Tender puentes

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Letras Libres nació en enero de 1999 con la vocación de dar continuidad al trabajo literario y crítico de Vuelta. Nos sentíamos deudores, no herederos, de aquella gran revista. En la historia literaria –lo dijimos siempre– las herencias no se dan: las herencias se conquistan. Lo que buscábamos era reafirmar los principios de Vuelta en una época distinta y convocar voces nuevas. El mundo del siglo XXI sería muy distinto al de la segunda mitad del siglo XX, pero la literatura y la libertad, representadas en nuestro nombre, seguirían teniendo una vigencia permanente que habría que renovar, recrear, criticar.

Han pasado quince años. En términos políticos, el siglo XXI nos deparaba sorpresas que nadie, o casi nadie, atisbó. La nuestra ha sido una era contradictoria: por un lado, la aspiración y aun la adopción generalizada de la democracia; por otro, la reaparición de los fanatismos de la identidad (religiosa, ideológica, racial). La tensión persiste, enconada, explosiva, irresuelta: ¿Cubrirá el planeta un nuevo y opresivo oscurantismo? ¿Prevalecerá la modesta utopía de la democracia? Nadie conoce el desenlace, pero Letras Libres no ha dudado en ejercer la defensa de los valores (los ideales, habría que llamarlos quizá) que caracterizan una convivencia democrática: civilidad, legalidad, tolerancia.

En ocasiones, nuestra crítica ha sido impopular. No importa: la hemos hecho desde la independencia. Nuestras opiniones, muchas veces, han sido tergiversadas. Tampoco importa: la verdad objetiva finalmente se abre paso. Ocurrió con Vuelta en su tiempo. No era infalible ni pretendía serlo, pero sus adversarios le dieron la razón rindiéndole el mejor homenaje: la silenciosa adopción de sus puntos de vista. Y si bien en Letras Libres hemos criticado el dogmatismo que impera en algunas corrientes del espectro ideológico de México, al mismo tiempo hemos querido tender hacia ellas puentes de diálogo, respeto y mutua comprensión. Todo lo cual supone la capacidad de escuchar al otro. Y también la capacidad de corregir, de cambiar, de ejercer la autocrítica. Lo hemos intentado y lo seguiremos haciendo.

El lector encontrará, desplegando nuestra portada, la lista alfabética de nuestros autores. ¡Qué orgullo publicarlos! Su diversidad confirma, una vez más, la importancia de los puentes culturales. Desde un principio quisimos tenderlos entre lectores y autores en las dos orillas del Atlántico, entre tradiciones y lenguas, entre generaciones y escuelas y puntos de vista. Los puentes debían ser tangibles: por eso, en septiembre de 2001 fundamos Letras Libres en España. Los puentes debían ser modernos: por eso Letras Libres nació con un sitio de internet que poco a poco, conforme ha avanzado la revolución informática, se ha consolidado en todo el orbe donde se habla español. Y el empeño seguirá en los próximos años.

Miro hacia atrás y solo una palabra se me ocurre: gracias. Gracias, literalmente, a miles de personas. Gracias a nuestros autores. Gracias a nuestro Consejo editorial (al que se han sumado recientemente varias notables escritoras). Gracias a los sucesivos equipos editoriales y administrativos (jefes, secretarios, gerentes, directores, empleados) que, a lo largo de los años, han hecho físicamente la revista en sus diversas versiones. Gracias a los patrocinadores privados y públicos que apoyan la cultura libre. Gracias a los muchos generosos amigos. Y gracias, sobre todo, a ustedes, los lectores.

Hay un agradecimiento más, que quiero destacar en nuestro número de aniversario. Es a Gabriel Zaid. Este mes cumple ochenta años. En Letras Libres ha sido –como lo fue en Vuelta, y aún más– el mayor y mejor consejero. Siempre prudente y práctico en sus orientaciones, siempre lúcido y original en sus colaboraciones, su presencia es una lección de calidad y claridad. Hoy que celebramos nuestra modesta travesía, celebramos con él la travesía de su obra extraordinaria, y los muchos proyectos futuros en los que trabaja.

No hemos querido hacer una revista ecuménica pero sí una revista plural. Partimos de ciertos gustos literarios y artísticos y de ciertos valores políticos y morales, pero desde ellos nos abrimos al diálogo. Hemos insistido en que el desarrollo cívico de nuestros países, en particular el de México, depende de la calidad del debate público: la capacidad de discutir, fundamentar, argumentar racionalmente. A quince años de nuestra fundación refrendamos esa convicción. ~

 

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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