La felicidad tampoco estaba aquí

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Luiz Ruffato

Infierno provisorio. Volumen I. Mamma, son tanto felice

trad. María Cristina Hernández Escobar, México, Elephas, 2011, 197 pp.

 

La nueva editorial mexicana Elephas nos propone el primer volumen de Infierno provisorio, el ciclo de cinco novelas del autor brasileño Luiz Ruffato, titulado Mamma, son tanto felice. Ruffato, nacido en Cataguases, Minas Gerais, en 1961, previamente publicó un par de libros de cuentos y la novela Eles eram muitos cavalos (publicada en Argentina por la editorial Eterna Cadencia), que obtuvo varios premios y le dio notoriedad en Brasil.

Mamma, son tanto felicenarra la epopeya de la inmigración italiana en Brasil, en particular en una región rural del estado de Minas Gerais. Se trata, como ya el título lo anuncia en tono irónico –Mamá, estoy tan feliz, sería la traducción del italiano–, de una epopeya fallida, de final infeliz; la historia de los despojados que atraviesan el Atlántico en busca de un futuro mejor y la de sus descendientes, quienes emigran, a su vez, del ámbito rural al urbano.

Organizada en seis capítulos que bien podrían leerse de manera independiente, la novela es un ejercicio polifónico que se construye como un torrente de voces y relatos que pueden ahogar al lector más quisquilloso, aquel al que le gusta saber en todo momento quién es el que narra, qué relaciones existen entre los personajes o a qué tiempo ha saltado el relato. El resultado es un discurso fragmentado, en el que los frecuentes cambios de voz están marcados con variaciones tipográficas y mediante el uso de paréntesis. Para escapar de la probable confusión, para salir vivo de la lectura de esta novela, hace falta abandonarse, despreocuparse de intentar fijar el texto y dejarse conducir de una historia a otra de la mano de sus múltiples narradores y personajes.

Si el lector acepta el desafío, la novela se lee como si del flujo de un río se tratara. Estamos ante la historia familiar de los Bicio, los Micheletto, los Finetto, los Spinelli, los Pretti, todas ellas familias italianas que se establecen en hacienditasde los alrededores de Rodeiro para trabajar la tierra, y algunos de cuyos descendientes terminarán emigrando a la ciudad: a Cataguases, a São Paulo, a Río de Janeiro.

Por las páginas de la novela desfilan Chiara Bicio, quien fallece a los treinta y cinco años después de veintiuno de partos ininterrumpidos; doña Paula Bicio, cuyo delirio en el lecho de muerte recrea un árbol genealógico de la desgracia: Catarina, María, Virgilio, Franco, Regina, Ángela, Ivaír, Rosana, Ariana…; Nica Finetto, atormentada por el suicidio de Angelo Chiesa; Carlos Silva Finetto, quien abandona a su esposa y a su hijo y añora a una mujer con la que se encontró apenas unas cuantas veces; Orlando Spinelli, asesinado de manera accidental por Badeco, su esclavo; Jaircito y Orlando, los hijos de Badeco, quienes mueren asesinados por problemas de drogas; Donato Spinelli, desaparecido misteriosamente, y Dusanjos, su mujer, quien habrá de recurrir al espiritismo y a las nuevas iglesias cristianas para intentar sobreponerse; el profesor Francisco Pretti, quien será enjuiciado y sacrificado como Jesucristo…

Sus historias se cuentan como relatos de un fracaso, historias sórdidas en las que el alcoholismo, la violencia, la misoginia y la incomunicación son omnipresentes: “Familia… casamiento… hijos… una insidiosa epidermis de moho impregna todas las historias, esporas furtivamente carcomiendo cualquier esperanza… así, en los primeros tiempos… así, siempre… una plaga, una maldición desembarcada del navío Carlos R, en Santos, camuflada entre la confusión de cosas traídas en los baúles”, nos dice doña Paula Bicio en su delirio agónico, sugiriendo que la premisa para emigrar, que pregonaría aquello de “allá vamos a estar mejor”, es un fraude, idea que agobia a todos los personajes de la novela, sin excepción.

Ni el desarrollo económico, ni el intelectual, pueden salvar a estas familias que se debaten presas de la desesperanza y son incapaces de encontrar un sentido a la existencia: “Es una noche larga… que parece no acabarse nunca… nunca”, es la conclusión a la que llega Carlos Silva Finetto al final del viaje a la playa que ha emprendido junto con su madre después del entierro del padre.

En el último capítulo el protagonista es el profesor Francisco Pretti, un exseminarista que ha abandonado Rodeiro para vivir en Cataguases y vive atormentado por la elección de la música que habrá de tocarse en su entierro: ¿Bach o Beethoven? El profesor debería representar el progreso, tal y como lo entiende la modernidad, que supone, casi como si de una ecuación se tratara, que a mayor educación corresponde una mejor posición social y, por ende, mayor felicidad. Sin embargo, para el profesor el progreso ha significado infelicidad y se refugia en la nostalgia de la inocencia primigenia: “Aquella vidita tonta… insulsa… Y, sin embargo, ¡éramos felices! Sí, felices, porque la felicidad es la ignorancia… El hombre que no conoce, ese es un hombre feliz… El conocimiento es la serpiente que criamos para que nos pique… Es el muro que nos aparta para siempre de la felicidad…”

En Mamma, son tanto felice, Luiz  Ruffato nos entrega una novela sólida sobre la inmigración como fuente de nostalgia y de violencia, sobre la desesperanza y la inmovilidad emocional; una mirada cruda sobre el Brasil real, una sociedad que, pareciera decirnos el autor, se desangra en el flujo de migraciones externas e internas.

Vale la pena destacar la muy acertada traducción de María Cristina Hernández Escobar. ~

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(Guadalajara, 1973) es escritor. Es autor de la novela Fiesta en la madriguera (Anagrama, 2010).


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