente es capaz de hacer.

McWhorter: A pesar de que el lenguaje no puede ser lo que determina nuestro pensamiento, una vez que hay lenguaje se pueden producir ciertos efectos. Voy a dar uno de mis ejemplos favoritos, un experimento del psicólogo Daniel Casasanto, de la Universidad de Cornell. Él afirma que en inglés decimos que hemos pasado una “noche larga” (long night). En griego dirías que has tenido una “noche grande” (large night). De momento esta parece una de las observaciones menos interesantes que has oído en tu vida. Voy a decirlo de otra manera. En inglés decimos “largo tiempo” (long time); en griego “mucho tiempo” (a lot of time). Resulta que si muestras una línea que va de izquierda a derecha y le preguntas a alguien cuándo cree que la línea va a llegar a la derecha, y si pides a alguien que calcule cuánto tiempo va a tardar en llenarse un cubo, si habla inglés sabrá predecir mejor cuánto tardará la línea en llegar al final que cuánto tardará en llenarse el volumen del cubo. Esto es porque hablamos de long time en vez de a lot of time. Como los griegos hablan de a lot of time son mejores al predecir cuándo se llenará el cubo. Esto no es cultural, tiene que ver probablemente con que en una lengua se dice a long time y en otra a lot of time. Es algo que ocurre también si añades otras lenguas, es un fenómeno muy predictivo. Esto demuestra que el lenguaje puede influir el pensamiento, pero no configurar una visión del mundo.

Lo que más me molesta de la hipótesis Sapir-Whorf es que yo estudio lenguas criollas, que son lenguas completamente nuevas que se crean donde no hay lenguaje. Las lenguas pidgin se forman cuando, por ejemplo, llegan esclavos a una nueva comunidad y aprenden la lengua demasiado rápido, pero los adultos no la aprenden del todo, se quedan con unas quinientas palabras, que combinan para poder comunicarse. No hay un ser humano que pueda vivir con eso durante toda su vida, así que del pidgin se pasa al criollo. Pero si es una lengua tan nueva y está construida a partir de algo tan elemental, no está tan “llena” como el ruso o el japonés, no tiene los tonos del chino. Son lenguas relativamente telegráficas.

Comencé a estudiar estas lenguas a partir de la idea whorfiana de que la lengua se creaba a partir de muchas cosas azarosas pero que a la vez determinaba tu pensamiento. Y eso significaba que alguien en Jamaica o Haití solo tenía ese número determinado de pensamientos. Pensé que eso debía ser imposible.

Shapiro: Steven, ¿crees que Chomsky cometió errores, del tipo de los que expones en La tabla rasa? ¿Y tiene algo que ver eso con algunas de sus visiones políticas?

Pinker: Es un buen momento para explicar por qué hay gente que celebra el Día de Noam Chomsky, cómo se ha convertido en un gurú, un héroe, un mesías, hasta cierto punto un poco dañino, pero no cabe duda que es una gran figura del pensamiento. Una de las cosas que expuso desde un principio Chomsky es que si conoces el lenguaje no significa que solo tengas un inventario de palabras o construcciones, sino que tienes una habilidad combinatoria para generar un número infinito de oraciones. Esto implica que ha de existir una especie de “algoritmo cognitivo” que usamos sin ningún esfuerzo para hablar y comprender. Este algoritmo cognitivo se obtiene en la infancia en un proceso de deducción sorprendente. La gramática inglesa o de cualquier lengua tiene una complejidad computacional enorme: no son una serie de instrucciones sino que se infieren a partir de ejemplos y contexto. Noam Chomsky fue el primero que señaló que este era el principal dilema de la lingüística. Esto es lo que motiva su opinión de que la lingüística es una parte de la ciencia cognitiva.

Chomsky también sostenía que esa característica del lenguaje no podría construirse sin una estructura innata, que a menudo denominó “gramática universal” o “dispositivo de adquisición de lenguaje”. Elaboró toda una teoría sobre lo innato, sobre la parte de la naturaleza en el debate innato/adquirido, y le dotó de respeto intelectual, después de que durante mucho tiempo se considerase inaceptable. De muy joven, y en muy poco tiempo, consiguió que toda la comunidad lingüística anglosajona se tomara en serio sus teorías.

