Ricardo "El Topo" Sáenz
Ricardo "El Topo" Sáenz

Del horror al encuentro: 41 años después del golpe militar en Argentina

Se cumple hoy un nuevo aniversario del golpe cívico militar de 1976 que dejó 30 mil personas desaparecidas y un tendal de terror. Toledo creció con un desaparecido en la familia: su tío "El Topo".
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Sonó el despertador, abrí los ojos y miré el celular. “En este día tan especial mi abrazo más profundo”, leí. Era mi tía María Elena, esposa de Ricardo “El Topo” Sáenz, hermano de mi madre, desaparecido desde la tarde del 6 de diciembre de 1978.

Ese “día tan especial”, es hoy, 24 de marzo de 2017, cuando se cumplen 41 años del comienzo del genocidio de Estado y se conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en recuerdo de los muertos y desaparecidos civiles que dejó la Dictadura. Un día como hoy, pero de 1976, se depuso a la entonces presidentaMaría Estela Martínez de Perón, y en su lugar, se estableció una junta militar, liderada por el teniente general Jorge Rafael Videla.

Esta tarde marcharemos a Plaza de Mayo, centro político de Buenos Aires. Diremos además que “fueron 30 mil” los desaparecidos, en respuesta a los dichos del presidente Mauricio Macri que ha puesto en duda -al igual que algunos de sus funcionarios- la cifra. Pero todo eso pasará después del mediodía. Por ahora es la mañana de otro 24 de marzo, y recuerdo a mi abuela Rosa, pienso en mi madre Estela, en María Elena, en Martín, el hijo del Topo; todos víctimas del terror, luchadores contra el olvido, memoriosos de corazón.

Ricardo “El Topo Sáenz” estuvo detenido en el Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), un predio gigante ubicado en la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, que funcionó como centro clandestino de detención y tortura.

Según los archivos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), mi tío “El Topo” permaneció nueve meses secuestrado en un sector llamado “Capucha”, un altillo dividido por tabiques de menos de un metro de altura, uno al lado del otro, en el que los prisioneros llevaban puesta una capucha de tela maloliente. Durante su cautiverio, “El Topo” fue identificado con el número 279. Almorzaba siempre lo mismo: un sándwich de carne dura y un vaso de agua con una naranja. Con el tiempo, y por ser uno de los detenidos que más meses llevaba en cautiverio, llegó a tener una cama vieja y un plato de comida. De estos datos me enteré gracias a una investigación que realicé hace ya algunos años para conocer qué había sucedido en mi familia durante los años del terror.

Marchar contra el olvido

Las marchas del 24 de marzo en Buenos Aires suelen ser emotivas, cargadas de simbolismos, de recuerdos y reclamo de justicia. Recuerdo que la primera vez que participé de esta movilización fue para el 30 aniversario del Golpe: tenía 21 años y lo hice junto a mis hermanos Mariano y Marcelo.

La marcha suele realizarse desde el Congreso de la Nación hacía Plaza de Mayo, a lo largo de unas trece cuadras colmadas de gente. En la marcha de aquél 2006 no logramos llegar a Plaza de Mayo: había tanta gente que seguir avanzando era imposible. Viví aquél impedimento con angustia: sentía que no había podido cumplir con el objetivo, que de algún modo estaba fallando a la memoria del tío Topo. Ahora, creo que aquellas sensaciones adolescentes eran una secuela de la falta de información que nos dejó el terror implantado.

Sobre la marcha de esta tarde, mi tía María Elena, escribió en su Facebook:

“Hay muy pocas cosas en esta vida, que me emocionen tanto como marchar los 24 de marzo, junto a tantos y tantos compañeros de sentimientos, de proyectos, de ilusiones, y buscar y encontrar en esa marcha, a Ricardo, a Beto, a Lidia, a mi mamá y a los que no conocí pero dieron su vida por nuestras utopías, nunca tan justificadas como en estos tiempos. Gracias”.

Gracias a vos, tía, por sobrevivir para contarlo, pensé.

Hace un tiempo mi madre dijo que, durante los años de plomo, los hilos de la familia se cortaron para poder sobrevivir. En la casa de mi abuela hubo allanamientos, cosas revueltas, amenazas directas a punta de Ithacas. Decía mi madre que recién ahora comienzan a tejerse de nuevo esos hilos -yo pienso que son vínculos- rotos.

Crecimos con un desaparecido en la familia y eso nos marcó a todos. Aunque Ricardo no fue el único “chupado” -como se decía en aquellos tiempos- de la familia. También se llevaron a la mamá de María Elena, Ana Catalina Dulón, y un primo de ella: Alberto Donadío. Tiene sentido la analogía de mi madre sobre los hilos de la familia cortados para sobrevivir.

Los 24 de marzo son días cargados de emoción, de recuerdos y de memoria. También ronda una sensación de tristeza y angustia que, con el paso del tiempo, hemos logrado transformar: desde hace algunos años, todos los primos –sobrinos del Topo y también su hijo- nos encontramos en Plaza de Mayo, o en un café o en alguna calle. Es una forma de mantener viva su memoria y de  reconocer que compartimos un herencia que no queremos repetir. Nunca más.

 

 

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Licenciada en Comunicación Social y periodista digital. Colabora con varios medios de Argentina y con áreas de comunicación en organizaciones especializadas en derechos humanos.


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