El fin de la conjura

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Para Gabriel Zaid1. El conjurado y el lamesuelas
Afirmar que la relación entre los intelectuales y el poder en México ha estado marcada por la fascinación, la suspicacia y el odio recíprocos resulta una verdad sabida. Decenas de estudios han documentado los vínculos que han ligado a los dos protagonistas de esta dupla a lo largo del siglo XX —y particularmente durante los últimos setenta años—, provocando una simbiosis cuyos límites resulta arduo discernir.
Si hubiese que echar mano de una metáfora para clarificar sus lazos, habría que imaginar un matrimonio mal avenido que, después de muchos años de convivencia, no encuentra ya motivos para separarse. Igual que dos enamorados que tras compartir una pasión insaciable terminan devorados por la rutina, el poderoso y el intelectual en México siguen unidos por la costumbre y un preocupante desconocimientomutuo.
     Aunque los orígenes de este fenómeno se remontan a la época virreinal y se prolongan a lo largo de todo el siglo XIX, es en el Porfiriato cuando resulta posible advertir los rasgos de lacercanía que han mantenido hasta ahora. El poder siempre ha manifestado un temor y una admiración reverencial hacia esas extrañas figuras que permanecen en los límites de su actividad, juzgándola, criticándola, o en el mejor de los casos justificándola. Dominado por un impulso irracional, el poderoso escucha las opiniones de los intelectuales con la convicción de que poseen una influencia —una sabiduría— peligrosa. A partir de ahí, no se le ocurre más que clasificarlos en dos categorías: si las ideas que expresa el intelectual en turno son favorables a sus políticas, se trata sin excepción de un lamesuelas, una especie deempleado oficioso al cual debe pagar sus servicios por medio de prebendas, honores o dinero (o las tres cosas); si, en cambio, cuestionan, invalidan o de plano se oponen a sus actos, el poderoso no tarda en reconocer en él a un conjurado, un delincuente en potencia que sirve a "oscuros intereses", al cual debe intimidar, cortejar, perseguir o, en un caso extremo, eliminar (lo queresulte más barato).
     El intelectual, por su parte, conserva una posición igualmente ambigua: si bien existen ejemplos de quienes han resistidotoda presión oficial, oponiéndose al poder o incluso sucumbiendo ante él para defender sus ideas, en la mayor parte de loscasos han preferido medrar en un tenso equilibrio entre la crítica al poder y la seducción que éste ejerce sobre ellos. Enun país construido con la idea de que un solo partido —o un solo hombre— domina toda la vida social, al intelectual no lequedan muchas opciones. Puede ejercer la crítica sin medida yarriesgarse a la cárcel o, peor aún, a la inexistencia, o puede moderarla para obtener el reconocimiento que le permita realizar su trabajo con cierta libertad, siempre y cuando no rebase loslímites que se le imponen.
     Así, en medio de este azaroso intercambio de sospechas y amenazas, los poderosos y los intelectuales han sorteado el siglo XX entablando una guerra disimulada que apenas les ha permitido conocerse. Es por ello que ahora, cuando en México al fin se han consolidado las instituciones democráticas y se ha verificado una ejemplar alternancia en el poder, conviene revisar el papel que los intelectuales han desempeñado hasta el momento. Si la sociedad mexicana ha logrado consumar su difícil divorcio del PRI, acaso sea tiempo de que suceda algo similarentre el poder y los intelectuales. Y, como ocurre con todo proceso de separación, conviene definir de una vez los términos de su nueva relación para que ésta resulte a la vez más distante, más saludable y más provechosa para el país.
      
     2. El opositor resentido y el cortesano premiado
     "Intelectual es el escritor, artista o científico que opina en cosas de interés público con autoridad moral entre las élites", ha escrito Gabriel Zaid en un artículo que se ha vuelto clásico. Por ello mismo, en su definición negativa, no son intelectuales quienes no participan en la vida pública o lo hacen defendiendointereses que no les son propios o respondiendo a una verdad oficial que los excede.
     En su ensayo "Cuatro estaciones de la cultura mexicana",Enrique Krauze afirma que hasta la década de los ochenta son cuatro las generaciones de intelectuales que se han sucedido en México en el siglo XX. La primera, llamada generación de 1915, incluye a quienes nacieron entre 1890 y 1905, y lleva a su culminación el ejemplo de sus predecesoras: los modernistas y los miembros del Ateneo de la Juventud. La segunda generación, llamada por Krauze de 1929, incluye a los nacidos entre 1906 y 1920. La tercera, conocida como la generación de Medio Siglo, abarca a los nacidos entre 1921 y 1935. Y, por último, a la generación de 1968 pertenecen quienes nacieron entre 1936 y 1950. (Siendo rigurosos, es posible que ya existan dos generaciones posteriores: una, a la que podríamos llamar de 1985 o de 1988, por el terremoto de la Ciudad de México o el despertar cívico durante las elecciones de ese año, y otra, todavía en ciernes, de nacidos a partir de 1970.)