En 1957 publicó Estructuras sintácticas, casi ilegible pero un clásico. En una reseña de Verbal behavior, de B. F. Skinner, el famoso psicólogo behaviorista de Harvard que pasó toda su carrera estudiando ratas y palomas, Chomsky deconstruye sus teorías sobre los aumentos y descensos de comportamiento en base a recompensas y castigos. Skinner intentaba extender esas ideas behavioristas hacia el lenguaje. La crítica de Chomsky se considera un ejemplo del principio del fin de la teoría behaviorista en la psicología. El behaviorismo no era solo la teoría de las condiciones de operación, la faceta pavloviana, sino también una filosofía de la psicología que consideraba que las entidades mentales como las creencias, los deseos, las reglas, la memoria, las emociones, eran inobservables y deberían quedar fuera de la psicología. La psicología bajo la visión de Skinner no era la ciencia de la mente sino la ciencia del comportamiento. Una de las contribuciones de Chomsky fue levantar la alfombra y hacer respetable de nuevo el debate de las entidades mentales.

McWhorter: En esa reseña Chomsky destroza a Skinner. Si quieres lecciones en retórica para destruir una opinión que no te gusta, la recomiendo.

Pinker: Y no hace críticas ad hominem ni lo humilla, sino que es una disección analítica, y por eso es tan efectiva. La faceta política de Chomsky es muy conocida, y es sorprendente que sea tan prolífico en ambos campos. Una pregunta común es si existe alguna conexión entre ambos. En general no. Aunque en sus textos de los años sesenta hay cierta armonía o vínculo entre sus dos facetas. Si hay algo en común es su visión de la naturaleza humana. Se asociaba con los racionalistas del siglo XVII, algo herético en los años cincuenta y sesenta; en los departamentos de filosofía te enseñaban a odiar a los racionalistas, decían que habían cometido un error o que habían sido superados. Chomsky intentó resucitar a Descartes y Leibniz, que estaban marginados. Si tienes una visión de los seres humanos basada en la idea de que están motivados internamente para crear, para expresarse, sin la necesidad de un refuerzo exterior o recompensa, tienes por un lado la teoría del lenguaje que dice que los niños no necesitan recompensas para aprender a hablar, porque no pueden evitarlo: surge de su naturaleza. Por otra parte, está la teoría económica y política que dice que la gente no necesita recompensas y castigos, en términos de salarios y beneficios, y por lo tanto no necesita leyes ni castigos así, y esto te hace una especie de anarcosocialista romántico que piensa que la gente está motivada de manera inherente para producir; esto también estaba asociado con el joven Marx. Según esa visión, la gente es naturalmente cooperativa y sociable, no necesita castigos externos. Esta visión de la naturaleza humana, que es generativa o creativa, es común en el pensamiento de Chomsky. Aunque él mismo insistiría en las diferencias, lo que habla bien de él, algo que proviene en cierto modo de su faceta lingüística.

McWhorter: Es muy interesante, y creo que Chomsky no habla de ello últimamente. A mí lo que me fascina es esta idea de que existe una especificación innata para el lenguaje. Creo que pocos lingüistas discreparían de eso. Pero lo que se ha desarrollado desde la publicación de Estructuras sintácticas es muy hermético. Siempre me ha fascinado la sintaxis generativa de Chomsky, pero aunque la literatura sobre la gramática universal tenía mucho sentido al principio, poco a poco se ha convertido en algo imposible de descifrar. No tiene nada que ver con la configuración de nuestros cerebros, la psicología evolutiva o la biología. Y sin embargo, sigue progresando. Mucha gente se sorprendería al comprobar cuáles son los supuestos mecanismos de creación de sentido que elaboran. Hay unas ideas llenas de jerga y contraintuitivas. Está claro que existe una especificación para el lenguaje, y está basada en muchas cosas: necesitamos ser capaces de compartir la atención, etiquetar las cosas es importante, y también está la capacidad del desplazamiento, podemos explicar cosas que no están aquí. Eso es el lenguaje. Pero la gramática generativa está llena de palabras que son como juguetes. Me parece una disciplina metida en una bancarrota involuntaria. Hay obviamente estudios de gramática generativa que tienen en cuenta la psicología, la biología, y que son complejos y tienen sentido. No estoy en contra de la complejidad, sino de la gente que juega con sus juguetes y olvida que hay un mundo más allá.

Chomsky debe de tener un cociente intelectual de 412, pero creo que él y sus acólitos han permitido que su disciplina se aleje de sus orígenes. Chomsky está en contra de la idea de que las palabras, esos juguetes, evolucionan.

