Troker, una banda mexicana en Glastonbury

Con Crimen Sonoro, su más reciente disco, Troker confirma su lugar como uno de los grupos más interesantes de México.
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¿No habrá otro modo de iniciar un comentario sobre Troker que decir: son de Guadalajara? Algún fan enmendará la plana y precisará que hay sangre michoacana, bajacaliforniana y zacatecana en el potente colectivo de fusión que ya ha tocado dos veces –proeza no realizada por otra banda mexicana- en ese multitudinario lodazal de nombre Glastonbury. Lo notable es que desde hace un buen tiempo las artes y la creación en México están saludablemente descentralizadas. A cualquier iniciativa le importa, por supuesto, ganarse la atención, el gusto y el bolsillo del mastodóntico mercado del Distrito Federal, pero hoy en día brotan, por fortuna, propuestas relevantes en muchos puntos del país.

Si Grand Funk era una banda americana, Troker es, pues, una banda tapatía. Y qué banda. El escucha inquieto encontrará pocas producciones nacionales este 2014 que sean tan ricas, estimulantes y sacudidoras como Crimen sonoro (Intolerancia, 2014), la quinta grabación del combo y con la cual, en feliz coincidencia, celebran una década de cocinar un apetitoso revoltijo al que, para no complicarse la vida, le llaman jazz rock, jazz-fusión, o jazz de fusión.

Hubo años en los 60 y 70 del siglo XX cuando, por un lado, estaban agrupaciones como la Mahavishnu Orchestra, Weather Report y Return to Forever y, por el otro, en el viejo continente, Soft Machine, Caravan y Gentle Giant. Némesis de los puristas, esos colectivos mezclaban todo lo que agradaba a sus oídos sin el deseo, siempre imperante en los ejecutivos de la industria discográfica, de etiquetar lo que hacían como jazz, jazz-rock, o rock progresivo. Troker es descendiente de esas agrupaciones, aunque en su fusión también cabe incluir la cuantiosa herencia de las grandes bandas de metales de los años 70 y principios de los 80, como Average White Band, Chicago, Blood, Sweat & Tears, Earth, Wind & Fire, los J.B.’s, KC and the Sunshine Band (sí, no es broma) y Tower of Power, entre muchas otras. Pero no sólo eso: también parecen asimilar el acento festivo de la música gitana, y de muchas bandas de pueblo de todo el orbe (hasta los casi míticos Maestros Músicos de Jajouka); el ritmo urbano del hip hop; y, por último, aunque no menos importante, la furia rítmica, martilleante del metal y, sobre todo, del punk.  La combinación, por supuesto, resulta explosiva.

Instrumentales –salvo algún aullido amariachado, o un rítmico “one, two, tres, cuatro”-, los diez cortes de Crimen sonoro ejemplifican muy bien la música poderosamente visual y evocativa que hace Troker, la misma banda que se aventó el tiro de acompañar el año pasado las proyecciones de El automóvil gris, la legendaria cinta silente (o muda) que data de 1919. Y aquí es donde viene al caso mencionar un innovador aspecto extramusical de Troker y su Crimen sonoro: la grabación, que ya lleva meses circulando,  podrá acompañarse con la lectura de una novela gráfica escrita por Bernardo Esquinca, dibujada por Mauricio González Morín, editada por Almadía y que se publicará hasta el 2016.

El álbum producido por Gerry Rosado es impecable, y uno, con ostensible inclinación por lo auditivo, diría sin reparos que se basta a sí mismo. ¿Hacía falta proponer esa otra lectura alterna, paralela? Y esto no se externa en demérito de los involucrados, quienes tienen las más amplias y sólidas credenciales en sus ámbitos de acción. Habrá que esperar a tener el tebeo en las manos para ver qué clase de estimulante fluye, de allá para acá y de regreso, entre sus vasos comunicantes.

En mis repetidas audiciones de Crimen sonoro encontré una selva urbana de evocaciones y relatos. En “STRANGER (El extraño me persiguió con un cuchillo y me gritó su nombre)”, “PRÍNCIPE CHARRO” y “VENGADOR” -los títulos así, en mayúsculas- está el mariachi, pero también el eco gitano y la resonancia árabe. La segunda, que bien podría ostentarse como inmejorable ilustración del estilo Troker, puede hacer pensar en la banda de Speedy González en esteroides y la trompeta de Gil Cervantes remitir a Love, la psicodélica banda de Arthur Lee.

La misma “STRANGER”, “INGRATITUD” y “UNDERWORLD (Bajos fondos)” le hacen guiños a Robert Fripp y su King Crimson; la primera, al estridente de la penúltima etapa y la tercera al del clásico insoslayable In the court of the Crimson King. “FEMME FATAL (Cavaré tu tumba y te llevaré flores)” es uno de los más cinematográficos y literarios de esta decena de tracks; un fascinante thriller eróticamente recargado. Si no temiéramos incomodar a la banda del saxofonista Arturo “El Tiburón” Santillanes diríamos que esta rola podría ser el soundtrack de una película porno con argumento y sustancia.

Algo admirable de Troker y su Crimen sonoro es su carácter abiertamente incluyente. Si se le escucha con atención, su música puede convocar, con muy buenos resultados, a seguidores de Dave Douglas, DJ Shadow, Kinky, Medesky Martin & Wood y Rush, por muy esquizoide que parezca la enumeración de artistas tan disímbolos. Troker ha hecho un álbum asesino, golpeador, que conecta muy bien con el público en directo, un crimen que podría tomarse como algo de todos los días, como sucede con la mayoría de los que se cometen en estas tierras, si los amantes de las aventuras auditivas, las de mayor riesgo, pero más alta recompensa, no tienen el valor de prestarle oídos.             

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Ernesto Flores Vega (Huichapan, Hgo., 1964) es un melómano ecléctico. Ha ejercido el periodismo y la comunicación corporativa.


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