     Debe considerarse a los miembros del Ateneo como los iniciadores de la tradición intelectual moderna en nuestro país. Si bien su afán crítico los llevó a socavar la racionalidad porfiriana y abrir paso a la Revolución, nunca se sintieron cerca de la ideología emanada del conflicto armado. Sin desdeñar la importante labor pública de figuras como Reyes o Caso, es en José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán donde puede observarse la vinculación más directa de esta generación con el poder. Los dos se han convertido en paradigmas del comportamiento de los intelectuales en México; al final de sus carreras, uno y otro encarnaron los prototipos del conjurado y el lamesuelas que habrían de repetirse a lo largo de los siguientes decenios.
     El primero es, sin duda, una de las figuras más poderosas de la vida intelectual mexicana. Vasconcelos comienza su carrera política como crítico del porfirismo agonizante, de inmediato se une a Madero y, tras su paso como rector de la Universidad Nacional, Álvaro Obregón, uno de los primeros presidentesrevolucionarios, lo nombra responsable de educación. Más ambicioso que cualquier otro intelectual mexicano, Vasconcelos conserva el mérito de ser el único que se ha atrevido a buscar el poder en vez de limitarse a colaborar con él. Claude Fell y otros han mostrado ya la amplitud de sus miras, y aquí sólo conviene recordar que es justo en el momento en que intenta superar a sus protectores, lanzándose a la conquista de la presidencia de la República, cuando llega al pináculo de su aventura. Durante las elecciones de 1929, a Vasconcelos le corresponde el dudoso honor de ser el primer intelectual en enfrentarse al partido de Estado creado justamente para la ocasión por Plutarco Elías Calles. Y es, asimismo, el primero en experimentar su fuerza al sufrir un colosal fraude en las urnas. A partir de ese momento, sucarrera pública inicia su declive y ya nunca igualará como opositor los triunfos que obtuvo mientras colaboró con el poder.
     En esta suerte de vidas paralelas, el caso inverso es el del novelista Martín Luis Guzmán. Aunque se siente tan atraído por el poder como Vasconcelos, su fascinación por los caudillosrevolucionarios termina más abruptamente. Sus primerosencuentros con Villa y otros generales lo decepcionan y lo convierten en uno de los críticos más severos del nuevo poderrevolucionario, como hace evidente en La sombra del caudillo y las Memorias de Pancho Villa. Su posterior paso por la Españarepublicana y su cercanía con Manuel Azaña continúan acreditándolo como un vigoroso defensor de la libertad. Sin embargo, en cuanto regresa a México la seducción que el partido deEstado ejerce sobre él se torna cada vez más efectiva. Tiempo, la revista que funda y dirige, no tarda en convertirse en un instrumento de las verdades oficiales y a la postre él mismo acepta un puesto dentro del gobierno. Tristemente, termina su carrera como un apologista del presidente Gustavo Díaz Ordaz después de la matanza de estudiantes ocurrida en Tlatelolco en 1968.
     El conjurado y el lamesuelas. O el opositor resentido y elcortesano premiado. Los destinos de Vasconcelos y Guzmán se transforman, así, en la medida de muchos otros. Y ambos representan, sobre todo, la derrota de la inteligencia frente al poder que los destruye o los corrompe. En su posterior trato con los intelectuales, los distintos gobiernos mexicanos no dudarán en repetir las estrategias empleadas con ellos una y otra vez.
      
     3. El opositor cercado y el opositor vencido
     La generación de 1915 fue la heredera espiritual del Ateneo. Sus dos promociones, la de los Siete Sabios y la de los Contemporáneos, ofrecen, en sus respectivos ámbitos, la política y laliteratura, a quienes forjaron la identidad intelectual del México contemporáneo. También aquí es posible escoger sólo a dos figuras de cada promoción, si bien vale la pena mencionar un caso atípico, intermedio entre las dos promociones: Daniel Cosío Villegas, quien tras colaborar con el poder no tardaría en convertirse en uno de sus más agudos críticos.
