Entrevista con Yasmina Khadra: Salvador de conciencias

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La rabia, dureza y crueldad con la que este ex militar del ejército ha relatado el integrismo que tiene a su país, Argelia, sumido en el infierno, no han pasado desapercibidas en Europa. La prosa de Mohamed Moulessehoul (Orán, 1955), quien ha adoptado para la posteridad el seudónimo femenino de Yasmina Khadra, ilustra la cruda maquinaria integrista de violencia y muerte, capaz de degollar recién nacidos como pollos, a machete limpio.
     Su obra es un desmenuzado análisis de los tiempos que corren. Las razones por las que un hombre de bien que, con aspiraciones humanas como cualquiera, puede convertirse, debido a un endeble tejido social de pobreza y fanatismo, en un asesino, un depredador, han sido expuestas lúcidamente en el libro que sintetiza su labor literaria, Lo que sueñan los lobos (Alianza, 2000). Su trilogía del comandante policial Brahim Llob —Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras (Zoela, 2001)— es ya una referencia de la novela negra y la reivindicación de un género, considerado menor, igual de eficaz que otros para explicar la realidad.
     Pero Khadra, un hombre de aspecto tan frágil como austero, y a quien aún no se le ve del todo desenvuelto lejos de su rango militar, sigue peleando con su sombra y sus secretos. ¿Qué hay detrás de este enigma que se ha encaprichado en hablar de sí mismo? ¿Qué hay detrás de este escritor que desde sus dedicatorias ofrece una manifestación de principios y reivindica con el arma de la literatura ("el último reducto de nuestra salvación, el bastión final frente a la bestialidad") la labor militar y policial de cadetes y comandantes que, desde su perspectiva, se juegan la vida para que el resto pueda amanecer al día siguiente?
      
     Parece claro que no hay cosa peor que pueda pasarle a un ser humano que convertirse en un terrorista, en un asesino. ¿Cómo usted, un oficial superior del estado mayor argelino, sostuvo su propia lucha para no convertirse en alguien similar a quienes combatía?
     La historia de la humanidad es una historia de violencia y confrontación absoluta. Todas las bellas conquistas de libertad, paz y felicidad se han conseguido al precio de la sangre. La humanidad se ha construido a partir de la violencia; por tanto, creo lógico que exista el peligro de convertirse en un ser violento, pero yo sabía que mi ser entero estaba actuando correctamente.
      
     Se ha acusado al ejército argelino de prácticas poco ortodoxas en su defensa del estado de derecho. El propio comandante Llob, de su trilogía, tiene sombras. ¿Cuáles son las sombras del ejército argelino, en el que usted se formó?
     En primer lugar, la incompetencia, la falta de medios adecuados para enfrentarse a una guerra de guerrillas y también el aislamiento, puesto que todo el mundo lo ha dejado de lado, apartado. Pero las sombras afectan sobre todo a las altas esferas de los altos mandos, que empañan el trabajo conjunto de la institución militar. No quiero decir con ello que la institución militar argelina sea estupenda y pura, ni mucho menos, pero, desde luego, no es una institución criminal. Para los argelinos no hay ningún secreto en lo que está ocurriendo sobre el terreno. Saben muy bien quién está matando a quién y han señalado con el dedo a los integristas. Y los integristas han reivindicado sus propios crímenes. Pero los intereses políticos y los grandes intereses financieros occidentales han venido a enturbiar cualquier acción que emprende el ejército, porque están siguiendo una voluntad de ver a un país completamente de rodillas.
      
     Habla usted de las culpas de Occidente. Se ha comprobado la existencia de una gran red de terroristas islámicos —egipcios, argelinos, tunecinos, marroquíes, afganos— que, amparados por la democracia, hacen su vida en Occidente. ¿Son terroristas con planes suicidas desde su primer viaje o es su nueva vida europea y americana la que impulsa su fibra profunda de odio contra el mundo en el que viven?
     Es gente que inicialmente huía de la represión en su país, pero el hecho de haberse reunido en Europa les ha dado la impresión de que podían hacer algo a partir de esa unión. Hablamos de reclutas ideales para el terrorismo porque estaban lejos de su país, lejos de su raíces y sin ninguna referencia que los cobijara. De esa manera su alistamiento resulta muy fácil y natural.
      
     Pero esa unión revienta contra Occidente y no contra sus propios países, de los que han salido huyendo.
     Por una parte, está claro que lo que quieren es pelea y, por otra, reprochan a Occidente el apoyo que ha ofrecido a los gobiernos de su propio país. Están convencidos de que es Occidente quien está dirigiendo su país, y lo que quieren es venganza.
      
