El español y las lenguas amerindias. Un patrimonio intangible

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Recordaré un hecho que mucho atañe a la lengua española, que cerca de 400 millones de mujeres y hombres tenemos como materna. El que llamaré romance castellano se fue formando a partir sobre todo del latín, haciendo suyos a la vez elementos de otras lenguas. De ello dan testimonio sus helenismos, hebraísmos, arabismos y ger-
manismos, para sólo nombrar los más obvios. Y también se fue formando al lado de otras lenguas. Me refiero a su coexistencia con el eusquera o vasco, a su proximidad con el galaicoportugués, el aragonés, el catalán y aun el occitano, el francés o el italiano. De esas lenguas, varias también en proceso de formación, tomó el romance de Castilla no pocos elementos en su léxico, morfología y sintaxis.
     Traigo esto a la memoria porque quiero fijar la atención en lo que ha ocurrido y ocurre hoy al español en su situación de contacto con diversas lenguas. Pienso sobre todo en el inglés y en las amerindias que, como consecuencia del encuentro entre dos mundos, le salieron al paso. Me refiero a las que se hablaban al tiempo del encuentro original, las no pocas que han muerto y las que hasta hoy siguen vivas.
     Mientras hay quienes temen la influencia del inglés, la mayoría contempla con desdén a los idiomas indígenas, designándolos frecuentemente como meros "dialectos". De la convivencia del español con el inglés diré sólo que no debemos temer que nuestra lengua, saludable y en expansión, esté en peligro por esto y que incluso incremente su léxico con anglicismos siempre y cuando ello sea necesario.
     Volvamos ya la mirada precisamente a la convivencia del español con los centenares de lenguas amerindias que aún perduran. El tema es de enorme interés puesto que ningún otro idioma, de modo tan intenso, comenzó a convivir con una Babel lingüística de tal magnitud desde fines del siglo XV y en las centurias siguientes hasta hoy.
      
     Las lenguas indígenas desde la época colonial hasta tiempos recientes
     La postura de la Corona Española en tiempos de los Austrias —siglos XVI y XVII— fue con frecuencia ambivalente. En las Leyes de Indias encontramos reales cédulas que ordenan que los misioneros, curas y determinados funcionarios aprendan las lenguas indígenas. Otras hay también en que se ordena se enseñe el español a los indios. El resultado, con algunas variantes, fue que, gracias al establecimiento de escuelas para los indios y a la portentosa labor lingüística de los frailes que prepararon gramáticas y vocabularios de cientos de idiomas aborígenes, muchos de éstos continuaron vivos, en tanto que lentamente se iniciaba la difusión del español. Digno de subrayarse es que en esos mismos siglos XVI y XVII fueran transcritas por indios sabios, a veces en colaboración con frailes humanistas, obras de la tradición prehispánica, verdaderas joyas de la literatura universal. Mencionaré al Popol Vuh, libro del Consejo de los quichés, los Huehuehtlahtolli, la Antigua Palabra de los nahuas, los libros de Chilam Balam de los mayas yucatecos, y los textos de Huarochirí de los quechuas del Perú.
     El siglo XVIII fue, en cambio, adverso a las lenguas indígenas. Un creciente centralismo introducido por los monarcas de la Casa de Borbón, impuso cada vez más la implantación del español. El arzobispo de México Francisco Antonio de Lorenzana, después cardenal de Toledo, manifestó en una carta pastoral que era falta de respeto dirigirse a Dios en las lenguas de los indios.
     Cuando los países hispanoamericanos alcanzaron su independencia, la situación de los pueblos indígenas y sus lenguas, contra lo que pudiera esperarse, empeoró. Con la idea de lograr la integración de Estados nacionales, se suprimió cualquier ordenamiento que reconociera diferencias culturales y lingüísticas. Consecuencia de ello fue que no pocas lenguas indígenas murieran y que las que alcanzaron a sobrevivir cayeran en arrinconamiento y postración. De esto pudiera aducir muchos tristísimos casos.
      
