Pandemia: crítica y mesura

Es importante recordar la necesidad del escrutinio y control al gobierno, más aún cuando acumula más poder que nunca en nuestra reciente historia. Habrá que hacerlo desde la mesura y confiando en la ciudadanía.
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Es curioso cómo la ciudadanía recurre a las redes sociales para desfogarse y lanzarle a la cara a los demás su propia frustración, que en muchos casos adopta la forma del insulto. No son estos tiempos de matices ni tampoco, parece, de mesura. Se comprueba al observar el rugir de la militancia ideológica, que atruena desde Twitter con violentas o sentidas llamadas a la unidad o a la cacerolada. Observar las distintas teologías políticas en acción es, a la vez, fascinante y aterrador, como lo es siempre la observación de la desenfrenada carrera por el poder, incluso en medio de una pandemia global.

El miedo proviene de una certeza: quien pide unidad hoy lo hace en la creencia de que gobiernan “los suyos”, pero sin duda llamaría a las caceroladas contra un gobierno conservador, aun cuando las medidas y el tiempo y la forma de anunciarlas fuesen los mismos. Valga también para su contrario: en eso, me temo, somos animales de costumbres.

Es difícil contestar a la pregunta de si lo hace bien el Gobierno, en circunstancias excepcionales y con pocas agarraderas –aunque alguna haya–, pero resulta desolador que quienes deberían ejercer la función de control al poder se dediquen únicamente al insulto o el paternalismo.

Los primeros se descalifican solos y siguen esa vergonzosa línea del todo vale que abrieron para no cerrarla nunca aquel trágico 11 de marzo, pero lo segundo quizá merezca que nos paremos a pensar. ¿Por qué escamotear la crítica a los ciudadanos escudados en ese extraño mantra del “ya habrá tiempo” que escuchó incluso en las ruedas de prensa con preguntas seleccionadas del mismísimo Presidente del Gobierno? ¿De qué deben protegernos los medios si no es del poder mismo? Parecen preguntas pertinentes que quizá abran la puerta a un debate interesante.

Tal vez sea también oportuno recordar que subordinar la libertad al deber es una de las bases de cualquier sistema de gobierno, también del democrático, pero que en este tal decisión concierne únicamente a la ciudadanía, a través de los órganos legítimos de representación. Afortunadamente, incluso en medio de un estado de alarma, nuestro país sigue aprovechando los frutos de la asombrosa lucidez de una generación que sufre hoy en carne propia los efectos mortales del virus. Nuestros padres y abuelos entendieron lo que se dirimía entonces: la urgente división del poder para evitar cualquier atisbo de autoritarismo; y que un sistema de libertades formales protegería, como así ha sido, las libertades materiales.

Por eso es importante recordar la necesidad de la crítica y el control al gobierno, más aún cuando acumula más poder que nunca en nuestra reciente historia. Habrá que hacerlo desde la mesura y confiando en la ciudadanía, pues lo contrario implicaría abandonar la crítica y el debate en manos de quienes todo saben y nunca aciertan, los que insultan a diestra y siniestra, pues desean, en el fondo, un obediente y aterrador asentimiento.

 

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(Bilbao, 1979) es profesor de Marketing y Narrativa Digital en el IED y la Universidad de Nebrija. Fundador y director en España de la agencia Tándem Lab.


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