Elena Ferrante: la distancia entre la ficción y la realidad

En el momento en el que Gatti desenmascara a Elena Ferrante, actúa no sólo en contra de su privacidad sino en contra de la ficción
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1. El periodista Claudio Gatti publicó un artículo simultáneamente en inglés (The New York Review of Books), italiano (Il Sole 24 Ore), francés (Mediapart) y alemán (Frankfurter Allgemeine Zeitung) para revelar que detrás del pseudónimo de Elena Ferrante está Anita Raja. Gatti se justificó después: “Yo soy un periodista de investigación italiano en Nueva York, y el mayor misterio sobre Italia que hay en Nueva York es la verdadera identidad de Elena Ferrante. Así me gano la vida: encontrando respuestas.” Su texto, de hecho, se titula, Elena Ferrante: ¿una respuesta? Da cuenta de cómo llegó hasta ahí luego de meses de investigación, luego de rastrear movimientos financieros millonarios de la editorial italiana independiente Edizione e/o que destinó, con crecimientos anuales, a su colaboradora y traductora del alemán al italiano, Anita Raja. En otras palabras, la “desenmascaró” porque las altas ganancias y la compra de bienes no se comparan con las ganancias del equipo editorial y menos aún cuadran con las de una traductora (cosa que más que una respuesta es una clara pregunta). Además, Gatti encuentra relaciones entre la ficción y la realidad que le sirven para fortalecer su hipótesis, y recurre a otras fuentes para encontrar lazos sólidos entre Elena Ferrante y Anita Raja.

La autora italiana eligió el pseudónimo Elena Ferrante antes de la publicación de su primera novela El amor molesto (1992). Su saga napolitana, compuesta por cuatro novelas, fue el estruendo internacional: La amiga estupenda (2011), Un mal nombre (2012), Las deudas del cuerpo (2013) y La niña perdida (2014). En español, están editadas por Lumen, que pertenece al grupo Penguin Random House (y sus muy sonrientes trabajadores en España sacaron un video #YoSoyElenaFerrante en solidaridad con el pseudónimo de la autora).

Hasta ahora no había imágenes de la autora, únicamente circulaban las imágenes de las portadas, famosas por ser feamente cursis sin perdonar la traducción (salvo el misterioso caso de las portadas australianas sobrias, suelen parecer salidas de catálogos de vestidos de novia, anuncios de viagra, entre dos de los temas más recurrentes). Este no es el caso de una autora anónima, sus libros están firmados con pseudónimo, y bajo condiciones que ella misma ha delimitado, hasta ahora ha respondido de forma escrita a algunas entrevistas. Su única forma es de aparición es, deliberadamente, la palabra. Sus libros, en circulación en más de 40 países, han sobresalido pese a la ausencia en los medios, la autopromoción, festivales literarios, televisión, radio. En otras palabras, es el triunfo de la novela.