     La situación contemporánea
     Sólo en las últimas décadas del siglo XX la palabra de algunos de los cerca de cuarenta millones de amerindios sobrevivientes se ha alzado y comienza a ser escuchada. Ello ha ocurrido casi siempre de forma pacífica, aunque algunas veces con violencia, como en el caso de Chiapas en México. Los indígenas demandan respeto y, como ocurre en otros muchos lugares del mundo, incluyendo algunos de Europa, exigen se reconozcan sus diferencias culturales y el derecho al uso y cultivo de sus lenguas. A la luz de las demandas de los pueblos amerindios, vuelve a plantearse de forma apremiante la pregunta acerca del destino de estas lenguas.
     Hay, por supuesto, personas que consideran que la muerte de ellas es inevitable y que, además, no hay razón para dolerse de ello, ya que la unificación lingüística es altamente deseable. En contraste con semejante actitud, hay otros que pensamos que la desaparición de cualquier lengua empobrece a la humanidad. Todas las lenguas en las que cualesquier mujeres y hombres aprendieron a pensar, amar y rezar, merecen ser respetadas como parte de sus derechos humanos y de su patrimonio cultural. Y esto lo aplico a todos los idiomas amerindios y a cuantos en el mundo se hablan.
     En el caso de las lenguas amerindias, han enriquecido ellas de múltiples formas al español y también a la ciencia lingüística. Al español lo han acrecentado en su léxico, incluso en el del habla de España. Muchos son los vocablos amerindios que se han incorporado a nuestra lengua materna, en ambas orillas del Atlántico. Pero, además, el estudio de los idiomas amerindios, iniciado desde el siglo XVI, ha revelado la existencia de insospechadas categorías lingüísticas. Y ha mostrado también que hay otras muchas formas de estructurar el lenguaje que dan lugar a diferentes conceptualizaciones del mundo.
     ¿Perdurar puede ser el destino de las lenguas amerindias hasta hoy vivas? ¿Pero será ello teniéndolas como reliquias exóticas del pasado? ¿O, en cambio, reconociendo que son vehículo de comunicación para transmitir ideas y sentimientos profundamente humanos, con raíces en arraigadas formas de concebir el mundo? ¿Seguirán siendo los léxicos de estas lenguas ricos en vocablos que denotan realidades de la flora, la fauna y en general de la naturaleza, que no tienen nombres en otros idiomas?
     En este contexto importa responder a otra pregunta: el que las lenguas amerindias perduren, ¿puede tenerse como amenaza para la vitalidad del español en el Nuevo Mundo? La respuesta la han dado ya algunos intelectuales indígenas. El nahua Natalio Hernández, en el último Congreso de las Academias de la Lengua Española, celebrado en Puebla de los Ángeles, México, pronunció un discurso de clausura en el que insistió en que "el español también es nuestro", con referencia a los pueblos indígenas. Y otro amerindio, el distinguido poeta mazateco Juan Gregorio Regino, declaró a su vez tener dos lenguas…
      