     La figura del gurú se repite en toda su obra. En su trilogía predice el advenimiento de una época marcada por ellos, como suplantación de "los demonios"…
     Y sustituirán también a presidentes y a reyes; van a sustituirlo todo.
      
     ¿En qué tipo de estiércol han florecido estas figuras apocalípticas, cuyo padre heredero se esconde hoy mismo en Afganistán?
     El caldo de cultivo en el que surgen estos gurús es el desprecio del mundo moderno, en el sentido de que ya no existe respeto, de que ya no existen referencias, de que ya no existe el concepto del mérito, de que se ha desmitificado al genio. El mundo actual vive en un caos absoluto, donde es el dinero el que lo gobierna todo; de manera que el gurú cree que la única forma de luchar contra esta prostitución y decadencia es movilizando todas las fuerzas contra ese imperio del "mal". Los gurús se han aprovechado de esta situación y se han erigido en portavoces de todos los excluidos. Han sabido hacerse perfectamente eco de todas las vejaciones, traumas y decadencia del siglo XX.
      
     No obstante, hay damnificados en todo el mundo. Las vejaciones, la decadencia y los excluidos del siglo pasado están en todas partes. Ejemplos de jóvenes frustrados en potencia los hay en América Latina, Asia, Europa del Este, África. ¿Por qué es en el integrismo islámico donde surge la respuesta más violenta, más sangrienta?
     Porque en el mundo árabe la noción de lo religioso sigue siendo muy fuerte, y en la educación de cualquier árabe la vida que vivimos es algo efímero y superfluo. Desde niños se nos enseña que en alguna parte desconocida hay un paraíso donde nos espera una vida maravillosa, y ante la insignificancia de lo que nos rodea aquí, tenemos prisa por abandonar este mundo para encontrar ese otro mejor. Así que basta con hablar a un árabe de ese paraíso que le espera, de esos ríos de miel, de esas hadas y de esos gurús, para que haga sus maletas y se vaya.
      
     Para el extremismo árabe, usted encarna las dos peores atribuciones humanas: el ser militar y el ser escritor. ¿Cómo se enfrenta a estos rencores y odios contra su persona?
     No he tenido ninguna defensa concreta. He asumido esa situación como un argelino más. Para mí no hay diferencia entre ser militar o ser escritor, porque detrás del uniforme o de la pluma está el mismo hombre. Y es un hombre que ha elegido su bando, y defender a su país, y contribuir a su bien, desde el lado que le parecía más justo.
      
     Morituri es una novela precisa, en la que cada palabra tiene una fuerza específica. Usted ha dicho que escribió esa novela, la primera publicada con el seudónimo de su esposa, bajo una especie de trance tras un terrible atentado. ¿Cómo se puede escribir una novela tan exacta adormecido por un proceso como el que usted define?
     Es porque todo eso estaba dentro de mí. Fue un shock que me reventó por dentro y explotó verbalmente, literariamente.
      
     ¿Cómo compaginaba sus funciones de comandante en guerra con la creación literaria?
     Era una cuestión de equilibrio mental. Yo no estaba nada orgulloso de esa guerra fratricida que laceraba Argelia. La manera que tuve de combatirla fue asumirme como un escritor con uniforme.
      
     Pese a que Lo que sueñan los lobos y Morituri son en sí mismas una autoafirmación literaria de alto grado, en la que cualquiera reconocería a un escritor, tuvo la necesidad de explicarse y autoafirmarse como tal en El escritor. ¿Por qué ha adoptado ese tono reinvindicativo sobre su labor literaria y sobre sí mismo?
     No es eso en absoluto. Yo escribí El escritor en agradecimiento a todas las personas que me apoyaron. No veo nada de raro en que escriba sobre mi vida de escritor, tanto más cuando la gente no sabía absolutamente nada de mí, si acaso sólo que se trataba de un hombre con seudónimo de mujer.
     En enero publicará un libro cuya base será la dualidad de su ser militar y de su ser escritor: Mohamed Moulessehoul y Yasmina Khadra. ¿No teme convertirse en el objeto de su propia obra?
     No. El escritor me vino impuesto escribirlo porque consideraba que era un deber contar la verdad a todos los lectores que me habían seguido en Francia, Alemania, Italia, España. Lo que hago en el próximo libro es continuar una especie de negación de mi realidad como escritor, porque al llegar a Francia me he encontrado con muchísimos problemas; he sido el primero que ha escrito sobre el integrismo en Argelia, y ¿qué ha pasado? Pues que la prensa me ha dejado completamente de lado. Soy el único que escribe sobre estos temas, pero jamás me llaman a participar en debates, jamás me invitan a la televisión, a colaborar en prensa. Yo he dejado toda mi vida, he dejado mi país, mi profesión, lo he dejado todo por entrar en esta vida de los intelectuales y ahora los intelectuales, por mi condición de ex militar, me hacen completamente de lado. Y eso es muy difícil.
      
