Tan cerca, tan lejos

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A lo largo de dos siglos, en un proceso que mezcla el recelo, el despojo, las migraciones de largo alcance, las fricciones interminables y la integración múltiple, México y Estados Unidos (los gobiernos, las culturas, las sociedades, las personas) han vivido en forma desigual y combinada encontronazos y desencuentros, rechazos y acercamientos, dominación financiera y flujos migratorios. La superioridad económica y tecnológica es lo más señalado del continuum donde intervienen las instituciones políticas yjurídicas, la educación, la cultura, los cambios en la vida diaria y la imagen que las sociedades tienen de sí mismas. Y una idea fija preside: o la relación es inevitable o es fatal.
     No son meras palabras. Las minorías dirigentes, las clases populares, las culturas en el sentido amplio y en el más estricto, se organizan en México en torno a las diferencias entre lo inevitable (más de tres mil kilómetros de frontera, la explotación de los recursos naturales, los procedimientos del capitalismo salvaje, las migraciones que convierten a millones de mexicanos en millones de mexicano-americanos, la seducción de los modos de vida) y lo fatal, la cercanía geográfica vuelta ideología “de la trampa mortal”. Si la integración es un hecho, con las opresiones y desventajas otorgadas a la parte mexicana, el determinismo oscurece el entendimiento del proceso.
     ¿En qué momento se implanta el determinismo entre los mexicanos? En el previsible: luego de la invasión de 1847 y la vasta pérdida territorial, operación antecedida por la suspicacia inmensa ante los herejes protestantes y por la ofensiva ideológica —tómenlo o déjenlo— del imperialismo norteamericano. Cito tres ejemplos tomados del excelente recuento de Reginald Horsman, La raza y el Destino Manifiesto. Orígenes del anglosajonismo racial norteamericano (FCE, Col. Popular, 1985):

“Aunque los bárbaros caen como granizo, como su disposición aún es belicosa, la carnicería hecha en sus ejércitos por la superioridad de la guerra científica y la bravura indómita de hombres dispuestos a la paz les enseñarán provechosas lecciones, y la pérdida de unos cuantos miles de ellos no es tan deplorable. Esta guerra enseñará a los mexicanos a pensar en su flaqueza e inferioridad.” [Subrayado de CM.] / Casket, Cincinnati, 10 de junio de 1846.
     “México era pobre, perturbado, en anarquía, casi en ruinas; qué podía hacer para contener la mano de nuestro poder, para impedir el avance de nuestra grandeza. Nosotros somos anglosajones americanos; era nuestro ‘destino’ poseer y gobernar este continente; ¡estábamos obligados a hacerlo! Éramos un pueblo elegido y ésta era la herencia asignada a nosotros: habíamos de empujar a todas las demás naciones ante nosotros!” / Resumen del pensamiento del presidente James Polk. En American Whig Review, 4 de julio de 1846.
     “Nos impacienta ver a nuestro país y su dominio llegando a lo lejos, sólo hasta el punto en que quitará las cadenas que niegan a los hombres la oportunidad igual de ser buenos y felices… ¿Qué tiene que hacer el ineficiente y miserable México con la gran misión de poblar el Nuevo Mundo con una raza noble?” / Walt Whitman, en el Brooklyn Daily Eagle, 1846.

Lo inevitable versus lo inexorable. Apunto a continuación algunos rasgos de este sistema de creencias opuestas y complementarias:
      