Pinker: Es completamente hostil a la idea de que el lenguaje es una adaptación evolutiva. Mi teoría es que la teoría de la selección natural de Darwin es muy parecida a la teoría del refuerzo de B. F. Skinner sobre el aprendizaje. La idea de que somos como somos porque era útil, como consecuencia de incentivos externos, suena demasiado a Skinner, o a Adam Smith. Quizá esto es injusto, y no es exactamente lo que Chomsky diría, pero creo que eso está detrás de su visión. Me pregunto cómo es posible que alguien que usa algo tan claramente útil como el lenguaje puede negar que evoluciona como medio de comunicación.

McWhorter: Especialmente cuando es tan brillante como él.

Pinker: Conozco bien la lingüística chomskiana porque me pasé 21 años en el MIT, en un departamento junto al de Chomsky. Sin embargo, mi formación en lingüística proviene de una de las estudiantes renegadas de Chomsky, Joan Bresnan, que dirigió mi tesis. Tenía una teoría de la sintaxis propia, llamada “gramática léxico-funcional”, que intenta capturar la innegable complejidad del lenguaje.

La hipótesis chomskiana es lo que pasa cuando tienes a alguien tan influyente, aunque sea muy inteligente: no puedes hacer un progreso intelectual con un gurú. La ciencia no funciona con gurús.

McWhorter: La sintaxis tiene un papa. Pero la gente que estudia el sonido, la fonología, dice bromeando que está más cerca de la verdad porque no tienen un gurú. No creo que Chomsky quisiera ser un papa, pero lo es. Hay teorías sintácticas que tienen perfecto sentido. La teoría de la gramática léxico-funcional de Bresnan tiene sentido. Pero con Chomsky pasa un poco como pasaba con el serialismo en la música en los años cuarenta. Nadie quería escuchar esa música, sin embargo existía la idea de que era algo avanzado, y la gente que la hacía podía decir que estaba a la vanguardia.

Shapiro: John, has escrito a menudo de los llamados sjw o social justice warriors [guerreros de la justicia social] y haces una analogía religiosa para explicarlos.

McWhorter: Hay momentos en los que analizamos la sociedad moderna y se nos pide de manera tácita que olvidemos el empirismo y las reglas de la lógica: simplemente creamos. Es algo que compartimos, obviamente, con el cristianismo. Especialmente en los últimos diez años esto se ha desplazado hacia la justicia social, que es muy importante. Pero hay una diferencia entre la justicia social de Michael Harrington o Martin Luther King y la justicia social tal y como se plantea hoy, que surge de un compromiso básico de mostrar que no eres un “ista” (por ejemplo, un racista). También hay cuestiones que se supone que no puedes pensar o negar, y esto es una manera de demostrar quién eres. Lo que más le interesa a este individuo es denunciar a los herejes, los que no siguen una determinada línea. Muchos de quienes creen en esta religión antirracista (y claro, quién querría ser racista) acaban convertidos en el tipo de personas contra las que se enfrentó Galileo. Uno puede decir, por ejemplo, sobre la violencia policial contra la población negra, que se trata de una injusticia: es horrible que alguien muera por culpa de un policía incompetente e incluso racista. Pero si dices que esa persona negra tiene más probabilidades de ser asesinada por alguien de su misma etnia y comunidad, y exiges que se tengan en cuenta los problemas de comunidades negras deprimidas, no te dicen que tienes una opinión diferente, sino que eres un hereje; pero nadie usa esa palabra, lo que dicen es que eres “problemático”, que es como decirte que eres blasfemo.

Y existe claramente ese tipo de visiones en lingüística. La idea que tiene mucha gente que odia a Chomsky es que no tiene en cuenta el aspecto social del lenguaje, porque no incorpora en su teoría cómo usa la gente la gramática en un espacio social. Lo que esta gente quiere decir es que no incorpora cómo la gente forja sus identidades contra los abusos del poder. Mucha gente cree que si no afrontas diferencias de poder no puede ser ciencia. Pero es una visión muy estrecha de la ciencia. La razón por la que hay gente que dice que no estás haciendo un verdadero trabajo intelectual si no estás tratando las diferencias de poder es una visión religiosa. Solo una religión puede decir que lo único intelectualmente válido es estudiar las diferencias de poder. Es una fe que ha contagiado a la universidad y a la lingüística.

Pinker: Hay un artículo de John que se titula “Anti-racism, our flawed new religion”, publicado en 2015, que es muy interesante. Creo que la visión de la izquierda de Chomsky y la visión woke de los social justice warriors políticamente correctos no coinciden. Él es un racionalista que cree en los debates, en la evidencia. Tiene también trucos sucios como intelectual, se ha hecho un experto en ganar debates a veces dejando de lado la clarificación.

Jay Shapiro: Steve, ¿puedes hablarnos sobre la negación del progreso que discutes en tu último libro?