     ¿Qué ha sido de sus primeras seis novelas publicadas en Argelia bajo su verdadero nombre?
     Actualmente hay muchos editores que me proponen publicarlas, pero yo me niego.
      
     ¿Y por qué hay ese salto de su capacidad literaria a partir de que adopta el seudónimo de Yasmina Khadra con Morituri?
     Porque al escribir con mi propio nombre me autocensuraba y no me atrevía a abordar los temas de verdad. Lo que era vital para mí era escribir, pero hasta que no adopté el seudónimo no descubrí mi verdadera dimensión de escritor. A partir de ahí fui totalmente libre para elegir cada palabra y al mismo tiempo absolutamente responsable de cada coma. Y si tengo una preferencia por mis libros más recientes es porque los asumo.
      
     ¿Cuál se impone en sus preferencias?
     Los que más me han afectado personalmente son El otoño de las quimeras y El escritor, porque son los únicos libros que contienen una parte de mí mismo.
     ¿Cuál es la historia real de su seudónimo?
     En 1989 el ejército me impuso un comité de censura, y como no quise someterme a ello opté por utilizar un seudónimo.
      
     Femenino…
     Sí, porque la mujer fue la primera en denunciar el integrismo en Argelia. Cuando ningún hombre se atrevía a hablar de integrismo ni en la radio ni en la televisión, las mujeres ya estaban ahí diciendo: "¡Dejad de matar a nuestros hijos!" Y porque, al mismo tiempo, la mujer ha sido la primera víctima del integrismo; ha sido objeto de violaciones, secuestros y asesinatos en mayor grado, incluso, que los hombres. Por eso luchó hasta el final. Su verdadero combate llegó el día que decidió no llevar el chador, lo cual no significa que la mujer argelina haya renunciado a su religión; significa sencillamente que quiere llevar el chador por su propia voluntad, y se niega a reconocer ninguna autoridad distinta que la de su marido, e incluso ésta ya la cuestiona, porque el hombre jamás ha estado a la altura de una mujer.
      
     ¿Y su mujer, cómo ha reaccionado ante toda esta historia?
     Pues estaba muy orgullosa al principio, pero ahora está muy celosa, porque todas las argelinas se han enamorado de mí.
      
     Ya ha bajado al infierno y lo ha descrito. ¿Se siente a salvo escribiendo novelas?
     Yo no pienso en estar a salvo, ni pienso en mi seguridad. Soy musulmán practicante y soy fatalista. Siempre les decía a mis compañeros del ejército: no hay que tener miedo de morir, porque se puede morir de miedo. Soy un hombre muy sencillo y tomo las cosas como vienen. Esa es mi filosofía.
      
     En alguna parte dice que no se arrepiente de ningún error y que no se siente orgulloso de sus triunfos. ¿De que tipo de errores tendría que arrepentirse?
     No me refiero a errores específicamente, sino a accidentes; quiero decir que hay que tomar la vida como es, porque con todos sus altibajos no nos pertenece y no somos nada más que unos granos de arena en el aliento del Cosmos. Mi lema es muy sencillo: no hay nada que esté por encima de mi vida y mi vida no está por encima de la de nadie. Con esto lo que quiero es invitar a la gente a vivir su vida, puesto que no existe ninguna causa que merezca sacrificarse por ella.
      
     Es lo que dice en Lo que sueñan los lobos: "Desconfía de quienes te vengan a hablar de cosas más importantes que tu propia vida". ¿En qué confía un hombre como usted que ha visto lo peor en su Argelia querida?
     En mí mismo y en mi conciencia. Creo que el hombre que es capaz de llegar a ser amigo de su conciencia es un hombre que tiene en sus manos su propia salvación.
      
     Ahora visita un país, España, donde todavía hay quienes piensan que la civilización se construye con el tiro en la nuca y la bomba cobarde. ¿Qué le sugiere el terrorismo etarra?
     Quien ha elegido la violencia sólo puede desembocar en la violencia y, sea cual sea la causa que defienda, no tiene ningún derecho a robar la vida al prójimo, porque no hay ninguna causa en el mundo que merezca que se muera por ella. Nadie tiene derecho a dejar a niños huérfanos o mujeres viudas. Si yo tuviera que elegir entre la salvación de una nación y la salvación de un niño, optaría por la salvación del niño. –

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Periodista y escritor, autor de la novela "La vida frágil de Annette Blanche", y del libro de relatos "Alguien se lo tiene que decir".


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