Telediarios: la hora de la verdad

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Los telediarios administran la verdad, y todos los gobiernos quieren tener un telediario para administrar una verdad. El gobierno central tiene más de un telediario: por eso suele colocar en el mercado de verdades muchas más verdades. Jordi Pujol tiene su telediario y su verdad, José Bono tiene su telediario y su verdad, y también tienen sus telediarios y sus verdades Manuel Fraga y Manuel Chaves. José María Aznar tiene varios telediarios, pero su partido es el partido del gobierno. Como los telediarios dicen la verdad tienen que hablar mucho de sucesos y de cosas de la vida: inmigrantes, asesinos, alijos de droga, accidentes de tráfico, violaciones, malos tratos, operaciones fallidas de cirugía estética, partos múltiples, la calabaza más grande de Europa ha sido cultivada en Murcia. Como los telediarios dicen la verdad tienen que hablar mucho de deportes, de fútbol: lesiones, sanciones, arbitrajes, competiciones europeas y fichajes. Como los telediarios están obligados a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, todos los telediarios acaban con la información meteorológica: previsiones, anticiclón, nubes.
     Los telediarios son como las vírgenes católicas: están llenos de virtud. Franco no consiguió acabar con la credibilidad de los telediarios. Como creemos que los telediarios dicen la verdad nos irritamos cuando la imagen que ofrecen los telediarios de los acontecimientos no se ajusta exactamente a nuestra versión de la verdad. Sucedió en la huelga general del 20 de junio. La verdad de los sindicatos no fue la misma que la verdad de los telediarios. El 20 de junio no hubo verdad de la Patronal. La Patronal, tan activa en otras ocasiones, parecía desaparecida el 20 de junio. Quizá alguien había asumido su verdad. Los telediarios dicen la verdad y por eso los telediarios tienen menos anuncios que los programas del corazón. Las televisiones viven de los anuncios pero saben que su credibilidad afecta a la verdad de sus telediarios.
     Alguien, con un cronómetro en la mano, mide el tiempo que se dedica a los líderes políticos. Luego alguien hace una pregunta en la comisión parlamentaria para pedir explicaciones: ¿Por qué el señor Zapatero sólo salió doce segundos mientras que el señor Aznar salió minuto y medio? La respuesta es que Aznar es el presidente del gobierno y ha sido elegido por la mayoría. La mayoría es el argumento de verificación de los telediarios. La mayoría de la gente es del Real Madrid y por eso ofrecen los entrenamientos del Real Madrid. Quizá haya más gente del Real Madrid porque en los telediarios se ofrecen más imágenes del Real Madrid que de cualquier otro equipo: pero eso no es una verdad que se pueda medir. Las verdades necesitan peso y longitud. En los telediarios se pesa todo. Ana Blanco debería salir con una balanza a su espalda, aunque su pelo, con ese flequillo recto, ya ofrece aspecto de balanza.
     Siempre me intriga por qué Ana Blanco no cambia nunca de peinado. La verdad debe tener que ver con lo inmutable. Matías Prats Jr. tampoco cambia de peinado y tampoco cambia de sonrisa, incluso sonreía el día del ataque a las Torres Gemelas: es Dorian Gray. La verdad es inmutable. La verdad necesita estar firmemente sujeta a lo que no cambia. Franco consiguió después de cuarenta años darle credibilidad a sus informativos. Esa idea se nos ha instalado en el cerebro y somos incapaces de sacarla de allí (ni siquiera con métodos tan expeditivos como los que empleaba Arnold Schwarzenegger en Desafío Total: se metía un gancho por la nariz para sacar el chip instalado en su cerebro que registraba todos sus movimientos). Creemos que los telediarios los hace la bbc para que se transparente la verdad y los envía por la mañana a todo el mundo.
     En España, con los índices de lectura de prensa diaria más bajos de toda Europa, los telediarios son aun más verdad. Todos los demás programas están preparados para amortiguar el efecto de verdad absoluta de los telediarios. Los mensajes de móviles forman parte de la estrategia de amortiguamiento: la intervención de los espectadores sobre los programas que no tratan de la verdad es un gran alivio. Operación Triunfo es un alivio y Gran Hermano es un alivio: podemos decidir que Bustamante quede por delante de Chenoa y podemos decidir que Carolina salga de la casa antes que Patricia. Sería deseable una interactividad semejante con los telediarios: "¿Desean ustedes que Bush haya bombardeado una ceremonia matrimonial y hayan fallecido unas cien personas o desean que Bush haya tenido una agradable velada en su domicilio de la Casa Blanca y se haya atragantado con un pretzel? ¿Desean conocer la verdadera situación de los trabajadores que viven del PER o por el contrario preferirían ver unas bonitas imágenes de la llegada de turistas?"
     Pero la verdad de los telediarios está reñida con la interactividad, y en un efecto espiral hace que la verdad sea cada vez más verdad, más inmutable. Los telediarios ofrecen cada día más verdad. El día 20 de junio hubo absoluta normalidad, y unos cuantos incontrolados impidieron que sus compañeros llegaran normalmente a su puesto de trabajo: vimos a mucha gente que no podía tomar el autobús y vimos a mucha gente que no había podido entrar en su oficina.
     La verdad es limitada en el resto de los programas, aunque tenga derivaciones en el mundo real (los malos tratos de Neira a Carmina Ordóñez o la demanda de custodia de Rociíto y Antonio David o la separación imposible de Curro Romero y Concha Márquez Piquer o las reclamaciones de Norma Duval a Jesús Mariñas). Sólo podemos asumir una hora diaria de verdades, verdades como puños: el fist fucking es una disciplina al alza. ~

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(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.


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