     Una conclusión
     Y aquí viene la conclusión que quiero deducir de lo expuesto. ¿Cuál debería ser la actitud de los hablantes del español, tanto en Hispanoamérica como en España y en dondequiera que se habla nuestra lengua materna, ante la convivencia con los idiomas de los pueblos originarios? ¿Continuará prevaleciendo la actitud de desprecio hacia ellos?
     ¿Cuál puede o debe ser la relación de convivencia de la lengua española con las indígenas que en América han logrado sobrevivir? Partamos de la realidad insoslayable de que la gran mayoría de amerindios desea hablar español sin perder sus lenguas nativas. Saben que sólo así podrán participar en la vida social, política y económica de sus respectivos países. Saben también que, conociendo el español, podrán comunicarse entre sí los distintos grupos étnicos.
     Las lenguas indígenas no pueden estar fuera del campo de atención de quienes se dedican al estudio y cultivo del español. ¿Qué es lo que las academias, institutos y gobiernos deben hacer en relación con dichas lenguas? La respuesta tendrá que darla cada uno, pero si se ha de proceder con responsabilidad, no habrá que desentenderse de la situación de estas lenguas. Diré que compete a los gobiernos, a través de sus ministerios de educación y cultura, proporcionar los recursos para establecer sistemas educativos realmente bilingües en los pueblos indígenas, así como fomentar el cultivo de sus idiomas y literaturas.
     A modo de ejemplo de lo que podrá hacerse, pienso en el establecimiento de premios, cada determinado tiempo, a las mejores creaciones literarias en lenguas indígenas. Otra forma de acción será apoyar el establecimiento y operatividad de casas de escritores en lenguas indígenas, de las que ya existe una en México. También será muy importante invitar a quienes las cultivan y tienen como maternas a participar en congresos de academias y en diversas actividades de carácter lingüístico y filológico.
     Si en Hispanoamérica y en la Península Ibérica se consolidan nuevas formas de convivencia lingüística, el hecho insoslayable de existir en geografías plurilingües no será fuente de conflictos, sino manantial de riqueza cultural y, a la postre, de creatividad. Hispanomérica será escenario de una variada sinfonía de voces, entre las que la antigua lengua de Castilla será vehículo de universal comprensión, enriquecida con la presencia de los idiomas, asimismo milenarios, de los pueblos originarios del Nuevo Mundo y de los otros que se hablan en España. Tendremos entonces plena conciencia de lo que puede significar la desaparición de una lengua. En un poema que he escrito en español y en náhuatl he querido dejar testimonio de ello:
     Rica será la humanidad en posesión de lenguas ecuménicas como el español, hablado por cientos de millones, y a la vez dueña de otros muchos idiomas vernáculos. Son ellos patrimonio espiritual muy valioso, no sólo de quienes los hablan, sino de la humanidad entera. Por eso es imprescindible que los gobiernos implanten de manera efectiva la educación bilingüe en los lugares en que cada una de estas lenguas tiene vigencia. Su florecer hará de nuevo verdad que la diferencia es fuente de creatividad cultural. –
      
      
      
     Cuando muere una lengua Ihcuac tlahtolli ye miqui
     las cosas divinas, mochi in teoyotl,
     estrellas, sol y luna, cicitlaltin, tonatiuh ihuan metztli,
     las cosas humanas, mochi in tlacayotl,
     pensar y sentir, neyolnonotzaliztli ihuan huelicamatiliztli,
     no se reflejan ya ayocmo neci
     en ese espejo. inon tezcapan.
     Cuando muere una lengua Ihcuac tlahtolli ye miqui,
     todo lo que hay en el mundo, mochi tlamantli in cemanahuac,
     mares y ríos, teoatl, atoyatl,
     animales y plantas, yolcame, cuauhtin ihuan xihuitl
     ni se piensan, ni pronuncian ayocmo nemililoh, ayocmo tenehualoh,
     con atisbos y sonidos tlachializtica ihuan caquiliztica
     que no existen ya. ayocmo nemih.
      
     Cuando muere una lengua Ihcuac tlahtolli ye miqui,
     para siempre se cierran cemihcac motzacuah
     a todos los pueblos del mundo nohuian altepepan
     una ventana, una puerta, in tlanexillotl, in quixohuayan,
     un asomarse in ye tlamahuizolo
     de modo distinto occetica
     a cuanto es ser y vida en la tierra. in mochi mani ihuan yoli in tlalticpac.
     Cuando muere una lengua, Ihcuac tlahtolli ye miqui,
     sus palabras de amor, itlazohticatlahtol,
     entonación de dolor y querencia, imehualizeltemiliztli ihuan tetlazoltlaliztli,
     tal vez viejos cantos, ahzo huehueh cuicatl,
     relatos, discursos, plegarias, ahnozo tlahtolli, tlatlauhtiliztli,
     nadie, cual fueron, amaca, in yuh ocatcah,
     alcanzará a repetir. hueliz occepa quintequixtiz.
     Cuando muere una lengua, Ihcuac tlahtolli ye miqui,
     ya muchas han muerto occequintin ye omiqueh
     y muchas pueden morir. ihuan miec huel miquizqueh.
     Espejos para siempre quebrados, Tezcatl mianiz puztequi,
     sombra de voces netzatzililiztli icehuallo
     para siempre acalladas: cemihcac necahualoh:
     la humanidad se empobrece. totlacayo motolinia. –

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