Martín Casariego: “Escribir no tiene que ser un sufrimiento”

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Martín Casariego (Madrid, 1962) es escritor y guionista. Concejal de Vicálvaro y San Blas-Canillejas en Madrid, tras presentarse con Ciudadanos en 2019, es autor de libros como Qué te voy a contar (Anagrama), Un amigo así (Siruela) o El juego sigue sin mí (Siruela), y creador del personaje de Max Lomas, un peculiar héroe policiaco, en cuyas aventuras el autor juega irónicamente con el género negro sin dejar de tomárselo en serio.

Demasiado no es suficiente es la tercera de una serie. ¿Cómo nace el personaje de Max Lomas? ¿Siempre pensaste que sería una serie o fue creciendo?

Max Lomas nació para el público en 1996, cuando apareció Mi precio es ninguno en Plaza & Janés. Disfruté mucho escribiéndola, y aunque estaba concebida como una novela independiente, con los años empecé a desear volver a saber de Max y de Elsa. Por fin me decidí a escribir una continuación, y como Mi precio es ninguno (que he corregido mucho para su reedición en Siruela) arranca cuando Max y Elsa se reencuentran seis años después en un bar de mala muerte, El Gato Azul, quise escribir también la precuela, cuando Max y Elsa se conocen y enamoran. Porque, entre otras cosas, para mí la serie de Max Lomas es una historia de amor. Ha ido creciendo, pues, y ojalá lo siga haciendo.

Tiene una atmósfera de novela negra pero también algo de western: con algunos códigos, con la forma de presentar a los personajes. No es una novela donde se resuelva un misterio, es una novela de acción, con encargos, un peso del pasado, dobles lealtades.

Sí, tiene mucho de novela negra, con sus ingredientes clásicos, un héroe solitario y bebedor, una mujer de rompe y rasga, diálogos cortantes, enemigos mortales, cuentas pendientes, disparos y palizas, y también de western y de novela de acción, en la que el pasado, como sucedía en Mi precio es ninguno, tiene mucha importancia… A mí también me gustan las novelas de enigmas, en las que hay un misterio que se resuelve gracias a la inteligencia y la capacidad deductiva del investigador (casos arquetípicos son Poirot o Sherlock Holmes), pero, quizá por esa influencia del western que señalas, lo descarté desde el principio.

¿Por qué decidiste escribir una novela “de género”? ¿Qué referentes tenías en la cabeza?

Como decía, Mi precio es ninguno se publicó en 1996, pero la semilla se sembró a los dieciocho o veinte años, cuando empecé a leer a Chandler, Cain, Charles Williams, McDonald, Hammet, Chester Himes… Y esas han sido mis principales referencias. En esa época leí también otro tipo de novela negra o policiaca o de misterio (Scerbanenco, Sjöwall y Wahlöö, Chesterton, Simenon, etc.), pero los que me marcaron más fueron esos autores estadounidenses, muy ligados al cine.

Hay también un elemento de ironía muy claro. Por ejemplo, en la manera en que juegas con los clichés del género, con los tópicos, con el humor. También con la cultura (referencias cinéfilas, literarias, filosóficas). ¿Por qué introduces esos elementos?

Cuando escribo, tengo unos modelos, y en la saga de Max Lomas están muy claros, pero, a la vez, pretendo darles una vuelta, hacer alguna variación, y por eso, siendo historias realistas, tienen un prisma que lo exagera todo, precisamente por esa ironía y el uso de los tópicos. Las referencias culturales hacen que a mí me resulte más interesante el texto, es un guiño a los lectores, y hacen más especial a Max Lomas: pertenece a una familia muy rica pero muy poco ejemplar, y es muy leído, pero descubre, en Sudáfrica, que lo suyo no es el arte, como imaginaba con dieciocho años, sino la acción. Y eso hace que se desenvuelva bien en todo tipo de ambientes, que considera propios –y sobre todo ajenos– por igual.

Una de las cosas más difíciles de escribir técnicamente son las escenas de acción. ¿Cómo las has construido?

Pues poniendo a Max en situaciones muy difíciles, de las que evidentemente casi nadie saldría vivo… y dándole muchas vueltas. Por supuesto, las lecturas, incluyendo los cómics, y las películas, me han ayudado mucho… Y cuando pienso que es imposible que Max salga por sí solo, pienso entonces en qué otra intervención, casual o no, puede permitirle salvar el pellejo in extremis.

En este libro, aunque hay un par de “fugas”, tiene una presencia importante Madrid. ¿Qué aportaba la ciudad como espacio literario?

Las ciudades grandes (y Madrid es una de ellas) tienen todo: los contrastes, el anonimato, los sitios cutres y los lujosos, la mezcla social y de culturas. Esa mezcla es perfecta para desarrollar una historia negra. Incluso se incendian rascacielos, como el Windsor, algo que me impresionó doblemente, pues lo había proyectado mi padre. ¿Por qué en Madrid, y no en otra gran ciudad? Porque esta es en la que he nacido y vivido, y la que conozco mejor. Y es, además, una de las grandes ciudades literarias del mundo. Así que es un escenario perfecto para Max Lomas. Y en cuanto a esas “fugas” que mencionas, como Calpe y Sevilla, son sitios en los que he estado, claro.

