Atando cabos guadalupanos

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Los historiadores aprovecharán de seguro el bicentenario de la Independencia de México para despejar dudas sobre los orígenes mundanos del culto a la Virgen de Guadalupe, tan caro a las heroicas gestas nacionales. Presentamos a continuación algunos datos fiscales y militares que solicitan su incorporación a la narrativa oficial.

Primero, la fecha 12 de diciembre, la cual ningún historiador laico, ni devoto, ni mixto ha explicado con datos ajenos a los de la leyenda de las apariciones (del 9 al 12 de diciembre de 1531). El acertijo consiste en que la fecha de celebración de la Virgen María (de la que Guadalupe es advocación) es el 8 de septiembre. ¿Cuál es el motivo de que el clero novohispano haya elegido el 12 de diciembre? He aquí una pista: en la reseña del primer viaje de Cortés a España (1528) José Luis Martínez informa:

 

Cortés aprovechó su estancia en España para hacer varias gestiones relacionadas con la iglesia novohispana. Según Antonio de Herrera, [Cortés] negoció para el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, merced de los diezmos eclesiásticos a partir del 12 de diciembre de 1527 y hasta que se declarasen los límites de su obispado, para ayuda de sus obras [Hernán Cortés, UNAM-FCE, 1990, p. 516].

 

Esta es la única referencia histórica a la fecha 12 de diciembre digna de celebración, acaso un balbuceo independentista. Zumárraga llegó a México un año después, el 6 de diciembre de 1528. Se ignora si la elección retroactiva del 12 de diciembre de 1527 conmemora algún acontecimiento previo, acaso la curación de Cortés de la picadura de un escorpión en Yautepec. Antes de su primera entrevista con Carlos V en 1528, Cortés peregrinó al santuario guadalupano de Extremadura y depositó ahí la figura de un escorpión fundido en oro e incrustado de piedras preciosas en agradecimiento por su salvación. La primera referencia a este exvoto figura en Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, de fray Gabriel de Talavera, Toledo, 1597.

Segundo, el socorrido topónimo “Tepeyac” no aparece en ninguna fuente temprana. Cortés y Bernal dicen “Tepeaquilla”. Este último añade: “donde solía estar el real de Gonzalo de Sandoval”. El glifo del Códice de Tlatelolco, aducido como evidencia de la existencia del sitio llamado Tepeyac, corresponde a Tepeyácac (Tlaxcala). Los informes de la polémica Bustamante-Montúfar (1555-1556) mencionan “Guadalupe”. Sahagún (hacia 1576) dice “Tepeácac”. Chimalpahin (fines del XVI, principios del XVII) menciona “Tepeyácac”. El sermón de Luis Lasso de la Vega (1649), origen de las conjeturas sobre la autoría de un texto original náhuatl de mediados del XVI, también menciona “Tepeyácac”. Todo indica que la contracción “Tepeyac” debió haber aparecido no antes de la segunda mitad del XVII.

El detalle importa porque los topónimos “Tepeácac”, “Tepeaca” y “Tepeyácac” son originarios de Tlaxcala. Tepeácac fue la ciudad principal del extenso señorío de Tepeyácac. Su relevancia para la conquista está ampliamente documentada. Cortés fundó ahí Villa Segura de la Frontera y preparó la Conquista después de la Noche Triste y de la decisiva batalla de Tepeaca, comandada por el guadalupano Gonzalo de Sandoval. El jesuita Xavier Noguez, al mencionar “Tepeaquilla”, dice: “locativo hispano-náhuatl que denota un pequeño Tepeaca, quizá para diferenciarlo de un ‘gran’ Tepeaca o Tepeyacac en el estado de Puebla” [entonces Tlaxcala] (Documentos Guadalupanos, FCE, 1993).

Tercero, las conjeturas sobre la existencia de un adoratorio sacrificial a Tonantzin en “Tepeyac” en tiempos prehispánicos provienen de informes recogidos por Sahagún hacia 1576, más de medio siglo después de la conquista. Es extraño que los códices nahuas, las crónicas antiguas y la investigación arqueológica no proporcionen evidencia. Tampoco hay referencias sobre asentamientos humanos ahí antes de la conquista. Si hubiera habido alguno, Gonzalo de Sandoval lo hubiera desalojado para instalarse con su ejército tlaxcalteca, y Bernal lo habría reportado. Lo más seguro es que el sitio estaba deshabitado.

Donde sí había un adoratorio a Tonantzin era en la Tepeaca de Tlaxcala. Cortés puso en su lugar un adoratorio a la Virgen María y los franciscanos erigieron después un templo anterior a los erigidos en el valle de México. En la vecina Chiautempan había un adoratorio a Toci, madre de Tonantzin, suplantado luego por uno a Santa Ana, madre de María, de ahí el nombre Santa Ana Chiautempan. Los informes recogidos por Sahagún sobre un adoratorio a Tonantzin en Tepeaquilla, donde se realizaban sacrificios humanos, bien pueden referirse a los sacrificios practicados por los tlaxcaltecas durante la guerra de conquista. Los informes de sacrificios e ingesta de carne humana por tlaxcaltecas y otros grupos durante la guerra abundan en las crónicas de la conquista. López de Gómara: “En esta celada […] murieron quinientos mexicanos y quedaron presos otros muchos. Tuvieron bien qué cenar aquella noche los indios nuestros amigos. No se les podía quitar la costumbre de comer carne de hombres.”