     En la primera, Manuel Gómez Morín y Vicente Lombardo Toledano encarnan, como ha mostrado Enrique Krauze enCaudillos culturales de la Revolución Mexicana, otros dos modelos ideales de comportamiento público. A ambos corresponde, además de su actuación en otras posiciones clave de la vida nacional, la fundación de los primeros partidos de oposición. Pero mientras Gómez Morín deberá conformarse con articular un pequeñopartido de corte liberal, el PAN, que a lo largo de sus primeros cuarenta años de vida apenas tendrá un peso simbólico en lavida del país a causa de la hostilidad oficial, el de Lombardo Toledano correrá una suerte aún peor. El Partido Popular, que crea tras su salida de la Confederación de Trabajadores de México, no tarda en convertirse en un aliado natural del PRI y a la postre termina desapareciendo sin haber contribuido a modelar la tradición opositora de izquierda en nuestro país. Y, en un caso parecido al de Guzmán, Lombardo habrá de morir sin haber comprendido siquiera que el movimiento estudiantil de 1968 es un intento real de transformación y no una conjura contra México. Una nueva variación al modelo: el opositor cercado y el opositor vencido.
En el grupo de Contemporáneos pueden escogerse también dos casos emblemáticos. Mientras Jorge Cuesta emprendió una crítica radical contra el dogmatismo ideológico y el nacionalismo chabacano de los gobiernos de Calles y Cárdenas, y sufrió la persecución y el desengaño, Jaime Torres Bodet se convirtió en el prototipo del perfecto funcionario, siempre activo en el gobierno y siempre relegado a una decorosa posición secundaria. Nuevos prototipos: el crítico irredento y el intelectualorgánico.
      
     4. El comunista místico y el liberal implacable
     A contracorriente de la generación de 1915, sus sucesores naturales, los "Cachorros de la Revolución" —los miembros de lageneración de 1929—, se convirtieron principalmente en funcionarios. Su voluntad de afianzar las instituciones creadas por sus predecesores los conminó a una doble esterilidad: ni creación propia ni una actividad intelectual destacada. Como dice elpropio Krauze: "No inventan instituciones, las consolidan con eficacia. No tienen obra personal que salvar: su obra es el sistema político mexicano. Por eso no escriben memorias. Para su desgracia, el sistema que crearon no fue la legendaria monarquía de los Habsburgo: fue apenas un paréntesis en la historia mexicana. Nadie los recuerda como intelectuales. Pocos losrecuerdan como políticos".
     Sin embargo, en su segunda promoción aparecen dos de las figuras más notables del siglo XX mexicano: José Revueltas yOctavio Paz. Educados en el ambiente revolucionario, en sujuventud se sintieron igualmente atraídos por la novedad ideológica del siglo: el marxismo revolucionario. Pero mientrasRevueltas llevó esta convicción a extremos de expiación mística, Paz, gracias al redescubrimiento de la tradición democrática y liberal, vivió una paulatina desilusión que lo llevó a articular la crítica más eficaz de los sistemas totalitarios realizada enMéxico. En ambos casos, su relación con el poder fue difícil y apasionada: de la sumisión a la heterodoxia y de la repulsión a la convivencia inevitable.
     El caso de Revueltas ejemplifica mejor que ningún otro el del opositor extremo: pasó la mayor parte de su vida en lacárcel, constantemente acosado por el poder. Paz, en cambio, prefirió el exilio voluntario y la crítica incisiva, aunque sin distanciarse por completo del sistema. En 1968, sin embargo, sus destinos aparentemente contrarios se reconcilian. En uno de los pocos momentos gloriosos de la intelectualidad mexicana,ambos se enfrentaron al poder omnímodo de Díaz Ordaz.Revueltas asumió el papel de instigador y responsable del movimiento estudiantil, y fue encarcelado, y Paz, por su parte, fue el único funcionario del gobierno en renunciar a su puesto y manifestar públicamente su condena por la masacre de Tlatelolco. El comunista místico y el liberal irredento volvieron a cruzarse en ese instante toral de nuestra historia.
     El camino de Paz, sin embargo, fue más largo y perdurable que el de su compañero. Tras el final del diazordacismo,animó las revistas Plural y Vuelta, convirtiéndolas en núcleos indispensables de la vida intelectual mexicana y de la crítica a los excesos del poder. Su labor y su herencia continúan impulsando las transformaciones que ocurren en nuestro país. Sin embargo, la fascinación de Paz por el poder también lollevó a disfrutar de una cercanía y una influencia en los gobiernos mexicanos que pocos intelectuales han conseguido a lo largo del siglo.