A veces se decía que la novela negra era una forma de la novela social en Estados Unidos, que contaba unos conflictos sociales. No creo que sea algo que hayas buscado en el libro, me parece que te movías en un ambiente más estilizado, pero sí has incorporado elementos de la realidad, de los temas de su momento: la Cañada Real, el paso de Lomas por Irak, etc. ¿Cómo ha sido esa parte documental?

Antes decía que Madrid es la ciudad que conozco mejor, pero, claro, me tengo que documentar para muchas cosas. En el caso de Demasiado no es suficiente, he leído sobre Irak, sobre las peleas de perros, sobre la Cañada Real (que he recorrido, aunque de día, y que ahora está mucho mejor que en 2004, aunque quede mucho por hacer). Leo los periódicos, que ofrecen mucha información, he hablado con algún policía, he visto algún atestado policial, alguna sentencia judicial, libros y películas también sirven, documentales, escenas que se cuelgan en internet…Y en cuanto a lo social… Nunca me han gustado las novelas de tesis (aunque haya excepciones) que dicen al lector por dónde tienen que ir él y el mundo. Prefiero contar una historia y que el lector, que no es memo, saque sus propias conclusiones.

Lomas ha sido escolta en el País Vasco. ¿Por qué quisiste darle ese pasado?

No quería que mi personaje fuese policía, ni detective, ni militar, pero sí que fuese un hombre de acción, y se me ocurrió lo del escolta. Para Yo fumo para olvidar que tú bebes tuve que documentarme mucho en ese aspecto… En cuanto al País Vasco, mis abuelos maternos eran vascos, él de San Sebastián y ella de Oñate, y todo lo de eta me ha venido doliendo desde los años ochenta, esa herida que aún no está cerrada. Situar a Max Lomas en San Sebastián me servía también para hablar de todo ese dolor que crea el terrorismo y de toda esa miseria moral y ese silencio hipócrita que lo hacen posible. Eso sí, siempre sin perder de vista que para enfrentarse a eso hay que ser muy valiente, por no decir heroico, y procurando que eso ayude al avance de la historia, no a lastrarla con más juicios morales de los necesarios: ya los hará el lector.

Has escrito guiones de cine, novelas juveniles, novelas digamos más convencionales… ¿Te sientes más cómodo en una cosa u otra? ¿Cómo ha cambiado para ti la literatura desde que empezaste?

He ido cambiando de terreno según me iba apeteciendo, según me iba sintiendo llamado, por decirlo así, y aunque es cierto que hay diferencias, en el fondo lo importante viene a ser lo mismo: construir una historia con unos personajes, y encontrar la forma que consideras idónea para desarrollarla. Nunca puedes estar del todo cómodo, pero, a la vez, si la incomodidad te domina, no merece la pena seguir. Porque escribir no tiene que ser un sufrimiento, sino más bien lo contrario, y porque, además, te saldría mal. Publiqué mi primera novela hace más de treinta años, y como es lógico, en este tiempo he cambiado yo y han cambiado las circunstancias, las mías y las de todos. Pero lo esencial, lo que es invisible a los ojos, permanece inmutable: sigo escribiendo con la misma ilusión, el mismo empeño, por contar de la mejor manera posible las historias de ciertos personajes, en las que también, de forma disimulada e inevitable, pongo cosas mías. En conjunto, creo que soy mejor escritor con sesenta que con veintisiete años, aunque también es cierto que he perdido algunas cosas en el camino.

El libro acaba de pronto, y anunciando una nueva entrega. ¿Qué puedes contarnos de ella?

Mucho y poco… Al revés que en las anteriores, separadas por seis y ocho años, la cuarta comenzará un segundo después del fin de la tercera, así que seguiremos en 2005… Transcurrirá en Madrid y en África, se llamará Ámate como a ti misma, y girará en torno a las mafias nigerianas y sus redes de prostitución. Ser concejal tiene muchas cosas buenas, pero una muy mala: me impide escribir. Llego a casa cansado, sin fuerza para ponerme con una novela. Yo fumo…, Mi precio… y Demasiado… las tenía terminadas a principios de 2019. Pensé que mientras se fueran publicando me daría tiempo a escribir la cuarta, pero por ahora no está siendo así, y eso me agobia. Solo sé que tengo muchísimas ganas, casi una necesidad, de ponerme a ello. Por lo pronto, he empezado con la documentación. Incluso he estado recientemente en Kenia, un viaje con el que soñaba de niño, y, aunque la cuarta aventura o desventura de Max Lomas fue más que nada una coartada para viajar, lo cierto es que se me ocurrieron varias ideas. ~

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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