     1.- Al determinismo lo activa la idea prevaleciente en México: la unidad de los gobiernos y las sociedades de Norteamérica es absoluta. Tarda en producirse la visión matizada. Sí, demasiados estadounidenses se ajustan a los intereses del gran capital y aprueban e intervienen en las empresas del despojo; pero existen también las minorías excepcionales, los procesos de liberación cultural y social, las zonas heterodoxas. La influencia norteamericana corroe o modifica casi todos los usos y costumbres, pero, entre otros, hay uno que se mantiene: la persistencia de la comunidad nacional.
     Mitología y realidad. En la etapa que se extingue con la Guerra Fría, a la visión norteamericana de México la moldean las vivencias del triunfo y el triunfalismo históricos, las necesidades de expansión industrial y comercial, las alarmas ante The Brown Tide, la arrogancia que es una “segunda piel”, las versiones de la teoría del Destino Manifiesto. Sin siquiera meditar en ello “por cortesía”, se suele ver a México como el espacio del atraso orgánico y las oportunidades de inversión, You buy a Hacienda for a few pesos down, el patio trasero de la política expansionista, la suma de ruinas fascinantes, paisajes y experiencias sexuales (para spring breakers y winter tours), el lugar de origen de los trabajadores y de la mayoría de los latinos, el catálogo de frases del humor vagamente bilingüe: the whole enchilada, hasta la vista baby, y no mucho más. De allí que, desde cierta perspectiva, se afirme: Norteamérica es la entidad que nos saquea y nos estimula un tanto involuntariamente, sin tomarse la molestia de conocernos.
      
     2.- Al tanto de los recursos de Norteamérica, el determinismo extrae conclusiones derrotistas: “No hay nada que hacer, siempre nos llevarán ventaja. La dinámica de Norteamérica hace que monopolice ad perpetuam las primeras filas.”
     A este conjunto de juicios y prejuicios, de certidumbres y resignaciones, de protestas y de ganas de asimilarse, lo ajustan y promueven la experiencia histórica, la fe en la continuidad de la fe (lo dice para que lo citen siempre Rubén Darío: “Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor / de la América ingenua que tiene sangre indígena, / que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”), el conservadurismo criollo, los miedos y las valentías de los gobiernos, la actitud antiimperialista encarcelada por su retórica, los fuegos fatuos de la Identidad Nacional, las elites políticas siempre pendientes de la aprobación o la desaprobación de la Casa Blanca, y las elites económicas ansiosas de disminuir su cuota de mexicanidad (es curioso, más que ninguna otra clase social, la burguesía cree fanáticamente en la Identidad Nacional, la teatraliza en las horas rituales y busca alejarse de ella el resto del tiempo. Los grandes adeptos a las mitologías son a veces los más ansiosos de escapar de ellas). La lectura supersticiosa de los hechos transforma en fatal lo que se vive y sus millones de opciones diarias, y la realidad reaparece como la sucesión de profecías cumplidas.
      
     3.-¿Cuáles han sido las consecuencias, entre los mexicanos, de este juego de la predeterminación? Destaco una nefasta: la oportunidad de reelaborar las debilidades como modos de ser, y de ahorrarse la autocrítica y la crítica “inútiles ante lo que de cualquier forma tiene lugar”. Esto explica las versiones mitológicas del otro, que van del “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” a las interpretaciones de El laberinto de la soledad, del miedo a la americanización al miedo a no estar al día en la americanización, del temor de ceder a la voluntad imperial al terror de irritar a los Estados Unidos.
     Hasta ahora, el determinismo ha sido en México la actitud más persistente. Se trate de los “anexionistas” y su fantasía de Mexamérica, o de los antiimperialistas tradicionales y su pavor ante la pérdida de la Esencia Nacional, el determinismo suprime el examen del vértigo de las transformaciones, concibe una nación o más débil o más inmóvil, se detiene en naderías (de la extranjería del Árbol de Navidad y Santa Claus al secuestro de la mente de los niños por Stars Wars), y no responde organizadamente a los despojos financieros, las depredaciones ecológicas y las opresiones políticas (un muestrario: los oprobios de la Guerra Fría). El fatalismo desmoviliza y agiganta como traiciones los cambios inevitables.
      
