Poder ciudadano

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La ciudadanía no es un estado del ser, es un ejercicio social, un músculo que hay que vigorizar con la práctica continua, con la presión sin pausa dirigida al poder público, para que se abra y transparente, para que mejore su eficacia bajo nuestra vigilancia. ¿Cuál es el fin de esta ciudadanía activa? No por supuesto interferir ni suplantar a los órganos de gobierno: se trata de hacer su crítica, de exhibirlos, de exigirles que cumplan con sus obligaciones, se trata de mejorar nuestra vida pública, de cincelar –nosotros– al gobierno que creemos merecer, porque nos acompaña la certidumbre de que la sociedad mexicana va por delante de su clase política. El número presente de Letras Libres no teoriza sobre la ciudadanía, sobre este complejo y lento tránsito que va de ser súbditos a ciudadanos plenos, sino que ofrece ejemplos concretos que pueden asumir individuos interesados en mejorar la vida de su comunidad. Centramos el número en un ejercicio que hemos emprendido en Letras Libres: Lupa Ciudadana. Ofrecemos un muestrario, muy resumido, de los análisis sobre las propuestas de los candidatos a la Presidencia que ahí se pueden encontrar, y un directorio de organizaciones no gubernamentales que intenta responder a la pregunta “¿y qué puedo hacer yo?”, dirigido a todos aquellos que sienten la necesidad de trabajar a favor de un país mejor.

Lupa Ciudadana busca crear una memoria crítica de las declaraciones y promesas de los candidatos a la Presidencia de la República. Parte de la idea de que vivimos en una época de plena impunidad declarativa, en la cual los políticos pueden decir y prometer cualquier cosa sin una contabilidad social. En ese sentido, Lupa Ciudadana es el primer esfuerzo a nivel nacional por generar una memoria crítica, un órgano público de seguimiento analítico del discurso político. Pretendemos con ello crear una plataforma para obligar a la clase política mexicana a participar en una nueva era de congruencia con sus declaraciones. Nos interesa que la palabra, en la política, vuelva a tener valor.

Tantas décadas de ser “revolucionarios institucionales” y “democráticos” rebajaron al mínimo el nivel del discurso público. Nos acostumbramos como sociedad a leer entre líneas, a interpretar al revés, a no creer nada. Sin embargo, esta última es una posición muy cómoda que, a fin de cuentas, no hace sino que nuestros políticos sigan impunes declarando frases huecas, brindando información falsa, ofreciendo mentiras flagrantes, planes sin sustento, iniciativas que chocan con leyes locales o internacionales, promesas disparatadas. Lupa Ciudadana es un órgano público que busca, mediante la crítica, elevar el nivel de nuestra vida política.

La idea –original de Gabriel Zaid– de recoger los discursos de los políticos para criticarlos fue evolucionando con las aportaciones de colaboradores y amigos, hasta concretarse en un sitio de Internet –www.lupaciudadana.com.mx– que ofrece a sus usuarios las siguientes funciones: el registro de todo lo expresado por el candidato en la contienda electoral (Diarios de campaña), una breve crítica política de cada una de sus declaraciones (Contexto), un cotejo con lo que los candidatos han dicho anteriormente sobre un mismo tema (Qué ha dicho), una crítica del lenguaje de los candidatos (Qué dijo), un índice –discurso por discurso– de las promesas específicas ofrecidas en cada localidad (Diario de promesas), una biblioteca con los documentos más importantes de los candidatos (Documentos), una serie de críticas y calificaciones de especialistas (Análisis) y un Índice de factibilidad que mide qué tan viables son las promesas de los candidatos. >>>

<<< Una de las formas de acotar, en la medida de nuestras posibilidades, la impunidad de los candidatos es a través de la exposición de sus ideas y sus propuestas. Así, integramos un generoso y entusiasta grupo de especialistas en las distintas temáticas que abordan los candidatos. Más de ciento treinta distinguidos académicos y especialistas participan en este inédito ejercicio ciudadano, provenientes de las instituciones académicas más prestigiadas del país: la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), el Instituto Politécnico Nacional (ipn), el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (itesm), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (itam), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (cide), la Universidad Autónoma Metropolitana (uam), El Colegio Nacional, El Colegio de México, las Universidad Anáhuac, la Universidad Iberoamericana (uia), así como también académicos de muy diversas instituciones, tanto públicas (como la onu, el Banco Mundial, el Centro de Investigación para el Desarrollo [cidac], México Unido Contra la Delincuencia [mucd], etc.) como privadas. Este conjunto de especialistas ha analizado más de sesenta propuestas de los candidatos, ofreciendo de cada una de ellas un comentario crítico y una calificación –al estilo clásico, del cero al diez.

