Cuando James es Jan

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Christine Jorgensen tuvo en los años cincuenta sus quince minutos de fama como hombre —y mucho más de quince años como mujer. Fue, de hecho, el primer transexual, cuyo cambio de sexo por medios quirúrgicos la prensa hizo mundialmente famoso. Luego, con la experiencia médica y la nueva cirugía, se llegó a conseguir un cambio sexual completo —o casi. Pero no hay que confundir a los transexuales con los travestis o los transformistas, que solamente se visten de mujer. Dice Peter Ackroyd en Dressing up: "La imagen de la mujer fálica […] característicamente informa las fantasías de todo travestido".
     El transexual más conocido en Inglaterra se llama ahora Jan Morris, pero antes se llamaba James y era un periodista celebrado por su intrepidez y valor físico. Entonces había escrito reportajes sobre montañeros, con los que convivió, y llegó a llevar una barba poblada y negra, muy diferente de su cutis de seda actual. Su transformación, como las de todos los transexuales, se hizo a través de la emasculación total y dosis constantes y muy altas de hormonas femeninas.
     Jan Morris ha cambiado singularmente de aspecto. Aunque, con los años, ha cobrado un gran parecido con la reina Isabel y hasta lleva su cartera colgada del brazo, como es habitual en la reina.
     Morris escribió un libro sobre su cambio de sexo célebre, no célibe, que ha llevado a algunos entusiastas a cambiar de sexo también. Pero Jan Morris ha escrito de sus viajes con una visión de extraordinaria precisión artística. (Su Venecia ha sido comparado con las famosas Piedras de Venecia de John Ruskin, un texto clásico.) Además tiene un sentido del tiempo cronológico que es un déjà-vu histórico. Ahora acaba de publicar su último libro sobre Trieste, la ciudad del Adriático conocida en la historia de la literatura por haber vivido en ella James Joyce. El libro se llama Trieste y el sentido de la nada. Como dato personal, Jan Morris escribe que estuvo por primera vez en Trieste en 1946, "cuando era soldado". Uno de esos datos desconocidos con que acostumbra la Morris adornar sus relatos anota que hay en Trieste un castillo que perteneció al archiduque Maximiliano, entonces "emperador de México", donde reinó por un tiempo feliz en la desgracia. En una de sus cartas, que descubrió la escritora, Maximiliano pedía a sus castellanos "dos mil ruiseñores para alegrar su exilio". Maximiliano fue fusilado por Benito Juárez antes de que llegaran sus ruiseñores de la nostalgia y la emperatriz Carlota, viuda, terminó loca y cantando obsesivas habaneras en un palacio belga.
     Otro famoso transexual se llamaba Walter Carlos, ahora Wendy —un Walter alterado. Ingeniero electrónico y compositor, Walter compuso todo un elepé (hubo en realidad dos) con música de Johann Sebastian Bach que tituló Enchufa a Bach. El disco, grabado en 1969, quedó entre los más vendidos ese año y ganó tres premios Emmy y estuvo en las "listas clásicas" por más de trescientas semanas. Carlos, por su parte, hizo música para filmes de Stanley Kubrick (en Naranja mecánica como Walter y en Eyes Wide Shut ya de Wendy) y Wendy Carlos, sola, ha grabado otro disco que titula Paisajes a la luz de la luna digital —con, dice ella, "melodías etéreas que forman un tapiz electrónico".
     Morris, tanto como James que como Jan, y Carlos, cuando era Walter y luego Wendy, han tenido éxito en sus vidas, que son en realidad metamorfosis humanas que nunca conoció Apuleyo.
     Pero hay una última noticia a la vez alarmante y regocijada. Una buena señora inglesa le escribe al "Veterinario del Pueblo" una carta que publican los periódicos de Londres. Dice así:
     Tengo una gallina de cuatro años que ha estado poniendo huevos de lo mejor. Pero en los últimos años ha comenzado a cantar como un gallo. ¿Será que sufre un cambio de sexo? ¡Porque canta y pone huevos!

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