Entre trabajo remunerado y no remunerado, ellas trabajan más y ganan menos

Entre trabajo remunerado y no remunerado, ellas trabajan más y ganan menos

Las licencias por paternidad son mínimas y la crianza de los hijos obliga a miles de mujeres a postergar sus carreras profesionales. Para eliminar las diferencias salariales por género, pasarán 70 años, pronostica la OIT.
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En el Día de la Mujer, varios países latinoamericanos se sumaron al Paro Internacional de Mujeres para reclamar contra el fin de la violencia y por un mundo más igualitario. Brasil, Chile, Costa Rica, Bolivia, México, Ecuador, El Salvador, Argentina, Honduras y Uruguay forman parte de la convocatoria a nivel Latinoamérica, que tendrá también lugar en países de Europa y África llegando a realizarse en un total de 44 países.

Entre los principales reclamos de las mujeres latinoamericanas figuran la precarización laboral, el fin de los feminicidios, la redistribución de los trabajos domésticos no remunerados y el desmantelamiento de las redes de trata, entre otros.

Si bien los reclamos del movimiento de mujeres vienen ganando terreno en el debate público y mediático a nivel regional; las cifras muestran que aún estamos muy lejos de la tan anhelada equidad.

Desigualdad laboral

A nivel mundial las mujeres ganan en promedio un 25% menos que los varones, según el informe Mujeres en el trabajo: Tendencias 2016, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Para el caso de América Latina y el Caribe, la OIT indica que se ha avanzado en reducir la brecha de desempleo a partir del año 2000, pero aún así persiste una diferencia entre la tasa de los hombres desempleados, de 5.4%, y la de mujeres, que es del 8.1%. “Durante más de 10 años en América Latina hemos tenido una desocupación femenina que equivale a más de 1.4 veces la de los hombres, y pese a los avances y al compromiso con la igualdad de género, no se ha logrado bajar esta brecha”, detalla la OIT.

El trabajo incluyó a la informalidad laboral que, para el caso de la región, reportó una tasa de informalidad entre las mujeres del 54%, 6 puntos arriba del 48% de los hombres.

“El número de mujeres en situación de actividad es muy inferior al de hombres” informa ONU Mujeres. De acuerdo a ese organismo, son ellas quienes ocupan los puestos de trabajo peor remunerados, realizan empleos subcontratados a destajo y trabajos poco estables, con escaso o ningún acceso al trabajo decente y a la protección social.

Si la tendencia actual persiste, señala la OIT, serán necesarios otros setenta años para eliminar completamente las diferencias salariales por género. De acuerdo al organismo, la disparidad salarial no puede ser explicada solamente por las diferencias en la educación que existen entre hombres y mujeres, sino que debe tenerse en cuenta la infravaloración que existe del trabajo que las mujeres realizan y la necesidad de ellas de interrumpir sus carreras profesionales o reducir sus horas de trabajo remunerado para atender responsabilidades familiares.

Según “La economía feminista desde América Latina”, un documento publicado en 2012 por ONU Mujeres, “Venezuela, Uruguay, Costa Rica, El Salvador y Perú presentan menores niveles de desigualdad laboral, mientras que Bolivia, Colombia, Brasil, Honduras y Guatemala presentan los más altos” de la región.

La desventaja acumulada que enfrentan las mujeres en el mercado laboral tiene un impacto considerable en su futuro. En términos de pensiones, la cobertura (legal y efectiva) es inferior para las mujeres que para los hombres. A nivel mundial, la proporción de mujeres que han superado la edad de jubilación y que reciben una pensión es, en promedio, 10,6 puntos porcentuales inferior a la de los hombres.

Trabajo no remunerado

Aún cuando las mujeres trabajan fuera de sus casas, volver al hogar significa seguir trabajando. Las tareas de cuidado así como los quehaceres domésticos recaen, la mayoría de las veces, sobre sus espaldas. “Eso que llaman amor es trabajo no pago”, dice la activista italiana Silvia Federici.

En las economías en desarrollo, las mujeres empleadas dedican 9 horas y 20 minutos al trabajo remunerado y no remunerado, mientras que los hombres dedican 8 horas y 7 minutos; según reporta el informe Mujeres en el trabajo, de la OIT.

En el ranking elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se encuentran en primer lugar las mujeres turcas, que dedican en promedio 377 minutos diarios, al trabajo doméstico, seguidas por las mexicanas con 333 minutos (ver gráfico).

El desequilibrio en la proporción del trabajo no remunerado limita la capacidad de las mujeres de incrementar sus horas de empleo asalariado, formal y pago. Como resultado, en todo el mundo, las mujeres que representan menos del 40% del empleo total, constituyen 57 % de los que trabajan menos horas y a tiempo parciales. Así, las mujeres condicionan su carrera profesional en pos de compatibilizar tareas del hogar, estudios, carrera profesional y vida laboral.

Esto muestra que aún cuando las mujeres cuentan con una trayectoria en términos educativos, se enfrentan al llamado “techo de cristal”: un tope invisible pero bien marcado que les impide ascender en las estructuras jerárquicas de las empresas y lugares de trabajo a la par que los varones con igual -y en muchos casos menos- calificación.

Si bien esta disparidad de género sigue siendo considerable, ha disminuido en un número de países, la mayoría de las veces debido a la reducción del tiempo que las mujeres dedican a las tareas domésticas, pero no a una disminución significativa del tiempo que invierten en el cuidado de los hijos: la crianza de los niños sigue siendo responsabilidad de las madres. Es aquí donde el tema de las licencias por paternidad ocupan un lugar destacado.

“Solo el 43% de los países del mundo cuenta con la licencia para ser papá. En algunos lugares es casi simbólico, como en Argentina que son 2 días, Uruguay y Paraguay 3 o en Brasil que son 5” detalla la economista Mercedes D’Alessandro en su libro Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour).

Según explica D’Alessandro, las mejores experiencias en términos de políticas que apuntan a la igualdad son las que surgen de los países nórdicos, donde se utilizan licencias compartidas. “Las mujeres tienen días durante el embarazo y después del parto, luego llega el turno del padre que también disfruta de unos meses”, explicó la economista. Pero en Latinoamérica la situación es muy distinta: pocos lugares de trabajo cuentan con guarderías gratuitas en donde dejar a los niños, lo que tampoco facilita que ambos padres puedan trabajar. El resultado es que si alguien tiene que dejar el trabajo debe ser la mujer, generando un escenario desigual -y muchas veces invisible- de oportunidades.

 

 

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Licenciada en Comunicación Social y periodista digital. Colabora con varios medios de Argentina y con áreas de comunicación en organizaciones especializadas en derechos humanos.


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