     4.- Con préstamos del melodrama, el determinismo dramatiza o vuelve comedia triunfalista dos fenómenos de alcance internacional. El primero es la americanización, ya presente a fines del siglo XIX y esencial en la formación de las generaciones que hoy, simultáneamente —y en lo que sigue no hay juego de palabras—, mexicanizan su americanización y americanizan su mexicanización; el segundo es la globalización, presente por vía de las finanzas, las industrias culturales, el internet, el 11 de septiembre y, sobre todo, la invasión de Iraq. Así se les considere sinónimos al principio, la americanización y la globalización no van resultando lo mismo. La segunda significa, en un nivel, la superación del nacionalismo sin abandono de la conciencia nacional (no una esencia, sino la constante recuperación crítica del sentido de la comunidad), y la primera se caracteriza por identificar a fondo lo norteamericano y lo contemporáneo, y por definir la internacionalización de acuerdo con el confort, el comercio, los estilos de vida y las industrias culturales. Si el 10 de Mayo, el Día de las Madres (la invención del comercio norteamericano importada en 1922) es una fecha de arraigo absoluto, otras celebraciones también se van imponiendo: por ejemplo, el 14 de febrero, Día de la Amistad y el Amor, y la ceremonia de entrega del Óscar. Así también, cerca del 90 por ciento de los films distribuidos en México son norteamericanos, como también la mayoría de los best sellers, y una parte impresionante de la moda en el vestir, de la industria del rock, del culto por el esoterismo, de la literatura de autoayuda (de El vendedor más grande del mundo a ¿Quién se ha llevado mi queso?). Eso, para no hablar de géneros literarios y cinematográficos, de estilos narrativos, de entusiasmos académicos, de comportamientos “juveniles” que quisieron serlo, de técnicas de manejo corporativo, y, last but not least, del uso creciente del espánglish.
     Lo obvio: el imaginario colectivo carece de fronteras. En materia de influencias, la indiscutible en el mundo es la norteamericana, lo que no requiere de explicación en realidades marcadas por la asimetría. Lo penoso es el alto consumo de lo más deleznable de Norteamérica. Con mínimas variantes, en esto se igualan las elites y las clases populares: la americanización es irresistible, pero de la americanización se suele extraer el repertorio más convencional.
     En su turno, a la mayoría de los norteamericanos, la cultura mexicana les parece una excentricidad distante y pintoresca. Diego y Frida son los imposibles Romeo y Julieta, la gastronomía se detiene en el chili-con-carne, y no mucho más. Y ambas partes dejan de lado el meollo del problema: no la simetría, sino el desaprovechamiento radical de las riquezas de ambas culturas.
      
     5.- La prensa y los medios electrónicos en Estados Unidos apenas se ocupan de México, algo previsible desde el siglo XIX. Éste es el catálogo: generalizaciones racistas, atención a las catástrofes y a lo inesperado como variantes del folk show o la voluntad de Dios, elogios a gobiernos funestos (revísese, digamos, la cauda de alabanzas a Carlos Salinas de Gortari, The Giant Killer, la certificación de Ernesto Zedillo como el Campeón de la Democracia, y el recibimiento de Vicente Fox, “el líder lúcido y carismático”). El Poor Neighbor no merece la atención responsable, y sólo unos cuantos periodistas intentan el análisis objetivo, mientras las elites mexicanas, de por sí crédulas, creen cierta la noticia si viene de fuera, así la sepan proveniente, en el mejor de los casos, de la intuición desinformada. Esto, en la televisión, se acrecienta.
     ¿Qué confianza se tiene ahora en la seriedad de los medios informativos estadounidenses? En El País (10 de abril de 2003), Arthur Schlesinger argumenta, al hablar de la invasión de Iraq:

En mi opinión, los medios de comunicación enfrentan una gran responsabilidad (en esta situación tan trágica). Ha habido esfuerzos demócratas; Edward M. Kennedy, de Massachussets y Robert C. Byrd, de Virginia Occidental, pronunciaron enérgicos y elaborados discursos de oposición contra la prisa por iniciar la guerra. Los medios, en gran parte, los ignoraron. Algún filántropo tuvo que pagar a The New York Times para que publicara el texto del gran discurso de Byrd, pronunciado el 12 de febrero, como un anuncio a toda página, un discurso que los medios ignoraron cuando lo pronunció. La prensa ha dado una gran importancia a las manifestaciones de masas y, en cambio, no ha presentado los argumentos razonados contra la guerra.
     Si eso sucede tratándose de la invasión de Iraq, ¿qué esperar del tratamiento rutinario de un país donde el 89 por ciento de sus relaciones comerciales depende de Norteamérica? No es tema primordial, es decir no es tema. Lo contrario es lo cierto: Norteamérica figura entre las preocupaciones centrales de los medios de México, atentos a la política, la economía, las modas, la cultura del espectáculo, la mercadotecnia (la nueva astrología) de ese país que, según la creencia pararreligiosa, es el único escaparate del porvenir.
      