     Algo similar ha ocurrido con los intelectuales mexicanos posteriores a él. Los miembros de la generación de Medio Siglo —llamada así por la revista del mismo nombre— tuvieron una ideología que varió a la par de las conmociones del siglo. Si en los cincuenta estuvieron marcados por la obsesión de una "tercera vía" que se opusiera a la polarización derivada de la Guerra Fría, en los sesenta asumieron un radicalismo de izquierda inspirado en la Revolución Cubana. No obstante, a partir de los años setenta eligieron caminos divergentes, entre la disidencia, la crítica o la incorporación al gobierno. Entre muchos otros,destacan aquí Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco. Y también el que quizás sea el más lúcido e independiente de los intelectuales mexicanos de la segunda mitad del siglo, quien se ha preservado como un crítico del poder sin jamás sucumbir a sus encantos: Gabriel Zaid.
     Los miembros de la generación de 1968 quizás sean los últimos intelectuales comprometidos o que, al menos, creyeronalguna vez en la utopía revolucionaria. A ellos les tocó atravesar la guerra fría de los años sesenta y setenta, contemplar el fin del socialismo real en los noventa y la derrota del PRI en el año 2000. En otra suerte de vidas paralelas, los mejores ejemplos de sus trayectorias, académicas y literarias, podrían ser los casos de Enrique Krauze, subdirector de la Vuelta de Paz y actual director de Letras Libres, y Héctor Aguilar Camín, muchos años director de Nexos, la otra revista imprescindible de la vida culturalmexicana.      5. El intelectual apático y el intelectual armado
     Para rastrear el momento en que las relaciones entre el poder y los intelectuales comienzan a modificarse, hay que remitirse a algunas fechas capitales: si 1968, el año de la represión en Tlatelolco, y 1976, cuando el poder presidencial mina la libertad crítica de Excélsior y Plural, representan los peores episodios de la oposición entre los intelectuales y el poder, 1985 y 1988 constituyen el alba del triunfo contra el autoritarismo. El terremoto ocurrido en la Ciudad de México provocó una respuesta social que rebasó la actuación del gobierno; por primera vez la sociedad se organizó a sí misma, parafraseando a Monsiváis, sin el permiso o la dirección del gobierno. Por su parte, las elecciones federales de 1988 marcaron, a pesar del fraude, el fin de la hegemonía priísta gracias a la irrupción de una poderosa coalición de izquierda, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
     Durante los primeros meses de 1988, la presidencia de CarlosSalinas, acotada por la crítica y el desprestigio, no pudo contener ya las demandas de la sociedad. Redescubriendo una libertad que no habían gozado en mucho tiempo, tanto la prensa como los intelectuales comenzaron a ejercer suvocación crítica sin cortapisas. Por desgracia, este experimento fue muy pronto interrumpido. Obsesionado con reconstruir el poder presidencial, Salinas echó mano de todas las estrategias posibles y no tardó en acercarse a los intelectuales para limar sus cuestionamientos. Sólo que, en vez deorquestar una represión como Díaz Ordaz, se empeñó en cooptarlos, de modo similar a como Echeverría lo había intentado en su momento. Por primera vez en la historia se puso en práctica un vasto programa de becas e incentivos a la cultura, organizado a través de una nueva dependencia, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, cuyo objetivo era, si no controlar a los intelectuales, al menos allegarse su simpatía. De manera particular, el grupo amparado en torno a la revista Nexos le demostró su simpatía, pero en realidad fueron muy pocos los intelectuales que escaparon a su seducción.
     Hacia la mitad de su mandato, Salinas había logrado resucitar la fascinación ante el poder presidencial a tal grado quesólo aquellos sectores parapetados en torno al PRD, su enemigo histórico, se atrevían a atacarlo. Estaba por aprobarse el Tratado de Libre Comercio, la piedra angular de la política económica salinista, en medio de una euforia sólo contrastada por las voces de unos cuantos críticos que, otra vez, era vistos como enemigos del régimen. La alegría, sin embargo, no duró mucho.
     1994 se convirtió en uno de los años más turbulentos de la historia reciente de México. El primero de enero, un grupo guerrillero tomó algunas poblaciones del estado de Chiapas en protesta por el autoritarismo priísta y la desigualdad social en que vivían los indígenas, precipitando una guerra ideológica sin precedentes. Tres meses más tarde fue asesinado Luis Donaldo Colosio, el candidato del PRI a la presidencia; luego el secretario general del partido corrió la misma suerte y, por último, tras unas elecciones federales dominadas por el temor y la incertidumbre, Ernesto Zedillo inició su mandato en medio de una gravísima crisis económica.
