Recordatorio de Federico Gamboa, de Álvaro Uribe

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En el marco de la colección “Centenarios” de Tusquets Editores México se dio a conocer una nueva edición del ensayo que Álvaro Uribe publicó en 1999, Recordatorio de Federico Gamboa, sobre una de las personalidades más significativas de la cultura literaria del Porfiriato.

Este libro conserva el perfil biográfico de la versión original y se enriquece con un texto en cuyas páginas se esboza una comparación crítica entre Santa y Naná, “Historia de dos beldades”. No obstante este artículo incluido a modo de apéndice, el volumen que ahora nos incumbe no difiere esencialmente de su primera versión en cuanto a la atmósfera intelectual que determina las pautas de su interpretación histórica y literaria. Esta atmósfera se alimenta gracias a la publicación de la autobiografía y los diarios de Federico Gamboa en 1994 y 1995 por parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Una fuente más en la que abreva Uribe (ciudad de México, 1953) es la edición, la crítica y los comentarios que José Emilio Pacheco realizó de la escritura autobiográfica de Gamboa.

En consecuencia, Recordatorio de Federico Gamboa es un ensayo que sigue de cerca el relato autobiográfico elaborado por el propio Gamboa, especialmente en lo que concierne al ritmo de la temporalidad y los espacios de la trayectoria del sujeto biográfico y, sobre todo, los valores de la máscara textual que el autor construyó para incorporarse en el concierto de las huellas en que descansa simbólicamente el pasado mexicano. A este respecto, Uribe señala en el prólogo de su ensayo que uno de los propósitos de los diarios de Gamboa radicaba en “ofrecer a la curiosidad ajena una imagen cuidadosamente elaborada de la persona del narrador”. Con base en esta perspectiva, Uribe describió la trayectoria pública de nuestro autor y comentó su obra narrativa obedeciendo la trama de esta elaboración de la persona. Si bien es cierto que Uribe no se interesó en la crítica textual e histórica de estas elaboraciones, también lo es que señaló la primacía de este tipo de escritura en la obra de Gamboa, desplazando con ello el interés tradicionalmente centrado en el narrador naturalista.

En su relato/máscara Gamboa se presenta, después de complejas operaciones textuales habilitadas en virtud de las normas sociales de la escritura autobiográfica cuyo examen no es materia de los intereses de Uribe, como un narrador representativo del Porfiriato, un funcionario público leal al régimen del general Porfirio Díaz y un sujeto histórico que sale de la escena del tiempo socialmente significativo e inteligible luego de la caída del presidente imperator. Acerca de esta demarcación de la trayectoria del sujeto, leamos las siguientes palabras de Uribe: “Todos los hombres pertenecen a su época pero algunos cometen además la redundancia de transformar esa fatalidad en una elección. El narrador que se había circunscrito en sus novelas a retratar fielmente la sociedad porfiriana no pudo o no quiso salir nunca de la órbita conceptual en la que lo encerraba su propia renuencia al cambio.”

Los principios sobre los cuales descansa la coherencia de este discurso implican la identificación del sujeto con la comunidad política y, a su vez, de esta con el gobernante. Sobre este dispositivo de carácter integrista se constituyen los ejes argumentales correspondientes a la reivindicación, la nostalgia y la regeneración de un ciclo histórico de México. El sentido y la eficacia del texto literario de clave autobiográfica dependen de estos argumentos. Esta organización del relato de Gamboa también ha contribuido a consolidar la estructura dramática del texto de Uribe, quien tuvo en 1999 el buen tino de reconocer el interés público del personaje Gamboa: “Federico Gamboa será de ahí [1892] en adelante el protagonista central de la porción más perdurable de su obra.”

Uribe ha sido un amanuense fiel y sensible del discurso de Gamboa en cuanto al afán de este de convertirse en una figura significativa de la tradición mexicana, tal y como esta se concebía y se escribía en el horizonte de nuestro narrador. El relato y el personaje (la máscara) construidos gracias a la escritura autobiográfica fortalecieron la idea de una cultura y una literatura específicas del Porfiriato. Una cultura galante y cortesana, varonil y cosmopolita, moderna y urbana, cuyos lugares de sociabilidad por excelencia eran el burdel y la sala de redacción periodística, el bar y el despacho de gobierno, el boudoir y
el gabinete de escritura. Estas imágenes han sido capaces de prohijar una leyenda cuyo prestigio se advierte en el clima intelectual que reúne a los estudiosos de toda índole interesados en el Porfiriato. Uribe no es una excepción a este respecto.

En este horizonte se recorta la figura de un autor próspero y un funcionario público destacado: un porfirista representativo que encarna las ideas mediante las cuales el espacio histórico dominado por Díaz se hizo inteligible en la conciencia histórica de México durante el siglo XX. Un aficionado a los placeres del sexo; un literato rendido al esplendor de la Francia fin de siglo; un diplomático nacionalista y calculador; un funcionario del primer círculo de las intrigas del gobierno encabezado por Díaz; un exiliado; un hombre cuya mentalidad pertenece al antiguo régimen. A estas pautas ideológicas se ha circunscrito la memoria crítica de quien escribió el Recordatorio… que aquí comentamos. ~

 

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