2. Así como los lectores podríamos sumarnos a #YoSoyElenaFerrante, hay un curioso grupo #YoSoyClaudioGatti (aunque tristemente no haya ningún video bajo ese hashtag). Detrás del resultado de la investigación de Gatti está el motor que condujo la invasión a la privacidad de la autora y la ruptura del juego. En la más elemental de las opciones, Elena Ferrante optó por no ser una figura pública; en tiempos del imperio de la selfie optó por la ausencia; en sus años de fama internacional, decidió no figurar. Lo cual ya es muy interesante como postura en el presente: “Sencillamente decidí liberarme, hace más de veinte años, de la ansiedad de sobresalir y la urgencia de ser parte del círculo de gente exitosa, aquellos que creen haber ganado quien-sabe-qué. Este fue un paso importante para mí. Hoy siento, gracias a esta decisión, que he ganado un espacio propio, un espacio libre, en el que me siento activa y presente. Renunciar a ello sería muy doloroso.” (En entrevista para Vanity Fair). Por otro lado, la elección del pseudónimo también podría ser un modo de exigirle al lector que se concentre en la obra, no en el autor. Un recordatorio que el centro es la obra, letras en neón para ignorar el culto a la personalidad: “La ausencia física de la escena pública hace la escritura absolutamente central. En el acto de la escritura –un libro o esta entrevista– que uno organiza y estructura, la presencia de un autor se vuelve coherente. El resto es vida privada poco interesante.” (Sydney Morning Herald) Y, de paso, con un comentario a la prensa: “Los medios sencillamente no pueden discutir una obra literaria sin señalar a algún escritor-héroe.” (Paris Review). También cabe la posibilidad de que el pseudónimo de Elena Ferrante sea el inicio de la ficción, a lo que quizás podría responder: “Evidentemente, para aquellos que aman la literatura, los libros son suficiente.” (Vanity Fair). En este caso, en el nombre está todo lo que tenemos que saber, la autora (no varios) se llama Elena Ferrante (es un nombre femenino, a diferencia de los tiempos en que las mujeres elegían nombres masculinos como un modo de que su trabajo fuera tomado en cuenta). Y este nombre mira a su propia obra, se comunica con la anécdota, es coherente con ella. La saga napolitana, para decirlo en pocas palabras, trata de una amistad entre dos mujeres que va de los 6 a los 66 años, una de las dos busca borrarse, desaparecer, mientras que la otra cuenta su historia para hacerla permanecer. Este es un movimiento muy parecido al del pseudónimo con su autora. Se trata de un sistema cerrado que, además, expone que el culto a la personalidad nos ha desviado tanto de la obra de arte –en el sentido más amplio de las artes– que la elección del pseudónimo de Elena Ferrante nos obliga, sin opción, a quedarnos en la obra. ¿Por qué entones alguien exige que la ficción rinda cuentas a la realidad?

3. Confieso que me emociona cuando se cruzan, cuando se confunden los límites entre la realidad y la ficción (tengo una fascinación por los casos judiciales en los que se juzga autores por lo que hacen sus personajes: abogados que son como Quijotes invertidos que tratan de ajustar la ficción desde la realidad, que luchan en contra de escenas literarias para acotarlas a las leyes de la moral o de la religión). En este sentido, el momento en el que Gatti desenmascara a Elena Ferrante, actúa no sólo en contra de su privacidad sino en contra de la ficción. Se sale del juego, deja de leer. Como un niño hincado que se levanta en el show del mago cuando desaparece a una persona dentro de la caja para decir en voz alta: no desapareció la persona en la caja, la persona sigue adentro, ¡es un juego de espejos! Pero, desafortunadamente, esta forma de leer no empieza y termina con el periodista italiano, a #YoSoyGatti no le gusta, no le interesa leer ficción. Le interesa encontrar pistas en la narrativa que prueben cosas de la realidad, le interesa encontrar datos biográficos en una novela, le gusta cuestionar si un libro exitoso escrito por una mujer pudo haber sido, en realidad, escrito por un hombre, le gusta preguntar ¿qué tanto de ti hay en lo que escribiste? Le gusta decir, le gusta interrumpir más que nada porque le gusta que lo escuchen: “Te cuento esta historia para que la escribas”. Porque a #YoSoyGatti le interesa más decir que escuchar.

4. El periodismo tiene una distancia física con la realidad, como la distancia que hay entre una cosa y su sombra, una cosa sobre una mesa tal vez, un florero en la mesa y su sombra apegada a las leyes de la física, mientras que la ficción guarda otras distancias con la realidad, las sombras se distorsionan, cambian de formas con respecto a lo que proyectan, las sombras llegan a ser algo muy distinto a la figura, se independizan como un pájaro que planea con las alas abiertas y ese minúsculo círculo en la superficie que es su sombra. La sombra que hay entre la ficción y la realidad en muchos casos desaparece. Buscar pistas, rastros, información en la ficción es no querer leer.

Queremos, esperamos ver la cara de un político cuando habla, queremos saber el nombre y apellido de la persona que firma un texto periodístico, pero con un autor de ficción es distinto. Si el autor da la cara o no, si experimentó o no la historia que escribe, si se llama de esta forma o de esta otra poco importa, pero si desaparece la sombra de la historia con respecto a la realidad es porque el pájaro planea alto. Y ese es el lugar donde nuestra imaginación planea también.  

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