¿Pactar con narcos?

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En febrero de 2012 el presidente Felipe Calderón, refiriéndose a los traficantes de drogas, preguntó: “¿Qué querían que hiciera? ¿Que los saludara? ¿Que los invitara a pasar?” Es interesante recordar algunas de las reacciones que hubo en aquella época. En 2008 el periodista Miguel Ángel Granados Chapa dijo que Calderón había lanzado el combate contra el crimen organizado sin conocimiento del terreno ni de la estructura de los grupos de narcotraficantes. Carlos Fuentes, en 2011, desde Bogotá declaró que el siguiente presidente tendría que cambiar la estrategia, pues la actual es “una política que se agotó, no sirve a nadie más que a los narcotraficantes”. El sacerdote Alejandro Solalinde en 2012, desde Veracruz, afirmó que Los Zetas, uno de los grupos más agresivos y sangrientos, eran “damnificados de la sociedad y las primeras víctimas de un gobierno corrupto, capitalista, neoliberal, enfermizo y fallido”; antes había dicho que el presidente debía pedirles perdón a Los Zetas. Un político del pri también exigió que el presidente pidiera perdón, pero a los mexicanos “por ser un impostor”, y que se declarase incompetente. La afirmación la hizo Humberto Moreira, quien como gobernador de Coahuila dejó a su estado con una deuda de 34 mil millones de pesos. En 2008 López Obrador, quien ya se había declarado “presidente legítimo”, señaló que la inseguridad y la violencia eran “fruto de la irresponsabilidad e ineptitud de Calderón”; ese mismo año dijo que la “única solución de fondo” para enfrentar la delincuencia consistía en “combatir el desempleo, la pobreza, la impunidad, la corrupción, la desintegración familiar y la pérdida de valores”. Los dirigentes del prd también fueron muy críticos. Jesús Zambrano, diputado federal en 2010, dijo que si el prd hubiera estado gobernando “ya habría menos narcos”; minimizó la importancia de la captura de destacados líderes criminales y denunció a Calderón por no haberse atrevido a afectar las finanzas de los grupos de la delincuencia organizada.

El investigador Luis Astorga, de la unam, ha publicado los resultados de una acuciosa investigación sobre la política de Felipe Calderón ante los narcotraficantes. Su libro usa como título precisamente la pregunta que hizo Calderón: “¿Qué querían que hiciera?” Inseguridad y delincuencia organizada en el gobierno de Felipe Calderón (Grijalbo, 2015). De este libro he extraído las referencias a reacciones típicas de la época. Dos intelectuales pareciera que se adelantaron a dar una respuesta. Lorenzo Meyer en 2009 señaló que no era posible vencer a los traficantes y que lo mejor sería negociar con ellos, una negociación “moralmente repugnante” pero que tenía “un lado ético defendible: una guerra sin victoria posible es una prolongación indefinida de la masacre y la brutalidad”. Su conclusión fue clara: “Negociar con organizaciones criminales no es una solución ideal, pero la alternativa es peor.” Javier Sicilia en 2011 fue más lejos y se declaró convencido de que los capos del narcotráfico habían tenido “códigos de honor” y que ahora debía pactarse con ellos a partir de dichos códigos, a los cuales debía volverse.

El autor del libro del cual tomo las citas, Luis Astorga, señala que pactar o negociar habría significado dar un reconocimiento político a criminales que no le disputaban abiertamente el poder al Estado, a diferencia de grupos en otras partes del mundo, como las farc de Colombia o los talibanes. Agrega que no está claro qué es lo que se habría podido negociar y duda de la existencia de “códigos de honor” en el mundo de los traficantes de drogas. Además, los grupos criminales no estaban organizados en un frente unido, lo que habría dificultado posibles acuerdos.

Visto a la distancia, surge la impresión de que Calderón rompió, si no pactos explícitos, sí un modelo de interacción relativamente estable entre los traficantes y el gobierno. Dicho modelo ya se había erosionado a causa de la transición democrática y de la alternancia que se inició en el 2000. Cuando el pri regresó al poder, el presidente Peña Nieto logró al comienzo evitar que la lucha contra los narcos ocupara la atención pública tanto en el extranjero como en México. Muchos creyeron que se estaba negociando un nuevo esquema de equilibrio entre el gobierno y el crimen organizado. ¿Hubo un intento de restauración del antiguo modelo? No está claro, pero en todo caso las cosas no salieron bien y los hechos espectaculares han vuelto a ser objeto del interés de la prensa y de la opinión pública en todo el mundo, especialmente debido a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y la fuga del Chapo Guzmán. Estos dos sucesos han destapado la existencia de algunos vínculos entre círculos criminales y esferas del poder. La pregunta vuelve a inquietarnos: ¿qué queremos que se haga? Sugiero al lector buscar algunas respuestas en el magnífico libro de Luis Astorga. ~

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Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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