     Junto con el orden natural del sistema, también se desquiciaron las relaciones entre los intelectuales y el poder. Elalzamiento zapatista produjo un revival de la izquierda justo cuando más decepción había en ella tras el derrumbe del socialismo real. El propio líder de la guerrilla, el Subcomandante Marcos, se convirtió en uno de sus principales protagonistas de lasdiscusiones del momento. Y, con un ardor inusitado, la claseintelectual en pleno se lanzó a denostar al poder y desvelar sus excesos. Tras la calma previa, la polaridad propia de los inicios del siglo se repetía: para el gobierno, los intelectuales volvieron a ser conjurados o lamesuelas, de acuerdo con su posición frente al EZLN, mientras la izquierda vitoreaba a un guerrilleroconvertido de pronto en su líder moral.
     No fue hasta la mitad del sexenio del presidente Zedillo que la incertidumbre comenzó a despejarse. Desde entonces, sugobierno ha sido apenas un interludio necesario previo a laverdadera transformación del país.
      
     6. En busca del crítico independiente
     Si puede considerarse que el 2 de julio del año 2000 representa el escenario ideal para la reinvención del país, ello se debe no sólo a la anhelada derrota del PRI, sino también a la redistribución del poder en un país acostumbrado al consenso forzoso. Lo que ha ocurrido con el gobierno debe ser un ejemplo paramuchos otros sectores de la sociedad, y también con los intelectuales. Por primera vez en más de setenta años, existe unaverdadera distribución del poder, un sistema de pesos y contrapesos capaz de moderar el presidencialismo. Si bien Vicente Fox y el PAN obtuvieron la presidencia, en el Congreso se hallan en minoría frente al PRI, el PRD y otros partidos minoritarios. De los 31 estados de la República, el PAN gobierna en menos de una tercera parte y el Distrito Federal está en manos del PRD, aunque con una Asamblea Legislativa con mayoría panista. Y el poder judicial disfruta de una independencia superior a la que ha tenido hasta ahora. Por más complicada que parezca esta nueva correlación de fuerzas, por primera vez existe una garantía de equilibrio republicano.
     ¿Cuál debe ser ahora la función de los intelectuales? ¿Ycómo debe llevarse su relación con el poder? En primer lugar, habría que reconocer su verdadera dimensión en una sociedad democrática. A partir de ahora los intelectuales ya no debieran ser vistos por el poder como esos admirados enemigos de antes. Ello significa dos cosas: que no puede acosarlos o perseguirlos, como en otros tiempos, y que debe dejar de adularlos, como ha hecho últimamente. En un régimen democrático, en el que la libertad de expresión está garantizada, el intelectual no necesita de la graciosa protección del poderoso ni tiene por quésoportar sus tácticas de seducción.
     El intelectual, así, debe ser visto como lo que es: un profesional independiente, como cualquier otro, cuya misión es opinar sobre los asuntos de interés público para ayudar a modelar la opinión general sobre temas de importancia. Eso es todo. Ello nada tiene que ver, desde luego, con la política de promoción cultural del nuevo gobierno. Éste debe continuar apoyando a los creadores, artistas y científicos, pero sólo por la actividad que desarrollan y no por su posible condición de intelectuales, es decir, por las opiniones que expresan sobre los asuntos de interés público. Se trata, en este caso, de acentuar, simplemente, la tarea que ha venido realizando Conaculta en los últimos años.
     Los intelectuales, por su parte, también tendrían que atender su misión sin buscar el reconocimiento por parte del poder. Su papel, a partir de ahora, ya no será evaluado sólo por lasélites, sino por una sociedad cada vez más plural. En el alba del siglo XXI, es tiempo de que desaparezcan muchos de los odiosos personajes asociados al régimen priísta y, junto con ellos,figuras como la del conjurado y el lamesuelas, la víctima delsistema y el cortesano. Es el momento de que acaben todas las conjuras.
     Si los intelectuales y los poderosos se concentran en llevar a cabo sus tareas imparcial y objetivamente, apenas es necesario que se vean las caras. La función del intelectual es ser uno más de los controles que la sociedad ejerce sobre su gobierno. Para cumplirla, no necesita premios, reconocimientos o invitaciones. Por primera vez tendría que cumplirse la idea defendida por Gabriel Zaid: si un intelectual se incorpora al gobierno, o sitoma las armas, o si habla defendiendo intereses ajenos, no debe ser considerado como tal. Sólo continuará disfrutando de la confianza de la sociedad quien mantenga una independencia del poder a toda prueba.
     Como una pareja que decide divorciarse civilizadamente, la enemistad entre el intelectual y el poder resulta perjudicial, pero tampoco es conveniente una excesiva cercanía que vicie su relación y les impida cumplir con sus objetivos. A partir de ahora, la transparencia debe ser la nota dominante en las relaciones entre el poder y los intelectuales: sólo así podrá consumarse, en este rubro, el equilibrio democrático que la sociedad mexicana tanto ha demandado. –

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