Pinker: Decir que hay progreso no significa que vivimos en un mundo perfecto. Hay todavía mucho progreso por hacer. Pero si niegas el progreso que hemos hecho, las únicas opciones que te quedan son el fatalismo o el cinismo. También puedes convertirte en un radical. Si todas nuestras instituciones han fallado deberíamos cargarnos la máquina, el sistema. Es un juego en el que pueden participar tanto la izquierda como la derecha. En 2016 lo vimos en Estados Unidos con la derecha. Sabemos que cargarse las instituciones conduce a la violencia, la represión, el caos. Esos son algunos de los riesgos de negar el progreso.

Se han producido muchos avances en temas como la raza. No solo en el bienestar de los afroamericanos. La esperanza de vida de afroamericanos en los años treinta era 25 años menor que la de los blancos. Ahora es más o menos tres años menos que los blancos. Si llegas a los 65, tu esperanza de vida es mayor si eres afroamericano que si eres blanco. Esto no es algo para celebrar porque tiene que ver con la crisis de opioides, y que les va peor a los blancos. Pero no anula el hecho de que la brecha se ha reducido e incluso revertido.

Hace sesenta años más de la mitad de afroamericanos estaba bajo el umbral de la pobreza, ahora es menos de un cuarto. Desde los años setenta, la felicidad de los afroamericanos ha aumentado, y la felicidad de los blancos se ha estancado. Se ha reducido la desigualdad en felicidad. Y si uno observa los ejemplos de racismo, de gente que sostiene cosas indudablemente racistas, como pensar que los negros y los blancos deberían ir a escuelas diferentes, los blancos y los negros no deberían casarse entre sí, los negros son menos inteligentes y menos trabajadores, el porcentaje de estas opiniones ha caído en picado. En ocasiones todavía se mantiene en un porcentaje preocupante del 20%. El racismo es completamente real. En contra de la idea de que todos somos racistas sutiles, de manera inconsciente, el verdadero problema es los que son verdaderamente racistas. Y ese número se ha reducido.

Mi compañera Mahzarin Banaji ha estudiado los sesgos implícitos, y cómo gente no racista asocia aspectos negativos a determinadas razas. Pero lo que se denomina sesgo implícito se ha reducido en los últimos años.

McWhorter: Y sin embargo, la respuesta a tu libro ha estado llena de bilis y odio. Esto muestra que hay un “meme” ahí fuera que se resiste a lo que obviamente es sentido común. Imagina la vida en Estados Unidos en mitad del siglo XVIII, en términos de enfermedades, sexismo, clasismo. Está claro que ha habido un progreso innegable. Sin embargo, se entiende que la persona ilustrada es la que juega a ser Casandra. El odio contra Los ángeles que llevamos dentro o En defensa de la ilustración es casi religión, porque si no es religión no tiene sentido. Uno suspende su juicio para promover su fe.

Pinker: Hay muchos aspectos que moldean nuestra percepción, muchos de ellos identificados por Daniel Kahneman y Amos Tversky. Dicen que utilizamos un heurístico en el que usamos el motor de búsqueda de nuestro cerebro para hacer estadísticas rápidas y sucias. Cuanto más rápido nos ocurre algo más alto aparece en los resultados de la búsqueda, y más consideramos que es probable que ocurra. Los ataques terroristas, los asesinatos masivos, determinan nuestra evaluación sobre cuánta violencia hay.

Hay algo que creo que no se ha estudiado en la psicología cognitiva, y es que el daño intencionado provoca más inquietud que el daño accidental. Por eso creo que los ataques terroristas o los asesinatos masivos tienen más nuestra atención. El porcentaje de muertes por ataques terroristas es muy pequeño en comparación con accidentes de coche, homicidios comunes, o incluso muertes por rayo o ahogamientos en la bañera. ¿Por qué vamos a la guerra, invadimos países, creamos departamentos de inteligencia y contraterrorismo contra una amenaza tan estadísticamente menor? Una razón es que aparecen en los titulares. Pero otra razón es que es un daño creado por un agente malvado e inteligente. Ninguna reacción emocional que tengas puede afectar a un rayo, al rayo le da igual lo que pienses. Pero un terrorista sí puede ver tu reacción y ver cómo piensas. Estamos obsesionados con las contramedidas y con las respuestas al terrorismo, cuando quizá más ingeniería podría salvar más vidas.

 

 

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es profesor asociado de inglés y literatura comparada en la Universidad de Columbia. En 2018 publicó
The Creole debate.


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