Aunque los primeros días presentamos también una calificación promedio de factibilidad, pronto comprendimos que no era posible, sin incurrir en un error metodológico, sumar los promedios para ofrecer un promedio general, dado que cada propuesta afectaba a muy distinto número de personas (no es lo mismo el iva en alimentos, que nos afecta a todos, que una propuesta de empleo dirigida a jóvenes entre los dieciséis y los veintiocho años). De este modo, ofrecemos de cada candidato una veintena –hasta ahora– de propuestas concretas, su crítica y las calificaciones que los especialistas les otorgaron.

 

La campaña 2006

El lugar común dicta que en las campañas por la Presidencia abundan los gestos y escasean las propuestas. Nuestra primera sorpresa fue encontrar que esto no correspondía con la verdad, o más bien, que sólo coincidía con la realidad que nos presentan los medios de comunicación. Hemos visto en los espacios noticiosos a los candidatos comer tacos, besar niños, portar tocados y gorros, subirse en taxi, tractor y bicicleta, los hemos visto abrazar a la líder y bailar un danzón, hemos escuchado sus insultos y descalificaciones, pero muy pocos medios han exhibido sus propuestas. En Lupa Ciudadana los hemos seguido en detalle durante cuatro meses de campaña y los hemos oído hablar de economía y seguridad, de pensiones y carreteras, del campo y el comercio, de cultura y de desarrollo social, hemos seguido sus discursos sobre el petróleo y la electricidad, sobre impuestos y relaciones exteriores. Los candidatos recorren el país prodigando promesas, propuestas desarticuladas, locales y muy específicas, o muy vagas y cercanas al blablaísmo, en ningún caso sintetizadas y expuestas al público en un programa completo y coherente, con metas claras sobre lo que se quiere para el país y el lugar que se busca ocupar en el exterior. Pero propuestas hay (sus discursos completos se pueden leer en Lupa Ciudadana).

Dicho lo anterior, cabe añadir que las propuestas son en general mediocres. Muchas de las iniciativas evaluadas por los especialistas no se sustentan en datos duros ni estudios y diagnósticos; parecería en ocasiones que, al calor del mitin, sacan de la chistera promesas improvisadas. Recientemente, Gabriel Zaid publicó un artículo en el que recordaba la campaña de 1982 de Miguel de la Madrid, centrada en un discurso contra la corrupción (“Por la renovación moral de la sociedad”). En ese entonces, dice Zaid, a nadie se le ocurrió preguntarle al candidato qué leyes iba a promover para su combate contra la corrupción, qué secretarías de Estado iba a implicar, qué costos iba a tener y cuáles eran los riesgos. Es de suponer que, si se le hubiera preguntado en ese entonces, De la Madrid no habría tenido las respuestas. No las tuvo en su momento, y la corrupción sigue campeando entre nosotros. Los candidatos, hoy, pueden levantar el aplauso del público que los escucha en las plazas porque el ciudadano no cuenta con suficiente información para confrontarlos. En la India, según refiere Amartya Sen, los políticos se han obligado a centrar su discurso en los temas más acuciantes, por la presión de un público muy exigente, lo que ha traído como consecuencia la desaparición nada menos que de las hambrunas, antes crónicas en ese país. De lo que se trata, en último término, es de crear una cultura de la responsabilidad, de los políticos hacia la sociedad y de la sociedad hacia los políticos. La labor de la sociedad, en una democracia, no se reduce a votar y pagar impuestos: es una labor vigilante y atenta, de búsqueda para la autoinformación, de crítica y de control.

 

Este número

Seleccionamos, entre las casi sesenta propuestas que se han analizado hasta el momento, tres de los tres principales candidatos, sobre empleo, seguridad y combate a la pobreza. Las versiones que presentamos han sido editadas y resumidas, pero dan una idea exacta de lo que un usuario puede encontrar en Lupa Ciudadana. Las acompañamos de una propuesta particular, y de su crítica (en el caso de López Obrador, su iniciativa de ahorrar cien mil millones de pesos al año con medidas de austeridad; de Madrazo, su propuesta de gravar con el iva los alimentos, y de Calderón, su promesa de posibilitar la inversión privada en la construcción de refinerías), por considerarlas centrales en el discurso de los candidatos. Acompaña este número un directorio de organizaciones no gubernamentales, útil para aquel que quiera sumarse a la lista de los ciudadanos en activo.

Los pueblos tienen los políticos que se merecen. ¿Los pueblos tienen los políticos que se merecen? ¿Qué tanto nos representan? ¿Nos sentimos reflejados en ellos, sentimos que ellos nos van a permitir prosperar y vivir seguros? ¿Los sentimos personajes dignos o meros oportunistas en busca de poder? La democracia es, también, un proceso de aprendizaje, un ajuste tenso entre las necesidades sociales y los intereses partidistas. ¿Qué nos toca hacer? Presionar todo el tiempo, exigir transparencia y equilibrio de poderes, imponer procesos de rendición de cuentas. Nos toca, en pocas palabras, ciudadanizar el poder. ~

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