Errejón cumbayá

El discurso patriótico y populista de Íñigo Errejón recuerda a las homilías que hablan de que Jesús nos ama y que, "frente a la adversidad, el amor".
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Hace casi tres décadas asistí a un campamento de verano de un colegio católico. Lo pasabas bien en lo que eran las actividades laicas: juegos comunitarios, nadar en la piscina… Lo normal en cualquier colonia para niños. Pero, por supuesto, también teníamos encuentros que pasaban por ser una especie de misas adaptadas para niños y adolescentes. Muchas canciones con referencias a la solidaridad, el amor, la comunidad, que canten los niños, que alcen la voz y un pueblo es. Mucho Jesús nos mira y nos ama. Mucho dogma. Y mucho lenguaje de homilía: “Hermanos, ante la adversidad, el amor”. Éramos los niños cumbayá de guitarra y alabaré, alabaré a mi señor.

Quizá por eso cuando escucho discursos con ese tono de misa de doce enseguida me salta el click. Es cierto que el lenguaje político está lleno de recursos literarios, anáforas y metáforas, pero hay políticos que se regodean particularmente en estas figuras estilísticas. En algunos casos emplean la “catacresis”, una figura retórica característica del populismo que “menciona una realidad, para la que no tenemos jamás una expresión literal, mediante una metáfora”, como escribe José Luis Villacañas. Hasta tal punto que dan la vuelta al lenguaje y lo vuelven ininteligible. Y casi con el mismo tono sosegado y de sermón. La poesía revolucionaria del asalto a los cielos subsumida por la letra de Un pueblo es que cantaba María Ostiz, que se atrevió a salir vestida de monja a un escenario en 1981 y se ganó para siempre el apelativo de “sor María Ostiz”.

Al político Íñigo Errejón hace tiempo que se le ven las costuras lingüísticas. Sus florituras vacuas -como aquel famoso núcleo irradiador- han dejado su huella en Twitter. Durante algunos años esta forma de expresarse le dio cierto halo de teórico intelectual que también le posicionaba como la cara amable de Podemos en oposición al más belicista, aguerrido y contundente Pablo Iglesias. Parece que cuando no entendemos algo pensamos que debe ser importante y revelador (en realidad, es una táctica lingüística para no decir absolutamente nada). Lo de “estamos en tareas que dificultan la conciliación de los afectos” todavía debe haber alguien que lo esté pensando.

Pero no es solo lo ininteligible. Muchas veces son las expresiones empleadas en sus artículos y mítines las que hacen saltar el resorte que me devuelve a mis años de la infancia. En los textos que ha escrito para varios medios en los últimos cinco años –aunque quizá su presencia se hizo más fuerte sobre todo entre 2015 y 2016, poco antes de su defenestración en Vistalegre 2 de febrero de 2017– hay frases como “la política de la esperanza”, que me recuerda un poco a “el reino de los cielos”, por el que una vez pregunté en clase -de otro colegio religioso- que dónde estaba (léanlo en el artículo “Grecia en la encrucijada europea” que escribió para El País en 2015).

En sus artículos es habitual leer “los de arriba” y “los de abajo”, “país real”, “nacional”, “patria”. Los politólogos han escrito cientos de columnas al respecto hablando del populismo errejoniano y de Laclau. En una entrevista en El Confidencial en junio de 2016 dijo: “Estudiamos con atención procesos de conformidad de voluntades populares nuevas, que se dan cuando gente más humilde consigue representar una idea nueva de país, cuando el pueblo se hace patria”. En uno de sus discursos en la plaza del Museo Reina Sofía recogido en su página web mitineó: “Estamos fundando pueblo; Estamos haciendo patria; España esta noche y mañana amanece otra; Hay un futuro para nuestra patria; España popular y democrática; Victoria para la gente; Victoria para nuestro pueblo”.

A mí me sigue recordando a María Ostiz:

Con una frase no se gana un pueblo

ni con un disfrazarse de poeta,

a un pueblo hay que ganarlo con respeto,

un pueblo es algo más que una maleta

perdida en la estación del tiempo,

esperando sin dueño a que amanezca.

Con un toque del Credo y el Cristo de Palacagüina de Elsa Baeza (y me parecen bastante bonitas estas canciones).

Pero una cosa es la música y otra la verborrea que tiene un punto más peligroso: hay otros partidos que se llenan la boca de patria y nación. Y hace muchos años otro Movimiento le añadía la palabra “Dios”. Otros más actuales en América Latina siguen apelando al “que Dios te bendiga”.

Tiene también Errejón un tono adoctrinador: no te salgas de la senda del camino. Hay en sus artículos una exhortación pero inconcreta sobre cómo deben hacerse las cosas. Y hay determinación en sus palabras. Mucho de unanimismo y bastante menos pluralismo. El político cita mucho a Gramsci, pero también a Maquiavelo. En los últimos días no han sido pocos los que han señalado que a Errejón se le ha caído la piel de cordero para sacar a relucir su adn de lobo. El puñetazo en la mesa se va a oír en Podemos durante mucho tiempo.

Me vuelve a recordar a la mirada condescendiente del cura que necesita que su rebaño sea pecador para que no se le quede vacía la parroquia. Al menos del sacerdote sí sabíamos en qué creía. Otros necesitan el “arriba” y el “abajo” y “el país real” para mantener el poder, pero no sabemos realmente cuáles son sus creencias. Igual eso no parece muy progresista.

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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