     6.- A partir de las migraciones y de la industria del espectáculo, vienen de Norteamérica muchísimos de los cambios de las sociedades de México, incluidas las muy conservadoras. Si algo, el cine de Hollywood ha inspirado los vuelcos de comportamiento y las nuevas expresiones del conformismo. Sin embargo, en las recapitulaciones de este trato nunca igualitario ha pasado inadvertido un fenómeno de gran poder persuasivo, sobre todo en las tres últimas décadas, que repercute en el mundo entero, y se propaga a través de las ongs, la ciencia jurídica, la literatura, el teatro, el cine, las personalidades y las obras excepcionales, incluso la televisión. Me refiero a los movimientos críticos y de liberación, a las actitudes y el pensamiento radicales, a los films y series de televisión que impulsan transformaciones necesarias, a las obras literarias y pictóricas de vasto alcance. Así por ejemplo,

— Los movimientos ecologistas, vanguardia de los derechos humanos de las próximas generaciones.
     — El debate jurídico sobre los derechos de las minorías (y los logros adjuntos).
     — El feminismo, tan presente en las conductas de millones de mexicanas.
     — El desarrollo de las ONGs no burocráticas.
     — El ejemplo de la resistencia de seres excepcionales a las prisiones y condenas políticas y sociales.
     — El movimiento lésbico-gay, sobre todo a partir de la rebelión de Stonewall de 1969, y el desarrollo de las organizaciones contra el sida.

En el desarrollo democrático de América Latina, este sector norteamericano ha sido el gran interlocutor y en buena medida el inspirador. Cito algunos nombres: Pete Seeger, Joan Baez, Philip Dworkin, Gore Vidal, Allen Ginsberg, Robert Altman, Noam Chomsky, Edward Said, Robert Mapplethorpe, Dorothy Day, Daniel Ellsberg, John Sayles, Cindy Sherman, Tony Kushner, Todd Gitlin, Susan Sarandon, Paul Auster, Andy Warhol, Rose Parks, Larry Kramer, Michael Moore, Harry Belafonte, Tim Robbins, que han ejercido de muy variadas maneras las libertades y la extraordinaria variedad de recursos de lo mejor de Norteamérica.
      
     7.- La invasión de Iraq, uno de los acontecimientos más trágicos de la época actual, obliga a reexaminar y, es de preverse, a buscar el fin de las nociones deterministas en ambos países. De modo abrumador, la opinión pública en México, que considera un tirano irremisible a Saddam Hussein, también condena la invasión, las mentiras rotundas de Bush y Blair (y la sonrisa inanimada de Aznar), el asesinato deliberado de civiles (las bombas no discriminan), la crueldad contra los niños (denunciada por Unicef), el reparto por anticipado del patrimonio iraquí (entre promesas francamente inaudibles de Bush), la vía libre al exterminio entre fracciones enemigas en Iraq, el festejo de una “liberación” que en rigor es destrucción y matanza, el racismo antiislámico, el apoyo a la nulificación de los derechos palestinos, la extinción de la autoridad moral del gobierno norteamericano en materia de derechos humanos.
     El presidente Vicente Fox procede de manera correcta al expresar su discrepancia con la decisión de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra y al advertir los caminos que faltaba explorar antes de la invasión. Esto le vale el regaño de Bush y el de la derecha empresarial. (En estas semanas, el señor Claudio X. González se permitió la humorada de su vida: “Los principios son para principiantes.”) En el mundo unipolar y, por lo visto, uninacional, la crítica a la estupidez y a la maldad de los caprichos imperialistas se convierte en una demanda de la razón y la sobrevivencia moral. Al determinismo debe sucederlo la determinación civilizatoria. ~

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