No hay evidencia, pues, de que los nombres “Tepeaca”, “Tepeácac”, “Tepeyácac” y “Tepeaquilla” sean originales de Tenochtitlán. Todo indica que son nombres trasladados desde Tlaxcala por los hechos de la guerra. Tepeaquilla sería una segunda Tepeaca, así nombrada en honor a la guerra del mismo nombre (1520) y a la alianza resultante de españoles y tlaxcaltecas. Jacques Lafaye conjetura que Sandoval pudo haber puesto en Tepeaquilla la primera imagen de la Guadalupe de Extremadura (Quetzalcóatl y Guadalupe, FCE, 1976). Se explicaría así el origen de las primeras limosnas y legados a la Virgen de Guadalupe en ese sitio. Sandoval fue el único conquistador considerado irrecusablemente honesto por el resto (Bernal).

Cuarto, la atribución del canto de las apariciones guadalupanas (Nican Mopohua…) a un autor náhuatl por diversos historiadores carece de base. James Lockhart escudriñó toda la documentación conocida en náhuatl de los siglos XVI y XVII y concluyó:

 

Si se supone que un importante templo consagrado a una diosa madre había estado realmente en ese mismo lugar […], el culto de la Virgen de Guadalupe [habría tenido] firmes fundamentos tanto entre los españoles como entre los indígenas. Sin embargo, [el culto] no se difundió rápidamente por el centro de México durante el siglo XVI ni a principios del XVII. La Virgen de Guadalupe no es mencionada en los materiales en náhuatl que conocemos actualmente y que se originaron más allá de los alrededores de la ciudad de México en el tiempo anterior a la publicación de su historia por Lasso de la Vega en 1649 […]

Chimalpahin hace referencia a ella […] sólo en tres ocasiones, todas las cuales […] tienen que ver con funcionarios españoles de alto nivel […] Nada de lo que dice Chimalpahin implica que el culto a la Virgen de Guadalupe estuviera principalmente destinado a los indígenas o fuera llevado a cabo por ellos […]

Eran los hispanos los que tenían una conciencia común, y es de ellos que debemos esperar la primera necesidad de un santo nacional. De hecho, ya hemos visto que los españoles nacidos en México estaban muy interesados en el culto de la Virgen de Guadalupe a mediados y finales del siglo XVII, y es probable que hayan sido ellos los que crearon […] la historia de su aparición en la forma en que la conocemos actualmente [Los nahuas después de la conquista, FCE, 1999].

 

La información permite valorar la importancia de los hechos militares y las disputas fiscales de la iglesia novohispana con la Corona como bases firmes del origen y difusión del culto a la Virgen de Guadalupe en México. Los conquistadores eran extremeños devotos de la Guadalupe de Extremadura, culto nacido en el siglo XV en Las Villuercas durante la guerra contra los moros. La monarquía mandó erigir ahí el monasterio de Guadalupe, encargado a los jerónimos, que eventualmente fungió como banco de la Corona. Los alrededores del monasterio están poblados de nopales, acaso llevados desde México por Cortés.

Los jerónimos representaron el reclamo español por las limosnas y legados a la Guadalupe mexicana y a otras imágenes guadalupanas en Sudamérica. Los primeros legados a la Guadalupe mexicana (a partir de 1537) provienen de españoles de Colima leales a Cortés. Colima fue conquistada por Sandoval. Las noticias de apariciones guadalupanas en otros sitios de México están vinculadas a campañas de Sandoval. La polémica Bustamante-Montúfar sobre las apariciones se inscribe en el contexto de la presión fiscal de la Corona sobre sus posesiones en el nuevo mundo. El frenesí guadalupano criollo iniciado a mediados del XVII es paralelo a la guerra de Cataluña y otros disturbios regionales españoles contra la Corona. El inicio de la guerra de Independencia en 1810 tiene claros antecedentes de presión fiscal española e impulsos de autonomía regional en España misma.

Cabos sueltos: 1. Falta investigar la continuidad del apellido que culmina en Luis Lasso de la Vega. El primer Lasso de la Vega en México es el paje de Cortés, Pedro Lasso de la Vega, homónimo del líder de la revuelta de los comuneros en España, paralela a la conquista de México. En su primer viaje a España, Cortés se hospedó en casa de los Lasso de la Vega en Toledo. Es tentador pensar que su paje fue hijo del líder comunero (hermano del poeta Garcilaso de la Vega) y de la misteriosa Elvira, heredera de Cortés. Cortés fue acusado de coordinar la conquista con la revuelta comunera. Su paje murió siendo capitán de la expedición a las islas Molucas a los veintidós años en 1527.

2. Gabriel Lobo Lasso de la Vega (c. 1553-1615), autor del poema épico “Primera Parte del Cortés Valeroso y Mexicana” (Madrid, 1588), amigo del hijo y del nieto de Cortés en España. Al parecer, nada de esto tiene que ver con el viejo lobo Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lasso de la Vega, autor de la épica fantástica “Yo y la Valerosa Transición a la Democracia Mexicana”.

3. Miguel Sánchez, autor de Imagen de la Virgen Madre de Dios de Guadalupe, publicado en México en 1648, base del sermón de Luis Lasso de la Vega. Es curioso que Miguel Sánchez sea también el nombre del pastor a quien la Virgen María se habría aparecido en Extremadura (William A. Christian, Jr., Apparitions in Late Medieval and Renaissance Spain, Princeton, 1981). ~

 

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(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.


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